–
Cuento cajamarquino (Bambamarca)
El
shingo andaba enamorao de una linda muchacha y to' los días lo seguía cuando
ella salía a recoger leña o a traer agua.
Un
día decidió ir a presentarse a los padres de la muchacha y ellos, apenas lo vieron
y se fijaron que era feo, esqué dijeron:
-
¡¿Pa' qué diablo pue este feazo, negro, patas rajadas?! No queremos que sea
nuestro yerno.
Entonces
el pobre shingo se fue triste, pero sin perder las esperanzas.
Varios
días pasó lavándose las patas con una piedra áspera pa' que blanquearan, pero
todo seguía igual. Hizo un nuevo intento de ir a pedir la mano y no lo
aceptaron.
Regresó
el shingo al río y siguió sobando sus patas hasta dejarlas sangre-sangre; en
ese momento se le acercó el huayhuash y le dijo:
—Compadre
shingo, ¿qué hace usté aquí?
—Estoy
lavando mis patas pa que se hagan blancas y tal vez así me acepten mis suegros—
contestó el shingo.
—Esas
sus patas son así de nacimiento— le dijo el huayhuash —, si usté gusta yo voy a
hacer el pedimiento a su nombre y después que lo saco a la muchacha� usté lo lleva.
El
shingo pensó un rato y luego aceptó la propuesta, pero dijo:
—Bueno,
compadre, váyaste; pero no lo vaya a hacer nada a la muchacha en la casa. Yo
estaré mirando por la ventana.
Entonces
el huayhuash, con poncho al hombro y pecho blanco, se fue a la casa y ahí mismo
le aceptaron. Hicieron el casamiento y lo llevó a la muchacha a la cama, pero
como el shingo estaba mirando, grito enojadazo:
—¡Compadre,
así no ha sido el trato!
En
eso salió la muchacha y con un palo le dio un huicapazo por las patas y el
shingo tuvo que irse volando sin ningún consuelo ni esperanza. El huayhuash se
quedó a vivir y gozar con la muchacha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario