En quechua quiere decir: Madre de la charapa. La charapa es la
tortuga más grande del rio y llega a alcanzar más de 1 metro de largo. Le
siguen en tamaño la taricaya y el cupiso. Tanto la carne como los huevos de
estas tortugas son muy codiciadas por los regionales. Se les caza generalmente
cuando salen a poner sus huevos en las playas.
Narración
En un lugar lejano del Marañón,
decidimos atracar nuestra canoa, para dedicarnos a la caza de las charapas y a
la extracción de huevos que dejan enterradas en la arena para su reproducción ,
solo por acción del calor.
De esta extraña forma de incubación
nacen anualmente millares de charitos(tortuguitas recién nacidas), en la
temporada de playas, de las cuales la mayoría son devoradas por otros animales
ante de que logren desarrollarse.
Estos animales para la procreación se
juntan en el agua. Los machos generalmente no acostumbran a salir a las playas,
son pequeños comparados con las hembras, pero muy fuertes y resistentes se les
llama capitaris.
Y en la madrugada empezamos a recorrer
la playa en busca de las codiciadas presas, íbamos tanteando con los talones
las partes más blandas de la arena que delataban la presencia de un nido de
charapa. En menos de media hora habíamos capturado tres taricayas y sacado los
huevos de sus nidos.
Para cazarlos o capturarlos, es
simple, se les coge por ambos lados o se les toma por el vacío que presenta la
caparazón en la parte de la cabeza y de la cola y se les voltea boca arriba,
teniendo cuidado de no ponerse por el lado de atrás, para no ser cegados por la
arena que arrojan con violencia en su defensa, luego se les mete en un costal o
se les atraviesa dos varillas por el pecho, sujetas al caparazón, cubriendo las
patas traseras y delanteras para anular sus movimientos y evitar que escapen,
luego se le conduce a la canoa.
Y así hicimos todo nuestro trabajo,
cuando de repente escuchamos los gritos desesperados y lejanos de uno de
nuestros compañeros, pidiendo auxilio con toda la fuerza de sus pulmones, al
principio creímos que se trataba de una de sus bromas y no le hacíamos caso,
pero de pronto sus gritos se escuchaban más insistentes y lánguidos, nos
sobresaltamos y emprendimos la carrera hacia donde provenían los gritos y
llegamos justo a tiempo para salvar a nuestro amigo Diógenes, porque en esos
instantes comenzaba a sumergirse con el cuerpo doblado hacia adelante, como si
estuviera apoyado en algo que le impedía pararse y que nosotros no alcanzamos a
ver porque ya estaba cubierto por el agua.
Todos nos lanzamos al rio sin vacilar
y sujetándolo fuertemente lo desprendimos con violencia de ese pesado cuerpo
que lo arrastraba a la profundidad del rio.
Casi muerto de miedo y sin habla,
quedo por largo rato tendido en la playa, el pobre Diógenes y le preguntamos
que le había pasado y que era eso que le arrastraba al rio sin que pudiera
desprenderse por sus propios medios.
Ya vuelto a su estado normal nos contó
que después de haber cogido una charapa y dos taricayas, de pronto tropecé con
otra enorme charapa, fuera de lo común por su tamaño, que se dirigía al rio y
por la emoción de darle caza, me abalanze sobre el gigantesco animal,
subiéndome sobre su lomo para poder dominarlo, sujetándome de la parte de la
cabeza, pero no podía ni moverle y que más bien se sintió pegado de pies y
manos al animal fuertemente, entonces quise desprenderme y no podía, el animal
seguía hacia el rio con su lento caminar y al ver que no podía liberarme del
caparazón de la charapa, ya que me arrastraba al agua, empecé a gritar pidiendo
auxilio y ahí llegaron Uds.
Apenas termino de hablar, Diógenes
exclamo sobresaltado: Ha sido la “charapamama” que quiso vengarse, llevándome y
vengar la mala suerte que corren los de su especie en manos del hombre que las
persiguen sin descanso y las matan sin piedad, impidiendo inclusive su
reproducción al robarle los huevos que dejan ocultos en la playa.
Esto ha ocurrido muchas veces cuando
alguien ha intentado capturar a la “madre de la charapa”, porque su caparazón
está cubierta de una sustancia parecida a la brea, que al pegarse a ella
cualquier cuerpo extraño no se desprende fácilmente por sí solo.
En realidad, Diógenes presentaba unas
ronchas raras en las plantas de los pies, en las palmas y dedos de las manos
que no desaparecieron asi nomas, sino con el correr de los años.
Carlos
Velásquez Sánchez
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