Salí con mi
esposa de nuestra tierra natal : Shapaja (San Martin) a conquistar nuevas
tierras en Ucayali. El viaje fue regular, pero mi mujer sufrió mucho, porque en
el mal paso ”El Vaquero” tuvimos que amarrarnos fuertemente con sogas en la
barriga y al pecho, para que las “oladas” no nos botara de la balsa. Esa
amarrada y esas buceadas a la que nos obligaron las olas del rio, le hizo
daño y al día siguiente la pobre de Olga
me dijo que sentía fuertes dolores en la barriga y que le bajaba mucha sangre,
diciéndome que se moría.
Yo, asustado
, dije a mis compañeros de viaje para atracar en la playa y en cuanto
atracamos, hice un tambito, lleve a mi mujer hacia allí y se echó sin fuerzas
en la arena, diciéndome: “No sé que me pasa, ya no puedo, vete tu solo, no voy
a tener a mi hijo. Trabaja, haz tus chacras y vende en Iquitos. Cuando vuelvas
a Shapaja, dile a mi mama, que no he tenido hijo, que me he muerto en una
playa”.
Y le acariciaba las manos y la cabeza, le
decía que no se iba a morir y que si ella moría, yo me moriría a su lado.
Al poco rato
dijo :” Ay, ay, ya cayo. Nuestro hijo ha salido. Ya no me muero. Me quieres dar
otro” y le conteste: Todos los que quieras y ella se sonrió. Pasamos la noche y
luego seguimos nuestro viaje a Iquitos.
Quise
trabajar y hacer mi chacra en Iquitos, pero no encontraba lugar y me dijeron
que debía irme por el Amazonas, Ucayali o el Marañón. Y nos decidimos por el
Ucayali, nos embarcamos en una lancha, con mi mujer, mis maletas, mi hamaca y
mi mosquitero.
Y en una
ribera del Ucayali, nos bajamos en una playa, había una purma y una casita con
el techo caído, los horcones inclinados o sea estaba abandonado. Luego recorrí
la zona, encontré una casa donde había una viejita y me dijo que en la casa
donde yo estaba, no era de nadie, que su dueño se había ahogado y su mujer e
hijos se habían ido, no se sabe adónde. Volví y le conté a Olga que se puso
contenta, porque podíamos hacer nuestra casa y nuestras chacras.
No tenía
otra herramienta que un hacha, un machete y una escopeta, tampoco teníamos
comida pero sabíamos que en toda purma se encuentra guineos enanos o
guineíllos, pandishos y otros huayos del monte.
Al día
siguiente, fui al centro y encontré un monte alto, como para chacra y empecé a
rozar. Al atardecer volví a casa y le conté a Olga de mi rozo, se alegró y me
dijo que al día siguiente iríamos los dos a trabajar juntos.
Al día
siguiente entre los dos seguimos el rozo
hasta cuadrar una hectárea, luego con mi hacha empecé la tumba de árboles y
hasta que secara la chacra me dedique a la caza, porque hasta ese entonces nos
habíamos alimentado de sachacuyes y ahora ya cazaba añujes, majas, carachupas,
osos hormigueros, monos, sajinos y venados.
Y para no
desperdiciar la carne, la ahumábamos en una barbacoa, luego la carne seca la
guardábamos en paneros. Cuando termino de secar nuestra chacra, le dije a mi
mujer que los dos la íbamos a quemar, pero ese día llego a nuestro tambo un
matrimonio que estaba de surcada y se ofrecieron a acompañarnos y ayudarnos en
la quema.
Casi al
mediodía, prendimos los shupihuis y cada uno en su lugar, a una distancia de
veinte metros unos de otros, íbamos quemando las ramas secas y pronto se
levantaban unas llamaradas que arrasaban en pocos minutos la chacra, quemándose
todo muy bien.
Luego se me
presento el problema de buscar palos de yuca, pero el hombre que me ayudaba me
dijo que él podía conseguir y sembrarlos con la condición de que le ayudara a
hacer lo mismo con él en su chacra que tenía más arriba y le acepte hacer el
trabajo “choba” “choba”.
Encontramos
la yuca, la sembramos la mitad y la otra con “mallques” de plátano. Luego me
puse a levantar mi casa, pues aún vivía en la que encontré a mi llegada. Y en
dos meses termine mi casa con horcones
de quinilla, amarres de tamshi, techo con hojas de palmeras shapaja, shebon y huasai, paredes de pona
bien raspada y bien unidas, el piso levantado un metro del suelo con pona con
su buena cocina y horno, que fue del gusto de mi señora que ya esperaba un
hijo.
Éramos
felices, sobre todo en las tardes cuando nos bañábamos en una quebradita de
aguas claras, otras veces íbamos por el monte a pasear. Hasta que un día vi a
mi mujer demacrada y le pregunte que tenía, pero ella no quiso contestarme,
hasta que un atardecer me dijo : Iván, ya no puedo aguantar más, tengo unas
fuertes hemorragias que me están matando.
Ya me
suponía que algo te estaba pasando, voy a llamar al brujo “pelayuca” para que
te cure, tome el remo y en mi canoa después de media hora rio abajo, llegue a
su tambo y le encontré curando a seis enfermos, todos poshecos. Le pedí que
vaya a curar a mi mujer, me contesto que no podía ir esa tarde, porque tenía
que tomar ayahuasca para curar a unos enfermos y que aprovecharía de la toma
para ver quien o quienes la podrían haber embrujado, que volviera a mi casa y
diera de tomar a Olga una infusión de piri piri rojo y que no me asustara si a
la medianoche abortaba mi mujer.
Regrese
apenado por lo que me había dicho, le conté todo a mi señora y le di de tomar
un pocillo de té de piri piri rojo cada hora. La hemorragia se le había
suspendido, pero le vinieron fuertes dolores al vientre y a los riñones y a la
media noche como había dicho el brujo, aborto una criatura hombre, bien formado
entre horribles dolores y gritos de mi mujer.
Al día
siguiente llego “Pelayuca”, así le llamaban porque tenía grandes manchas
blancas en la cara y el cuerpo. Sentó a Olga y comenzó a curarla cantando y
fumando. Luego me dijo que el bufeo le había embrujado y que era necesario
satisfacerle, porque sino Olga volvería a enfermarse.
Me dijo que
debía llevar el cadáver de mi hijo al rio y decir :”Bufeo macho, que has
embrujado a mi mujer, allí te entrego a mi hijo para que sea tuyo. Desde ahora
somos amigos y nunca más te voy a picar”. Así lo hice y deje suavemente el
cuerpo de mi hijo en el rio, desapareciendo inmediatamente llevado por el
bufeo.
Volví a mi
casa y pregunte al brujo, porque el bufeo había embrujado a mi mujer y me dijo:
”Tu sabrás, cuando ha mezquinado tu mujer al bufeo. Por eso, él se ha vengado”.
Y Olga me
dijo: ”No te acuerdas Iván, que la última vez que tuve la menstruación, íbamos
los dos en la canoa y vinieron seis bufeos juntitos a nuestra canoa y tu
agarraste la flecha y le haz lanzado al más grande de los bufeos. Quizás eso,
haya sido la causa de su ira y venganza del bufeo”.
Sí, sí, me
acuerdo, así es.
Mi mujer
sano, pero quedo débil, posheca, sin ganas de trabajar. Un día, vi que ella
estaba comiendo pedazos de jabón, astillas de pona y también tierra.
Tiene vicio,
tengo que curarla y fui a una viejita para que le curara a mi mujer. La viejita
me dijo:” Que iba a preparar oje para convidarle, que la llevara a su tambo una
mañana en ayunas y la lleve.
La viejita
me dijo:” Ahora voy a curar a esta huambra que está llena de bichos y cuicas
que la están matando. Váyase Ud. al monte y déjeme a mí con su mujer.
Cuando
estuvieron solas, la hizo desvestir totalmente y con ella se fue al rio, la
hizo bañar bien, la seco y le puso un vestido y sin bombacha. Luego le dio un
pate con oje preparado con aguardiente y se lo hizo tomar de un golpe. Trajo
cuatro naranjas y le convido el jugo, luego la hizo descansar en el emponado.
A una hora,
mi mujer se levantó apretándose el vientre y sin darle tiempo para entrar en el
monte, comenzó a cagar a chorros y a vomitar, quejándose luego, volvió y se
echo agotadísima.
A otra hora dijo:” Otra vez”, “Ya no puedo más”,
“Me muero”, la tome de la cintura y la ayude, pero ahí nomás me zurro,
manchándome los pantalones de “isma”. No la podía soltar, porque quería caerse
y así paso todo el día.
Por la noche durmió bien y al día siguiente
volvimos a nuestra casa. Días después fue teniendo apetito y se iba poniendo
pucachita, hasta mejorar bien.
Meses después empezamos a cosechar en nuestra
chacra bastante yuca y como no podíamos venderla, hicimos fariña y el resto lo
dimos a los chanchitos que estábamos criando. Hasta que un día, unos indios nos
robaron toda la fariña y nos privaron asi del dinero que necesitábamos para
comprar nuestras necesidades.
Pasaron los días y a mi mujer la veía
desmejorada, estaba “pocillo ojo”, “posheca” y la lleve al brujo, quien me dijo
que Olga tenía “mal de la gente”. Y le pedí que la curara.
Me dijo, que ella debería quedarse en su
tambo para su tratamiento. No quiso que yo me quedara junto a mi mujer, sino
que ella estuviera sola hasta que sanara totalmente.
Regrese a la semana y mi mujer me conto que
durante seis días, la estuvo icarando, le hizo tomar ayahuasca, veía visiones y
temblaba. La sometió a no comer sal, ají, pescado salado, pero no sentía
mejoría y me pidió que la llevara a casa, porque también el brujo se estaba
aprovechando de ella.
El brujo me pidió por la curación una docena
de gallinas, que le entregue y saque a mi mujer de allí y la lleve a Requena en
mi canoa, llegamos al hospital, el medico la examino y le dijo que iba a
sanarse, lo que ella necesitaba era descanso, buena y abundante alimentación y
comenzar a tomar sus medicinas diariamente.
Ud. tiene una fuerte anemia y complicación en
los pulmones. Tenga estas tres recetas y
váyase tranquila, que se sanara. Mi mujer salió con las tres recetas y me las
entrego, fui al botiquín del hospital y no había ninguna de las medicinas y me dijeron que la comprara en
Iquitos. Esto me desalentó porque no tenía dinero para ir a Iquitos, ni tampoco
para las medicinas e inyecciones que receto el médico.
Y Olga me dijo: No sufras Iván, no te preocupes, yo me voy a sanar con
medicinas baratas. Vamos a casa, a cosechar nuestra yuca y haremos fariña,
luego la vendes y me compraras las medicinas y yo me sanare, me pondré fuerte,
hermosa como antes y trabajaremos juntos nuevamente.
Así empecé a trabajar en mi chacra, con unos
vecinos, la iba cuidando y alimentando a mi mujer, que se iba recuperando. Un día
fui a pescar y me agarro una lluvia torrencial con fuertes vientos que me
impidió seguir pescando y me obligo a buscar refugio. La lluvia duro varias
horas y luego regrese a mi casa.
Al llegar, encontré a Olga en cama bajo el
mosquitero, me extraño y le pregunte:” Que te pasa, porque te has echado a
dormir tan temprano”.
Me dijo :”Ha caído una fuerte lluvia con
vientos y ha baldeado toda la casa, como ves, me ha mojado totalmente y por eso
me eche en la cama. Ahora tengo fiebre”.
Le toque la frente y el cuello y estaba
ardiendo. Me asuste. Tienes fiebre alta, Olga.
Si, Iván, mucha fiebre y me abrazo. Le
prepare un té de naranja y logro quedar dormida. Se hizo la noche y Olga empezó
a delirar y sentado a su lado le tocaba las manos que quemaban y seguía
hablando tonterías.
Cerca de la medianoche, sentía que su
respiración se alteraba, la llame y no contesto, acerque el lamparín a su cara y
vi que sus ojos tenían la mirada extraviada.
Tanto me impresiono que la abrace, pidiéndole
que no me dejara.
No me oia y … al poco tiempo, su cuerpo se
quedó estirado. Olga había muerto.
¡ Noooooooo! ¡ Nooooooooooo! Mi amor no me
dejes…….
Carlos Velásquez Sánchez
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