( Mardell Tello Perez)
En la ciudad
de Lamas, como en muchos lugares de la selva, no deja de haber cuentos, chistes
y leyendas, como también simplones y pendejos.
También,
gente humilde y trabajadora ayudándose unos a otros, comerciantes y ganaderos
que hicieron su fortuna a base de esfuerzo y sacrificio.
Empleando su
inteligencia y habilidad, estas personas llegaron a dominar el territorio,
convirtiéndose algunos en pequeños gamonales.
Como siempre
, en todas las partes del mundo, no hay ni habrá nunca igualdad social, aunque
el planeta se llene de sangre, siempre existirá el “simplemente animal” , el
“animal de carne”, el “hermano mayor” y el “sacerdote que jode”. En una frase,
la dominación del hombre por el hombre.
Sucedió que
en esta localidad, había un hacendado y comerciante a la vez. Como todos de su
condición, tenía un fundo fuera de la ciudad.
Este hombre
era recto, sincero y justo con los que se lo merecían. Los que querían ganar su
jornal sin trabajar o mejor dicho, los haraganes y mauleros, le aborrecían,
otros estaban contentos porque siempre había algún regalito por sus
responsabilidades.
En este
fundo trabajaba un peón de nombre Serapio. Era un hombre alto, de nariz pronunciada,
su rostro estaba surcado de arrugas que parecían un mapa trazado por la mano de
un pintor borracho.
Serapio era
la mano derecha del patrón, su hombre de confianza.
Un día, el
patrón le dijo : Oy, Serapio, quiero franquearme contigo: soy Mason.
Serapio, dio
un salto atrás asustado-
Que me
quieres decir con eso, patrón ¿ me ves con cara de maricon? – le respondió.
El patrón se
destornillo de risa, se revolcó en el suelo hasta llorar de tanto reír. Cuando
se calmó, miro a Serapio.
Ah ,
muchacho, no me has entendido, quiero decirte que soy masonista o sea que
pertenezco a una Asociación o Logia llamada Masones. Y siguió hablando el
patrón- como ya me queda poco tiempo para morir, quiero encargarte un favor.
Mira toda mi
familia son gordos y diabéticos, solo yo no tengo ¿Por qué razón? Porque desde
pequeño me ha gustado comer “sicacho”(raspado de la paila de hacer chancaca)
que es una gran cosa para adelgazar y para los diabéticos.
Cuando se
come una buena porción, nos da sed y hay
que tomar bastante agua, con lo cual se llena nuestro estómago y no se come mucho. Cuando muera haz tu
chancaca y saca tu sicacho y véndelo a
todos, en especial a los gordos y con ese producto te harás rico.
Te dejo el
trapiche con dos toros, cinco hectáreas de monte virgen y siete hectáreas de
caña, aquí tienes los documentos- y los
puso en manos de Serapio.
A los dos
meses murió el patrón y hasta ahora lo recuerdan los viejos.
En cuanto a
Serapio, cumplió su cometido, empezó a repartir su sicacho cada tres veces a la
semana.
Al cabo de
un tiempo , Serapio se volvió rico, la gente ya no le llamaba por su nombre,
sino cariñosamente le decían : Hola Sicachero.
De repente
Serapio se enfermó, le llevaron al médico y este le diagnostico Diabetes
avanzada.
¿Qué había
pasado? Serapio, por vender el sicacho,, se había olvidado de consumir su
producto. Le gusto la platita, se había vuelto “ kullkiwicsa”, o sea un AVARO y
murió Serapio.
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