Antiguamente el rio Cumbaza, se
llamaba CURIYACU( Curi : oro y Yacu : agua), porque en ese lugar aparecía de
cuando en cuando una vaca lamiendo una piedra grande y que al caer sus babas en
el suelo, se convertían en filamentos de oro.
Los conquistadores españoles al
llegar a Lamas se admiraron de los indios motilones que llevaban macizos aretes
de oro en las orejas. Y deseosos de conseguir el precioso metal, preguntaron a
los indios el ligar de donde extraían el oro, estos mostrándose solícitos, les
dieron noticias del CURIYACU.
Al día siguiente , una expedición
marcho a explorar a dicho lugar, guiados por tres indios. Al llegar rodearon la
piedra viendo con sorpresa al poco rato, aparecer del fondo de las aguas una
vaca, la que dirigiéndose a la piedra empezó a lamerla, dejando caer gruesas
babas en el suelo, convirtiéndose en filamentos de oro, que a su vez los indios
recogían y regalaron a los españoles.
El jefe de la expedición maravillado y sin ocultar su ambición, con
sus acompañantes ordeno amarrar a la vaca y cargar a la piedra para llevarla al
campamento. Y cuando los soldados iban a cumplir la orden, de pronto el cielo
se cubrió de espesas y negros nubarrones, descargándose una torrencial lluvia
con truenos, relámpagos y vientos huracanados que remecían los arboles.
Asustados los expedicionarios, soltaron
a la vaca, la que por arte de magia desapareció para no volver a verla nunca
más.
Y siempre retornaban los españoles al
Curiyacu, pero nunca más apareció la vaca.
Carlos Velásquez Sánchez
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