Una vez una joven soltera, de unos 16
años de edad, llamada Mariela, se fue al monte a buscar leña, seguía caminando
por la selva hasta que se perdió en un barranco de una quebrada, la joven pensó
que el camino continuaría al otro lado de la quebrada y la atravesó en su
búsqueda, miro de una lado a otro, sin hallar huellas de nada.
Llego la noche y Mariela, no podía
continuar ni sabia regresar a su casa, estaba perdida, se sentó al lado de una
copaiba a llorar y esperar el amanecer para volver a su casa, En esos momentos
se le presento un joven vestido con una cushma y le pregunto .” ¿Qué haces
aquí? ¿Por qué lloras? Mariela le contesto :”Me perdí en el bosque” y el joven
le invito a que le siga y le siguió.
La luz de la luna entraba por entre
las ramas de los arboles iluminando sus pasos. El joven desconocido iba adelante
y Mariela detrás, pisando sobre las huellas del hombre, pero en un claro de la
selva, la luna ilumino de una manera clara las pisadas del joven, no eran
pisadas de hombre sino de oso con dedos delgados y uñas largas.
La joven se asusto, se detuvo y pensó
en regresar, pero el oso la miro con sus ojos encendidos y la obligo a
seguirla. No tardaron en llegar a la casa del oso, que estaba en la aleta de un
árbol y metió en ella a Mariela.
La joven debería vivir como mujer del
oso, tenía toda clase de comodidades y comería ricas carnes que su marido el
oso cazaría y nunca más se le ocurrió escaparse de la casa del oso. Llevaba ya
10 años alejada de la casa de sus padres y tenía con el oso 08 hijos, los
padres le habían buscado, pero inútilmente y la dieron por muerta.
Cierto día, un nativo fue al monte de
caza, se interno tanto en la selva que fue a parar a la casa del oso, allí oyó
hablar a la mujer. El cazador pregunto a la mujer:¿ Qué haces aquí?. Ella le
contesto .” El oso me secuestro y soy su mujer”.
Entonces el nativo que conocía a
Mariela y su desaparición, disparo una flecha al oso y lo mato. De este modo
pudo llevar con él a Mariela para entregársela a sus padres.
Pero esta mujer , ya no podía vivir
fuera de la selva, ni en casa, ni en compañía de sus paisanos.
Huyo de nuevo al monte y hoy vive
dentro de la selva como una mujer errante buscando la felicidad, pero sin
encontrarla.
Carlos Velásquez Sánchez
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