El sector del Valle, es un caserío que pertenece al Distrito de Campanilla,
en la que los antiguos pobladores vivieron un periodo de tiempos de terror y
angustia por lograr la supervivencia.
El Valle vivó un tiempo de continuas
epidemias que la azotaba, por lo que todos los pobladores decidieron abandonar
sus tierras para sí poder salvar sus vidas.
Tiempo después, algunos resistiéndose a abandonar definitivamente sus
hogares decidieron volver al poblado, encontrándose con la grata sorpresa que
la epidemia había desaparecido y este poblado empezó a repoblarse y a surgir
mediante el trabajo que realizaban en sus chacras.
Pero, al parecer, este lugar estaba afectado con una maldición, pues ya no
les afectaba ningún tipo de epidemia, porque apareció algo terrorífico, eran
dos tigres negros, animales muy inteligentes para capturar a sus presas.
Otros lo consideran como un animal
endemoniado por su voracidad, eran insaciables y sanguinarios que empezaron a
devorar poco a poco a los pobladores de este lugar.
Las fieras sacaban a sus víctimas de lo alto de las casas y los devoraban
uno a uno, sin poder hacer nada para impedirlo.
Ante tanta matanza, la población que disminuía enormemente en número,
decidió protegerse de estos ataques y el único lugar seguro era la iglesia, ya
que estaba construida con sólidas paredes y con una altura imposible de ser
vulnerada por estos feroces animales.
Ya refugiados en la iglesia, el peligro aún no desaparecía. Si bien es
cierto que estaban protegidos de los continuos ataques, pero ya no contaban con
alimentos suficientes para poder subsistir más tiempo, pues estaban rodeados
por estos feroces animales que cuanto más pasaba el tiempo, se veían más y más
hambrientos a la espera de cualquier presa por devorar.
Ante la hambruna que pasaban, algunos de estos refugiados se proponían a
salir de la iglesia en busca de alimentos, pero el que abandonaba el lugar, ya
no regresaba. Era ferozmente perseguido y devorado por estas fieras´
Los pobladores se desesperaban más y más, ya que sus vidas se estaban
convirtiendo en una horrible pesadilla, sin tener alimentos ni agua para poder
subsistir por más tiempo.
Una ancianita, viendo el profundo sufrimiento de las personas, pensó en la
posibilidad de como librarse de esta amenaza. Ella vivía en la iglesia y
conocía todos los lugares y rutas de salida.
Es así que utilizó uno de estos pasadizos secretos y logró salir del lugar
sin ser detectada por las dos fieras. Se marchó con rumbo a su chacra donde
recolecta raíces de barbasco y se puso a machacarlos, ya con esta sustancia
convertida en líquido regresó en forma cuidadosa a la iglesia.
Como había estudiado a diario el comportamiento de los tigres se dio cuenta
que siempre cuando tenían sed se dirigían a un depósito de agua que estaba
situado detrás de la iglesia.
Entonces, ella muy cautelosa se dirigió sin hacer notar su presencia hacia
dicho recipiente, en la que vertió el líquido del barbasco y volvió a entrar a
la iglesia por el mismo lugar por el que salió.
Los dos tigres, ante la disminución de la cacería y la escasez de alimento
comenzaron a desesperarse, buscando por los alrededores de la iglesia una
entrada para atacar a los pobladores.
Cansados los tigres, agitados por el calor se dirigieron hacia el
recipiente de agua, la que ya había sido envenenada por la anciana y los dos
tigres bebieron el agua, ante la atenta mirada de sus víctimas, quienes
esperaban resultados de su plan, para poder salvarse.
Una vez bebido el agua del recipiente, los dos tigres regresaron al frente
de la iglesia. Los pobladores no dejaban de mirarlos y con el transcurrir de
las horas los tigres, se quedaron profundamente dormidos.
Llegó la noche y no se movían, amaneció y seguían inmóviles, ante esto,
unos pobladores se acercaron a ver si el veneno había dado resultados.
Se acercaron temerosos a los tigres, provistos de palos y al llegar a ellos
los empezaron a mover, pero ya estaba muertos los dos tigres, producto del
envenenamiento con el barbasco y fue así como se libraron de estos dos tigres.
Los pobladores sobrevivientes, pese a haberse librado de los tigres,
consideraron que ya habían sucedido demasiadas tragedias y decidieron alejarse
para siempre de este poblado.
Oliver
Tarazona Vela
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