Era un niño de 03 años que no caminaba y que apenas hablaba.
Al parecer padecía de un fuerte raquitismo, el niño no comía, estaba
tan “ etequito” que su piel parecía pegarse al hueso, lloraba continuamente y
sufría de una terrible diarrea.
Ya nada podían hacer para sanarlo, tampoco podían diagnosticar su mal.
El padre pasaba malhumorado continuamente por causa del niño, que día a
día iba acabándose y muriendo en vida.
La pobre madre lloraba tanto y no podía hacer nada al ver a “wawa” en
ese estado.
El padre no quería saber de brujos ni curanderos, estaba perdiendo la
paciencia con el infeliz niño y abiertamente pedía a Dios que mejor lo
recogiera para que dejara de sufrir.
Viendo esta dolorosa, un día la abuelita se compadeció y pidió a los
padres que le permitieran que ésta le llevara a su casa, para que en persona se
dedicara a su nieto y así lo hicieron.
La abuela, con más experiencia y con más creencia en sus costumbres, no
esperó ni un día más y fue directo donde su comadre que curaba por medio de los
espíritus.
Comadre Marusha –le dijo – quiero que en la próxima sesión del viernes
veas a mi nieto, él está muy mal.
Después de escuchar todo el vía crucis que el niño estaba pasando, la
curandera ó “banquito” como se les conoce en la selva a las personas que hacen
de médium en estas sesiones espirituales, aceptó la proposición de la abuela,
invitándola para una siguiente sesión.
Y llegó el día, la abuelita acudió puntualmente llevando al niño. Había
varios pacientes sentados en el suelo haciendo un círculo.
A la hora de comenzar el trabajo se apagaron los mecheros, dejando uno
encendido al extremo de la habitación.
La sala quedó en penumbras al centro del círculo, el “banquito” se
acostó boca arriba sobre una estera, concentrándose después de relajarse
brevemente.
A un extremo , alguien movía las “shacapas” lentamente, acompasado,
produciendo un sonido característico en estos rituales.
Al cabo de un rato, el rostro del “banquito” cambió de expresión y en
ese momento se escuchó un rumor de voces como una multitud que estuviera
flotando en el espacio de la sala.
Un ruido seco seguido por una voz grave se escuchó utilizando el cuerpo
del “banquito”: “ buenas noches queridos hermanos” fueron sus primeras
palabras.
Todos se sobresaltaron porqué les agarró de sorpresa:” comencemos el
trabajo” y le dijo a la abuelita: “dígame¿ Qué es lo que desea?.
La viejita explicó con detalles lo que padecía el niño, mientras el
espíritu curandero le escuchaba.
Está bien, abuelita…vamos a curar al niño con tres sorbos (brebaje) que
Ud. va a recibir en 06 botellas.
Las dos primeras serán para la diarrea, las dos siguientes para que
tenga apetito y las otras dos restantes serán para que camine.
Ahora , quédese hasta el final para recibir las dos primeras botellas,
en la próxima sesión, venga a decirme como sigue el niño y se llevará las dos
botellas siguientes.
Vendrá una tercera sesión y se llevará las dos últimas botellas.
Ahí habremos terminado el tratamiento y el niño no volverá a enfermarse
hasta que llegue el día de su muerte.
Dicho y hecho, con las dos primeras botellas el niño quedó curado de la
diarrea, las dos siguientes le despertaron el apetito y con las dos últimas el
niño volvió a caminar.
Todo ocurrió en menos de que cante un gallo, tal como le dijo el
espíritu del curandero.
Carlos Velásquez
Sánchez
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