Por Addhemar H.M. Sierralta (Perú).
Narración escrita hace más de 60 años por el autor,
cuando era casi un niño. Nos lleva a la reflexión acerca de la ecología en
nuestra tierra y la esperanza de una mejor convivencia.
Antes que el hombre y
los animales aparecieran en la tierra nuestro mundo estaba poblado por el reino
vegetal. En aquella época los árboles caminaban y se comunicaban entre sí. Su
lenguaje era como una música de violines. Como la que se logra soplando una
hoja entre los labios.
Así como el agua dominaba oceános, lagos y
ríos, los vegetales cubrían la mayor parte de la tierra. Ni en tierra ni en
aguas habían animales como los conocemos actualmente. Sólo moraban los
microrganismos.
Las raíces las utilizaban para desplazarse.
La vida vegetal trancurría en armonía y la tierra estaba cubierta por inmensos
bosques.
Un día aparecieron los peces en el agua y las
aves e insectos en la faz de la tierra. Los vegetales se entendieron con
facilidad con los nuevos moradores y se ayudaban entre ellos. Las abejas
cooperaban con las flores, los árboles cedían sus ramas y hojas para los nidos
de las aves. Otros insectos facilitaban nutrientes a la tierra de donde las
plantas y árboles se alimentaban. Era una especie de paraíso terrenal.
Hasta que llegó el hombre, luego la mujer y
sus descendientes. Fueron poblando poco a poco la tierra. Atacaban a los
árboles para quitarles hojas para cubrirse. Rompían sus ramas para usarlas en
armas. Tomaban sus frutos.Luego cuando inventaron el fuego y los machetes
atacaron a los árboles para convertirlos en leña y madera para sus casas. La
mortandad de los árboles fue grande. Los hombres no entendían su idioma y por
más que los årboles y los otros animales, que empezaron a poblar la tierra,
trataron de hacerles entender que la mejor forma era vivir en paz y cooperando
entre ellos, el hombre siguió con su devastación.
Un buen día los árboles, muy tristes, se
reunieron y acordaron emigrar cerca de las montañas y formar tupidos bosques y
selvas para alejarse de los humanos. Quedaron muchas zonas desérticas. Los
árboles para apoyarse decidieron introducir sus raíces en la tierra para
resistir los ataques. Así lograron sobrevivir mucho más que otras especies.
Decidieron también dejar de hablar musicalmente. A partir de entonces sólo se
escucharían sus crujidos como lamentos cuando pasaban los vientos. Muchas
lágrimas vertieron, muchos aún lloran como la goma y el caucho.
Pasaron los siglos y los vegetales, en
especial los árboles, seguían ayudando a los humanos. Proporcionaban alimento,
cobijo, calor o energía. Pero no recibían un buen trato. Poco a poco el hombre
diezmó los grandes bosques y las selvas. En su locura no comprendían que además
de todos los beneficios había uno más importante : el oxígeno. Las plantas, con
su verdor, proporcionaban el vital aire para que los humanos siguieran con
vida. El consumo que el reino vegetal hacía de gases tóxicos empezó a afectar
las capas protectoras en la estratófera de nuestro planeta.
Se fue destruyendo la capa de ozono. Empezó
la tierra a recalentarse. Los hielos y nieves eternas a disolverse. Grandes
lluvias, tormentas y tsunamis aparecieron. Era el dolor de los årboles que aún
en su pena quería decirle a los hombres que no los mataran.
Junto con el dolor de los árboles apareció
otra catástrofe : muchas especies animales fueron extinguiéndose. De esta
manera empezaba a romperse la cadena alimenticia de la naturaleza. La ecología
herida de gravedad comenzó a pedir auxilio. El hombre seguía sin escuchar.
Continuaba con su agresividad y destrozos.
Una noche los árboles decidieron perecer.
Pidieron a los vientos que dejaran de soplar. El calor se hizo muy fuerte y un
gran incendio los fue consumiendo. Pero algunos arbustos jóvenes dejaron sus
raíces y marcharon a las ciudades. Volvieron a hablar para sorpresa del género
humano. Sólo hubo un niño que llorando por todo lo que ocurría pidió
a su madre que hiciera caso a la súplica de los arbustos. Su madre habló con
otras madres y niños y madres del orbe exigieron a los hombres acabar con el
incendio. Cuidar a los årboles y arbustos. Sembrar en toda la tierra
más plantas y que se evitara destruirlos.
El mundo volvió a su equilibrio. Los árboles
fueron entendidos y ellos volvieron a proteger a los hombres. Humanos y
vegetales empezaron a caminar juntos hacia la paz.
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