viernes, 13 de abril de 2018

EL CHOFER FANTASMA


(Contado por Rogelio Terán, Chonta Alta - San Bernardino - San Pablo)
Un hombre se encontraba parado a la orilla de la carretera en medio de una oscura y tenebrosa noche mientras caía un fuerte aguacero. Esto sucedió en la madrugada de un 31 de octubre -noche de brujas-, más o menos a dos kilómetros del cruce de una vía que conducía a dos pequeños poblados.
Pasaba el tiempo y el clima se ponía peor, y aun así, los pocos vehículos que transitaban a esa hora no se detenían a pesar de las señas que les hacía.
La lluvia era tan fuerte que apenas nuestro personaje alcanzaba a ver a unos tres metros de distancia. De repente vio cómo un extraño auto se acercaba lentamente y al final se detuvo. El hombre, sin dudarlo se subió al auto y cerró la puerta. Volteó su mirada y se dio cuenta, con asombro, que nadie lo iba manejando.
El auto, entonces, arrancó suave y pausadamente. Aterrorizado, miró hacia la carretera y se dio cuenta que adelante había una curva. Mojado hasta los huesos, se siente totalmente congelado.
El hombre asustado comienza a rezar e implorar por su salvación al advertir su trágico destino. No había terminado de salir de su espanto, cuando justo antes de llegar a la curva, una mano tenebrosa entra por la ventana del conductor y mueve el volante lentamente pero con firmeza.
Paralizado del terror y sin aliento, medio cierra sus ojos, se aferra con todas sus fuerzas al asiento, inmóvil e impotente ve como sucedía la misma situación en cada curva del tenebroso y horrible camino, mientras la tormenta aumentaba su fuerza.
Asustado y sacando fuerzas de donde ya no quedaban, se baja del auto y se va corriendo hacia el pueblo más cercano. Deambulando, todo empapado, se dirige hacia una cantina que se percibe a lo lejos.
Entra en ella, y a pesar de la hora, pide dos "media bucha" de aguardiente y, temblando aún, les empieza a contar la horrible experiencia que acababa de pasar a los pocos contertulios que lo acompañaban a libar el licor.

A la media hora llegan dos hombres totalmente mojados; se hizo un silencio casi sepulcral ante el asombro de todos los presentes. El miedo asomaba por todos los rincones del lugar.
mojados, y molestos le dice uno al otro:
"Mira Juan: allá está el hijo de p.... que se subió al carro cuando lo veníamos empujando.

Carlos Velásquez Sánchez


viernes, 6 de abril de 2018

EL DUENDE DE CHONTAPACCHA


1.-Hasta ahora cuenta una mujer, ya anciana, lo que le sucedió cuando lavaba ropa en las aguas provenientes del puquio que existe en Chontapaccha.
Dice esta señora que hace muchos años, cuando era todavía joven, se ganaba
la vida lavando la ropa de varias familias de Cajamarca.
Con el objeto de ganar sitio y tiempo, esta señora se dirigía siempre al puquio que queda en la bajada de Chontapaccha, como a las cuatro de la mañana, alumbrándose con su linterna de querosene. Pero una vez, equivocándose de hora, se fue más temprano. Serían más o menos las dos de la mañana cuando llegó al puquio y bajó su "quipe". Ya había comenzado a remojar la ropa cuando, con gran sorpresa, vio que un bulto salía del puquio, el mismo que tumbándola practicó con ella el acto sexual, no obstante los gritos
que daba y la resistencia que opuso. Desde entonces, por las noches, el mismo bulto entraba a su casa y subiéndose a la tarima en donde dormía volvía a practicar el acto sexual, sin que ella ni su marido pudieran oponerse.
Como resultado de estas relaciones, a los nueve meses dio a luz un muchacho deforme, con la cabeza parecida al del chancho, el mismo que felizmente al poco tiempo murió. Después del alumbramiento, volvió el bulto, y
el marido escuchaba en forma muy clara cuando la poseía sexualmente.
De tales hechos dio cuenta a una su comadre, quien le aconsejó que echara agua bendita a la casa y colocara en la cabecera de la cama una cruz de acero, como que en efecto lo hizo, con lo que desapareció definitivamente el duende del puquio.

2.-(Relato de Manuel Carrasco)
Se trataba de una mujer muy hermosa que se dedicaba a lavar ropa de sus clientes en el puquio de Chontapaccha, al que acudía de madrugada, circunstancia que aprovechaba un muchacho muy blanco y rubio, que aparecía
misteriosamente para requerirla de amores, a lo que, después de muchas insistencias, accedió. Una de esas madrugadas, el hombre la invitó a que se bañaran en el puquio. Pero cuando ambos ingresaron al agua, la mujer desapareció.
Sus familiares, preocupados por su prolongada ausencia, comenzaron a buscarla afanosamente, preguntando por ella en diversos sitios. Cuando ya habían perdido toda esperanza, una campesina les informó que la había visto llorando de noche en la laguna de Chamis.
Los parientes se constituyeron al indicado lugar, y después de esperar por algunas noches, en una de ellas, de Luna llena, escucharon el llanto. Entonces, se dirigieron al lugar de su procedencia y encontraron a la desaparecida medio enajenada, sentada a la
orilla de la laguna, llorando muy tristemente.
Por la fuerza la condujeron a su domicilio, en donde la hicieron santiguar por un curioso, después de lo cual recobró su lucidez y pudo contarles que el duende la había conducido desde Chontapaccha hasta la laguna, a través de un túnel que comunica ambos lugares. Al poco tiempo, la mujer cayó enferma, y sin que nada pudieran hacer los brujos, finalmente murió.

CarlosVelásquezSánchez