miércoles, 26 de septiembre de 2018

FRAILE POZO


La leyenda dice que con la colonización de los cholones e hibitos mediante las reducciones religiosas organizada por los Franciscanos, estos monjes cometieron muchos abusos con los nativos, ya sea a través de abusos físicos y sexuales o con los tributos que cobraban mediante la minka.
El incumplimiento de estos impuestos se castigaba con látigos de 12 puntas con una bola de resina endurecida en los extremos y a las víctimas les amarraban en el cepo (dos maderas largas con cavidades para apresar los pies en pleno sol.
Los frailes encargados de las tareas de evangelización quedaban al cuidado de las mujeres y niños, mientras los varones salían de caza o a trabajar forzados y abusaban sexualmente de ellos.
Cansados de tanto abuso, los nativos decidieron rebelarse sentenciando a muerte a los religiosos.
En presencia de todos, los ataron de pies y manos, arrojándoles después a un pozo profundo, sellando así el reinado de los frailes franciscanos.
El lugar que sirvió como tumba de los religiosos condenados, es conocido hoy como el “Fraile Pozo”, existiendo éste al pie de las piedras, caminando por la orilla del río Pajatén, desde la desembocadura en el río Jelache, camino al cerro Golondrina.

domingo, 23 de septiembre de 2018

LA CONQUISTA DE LOS INFIELES POR LOS FRANCISCANOS


                         (OLIVER TARAZONA VELA)
En el año 1676 los franciscanos crearon la Provincia de los 12 Apóstoles con la finalidad de conquistar las zonas de la selva del Huallaga Central de la Provincia de Cajamarquilla ó Pataz donde moraban las pacíficas tribus de los hibitos, cuyas viviendas estaban construidas a una altura de 1500 a 2000 m.s.n.m  en la Provincia de Mariscal Cáceres – Departamento de San Martín, cuya lucha y amestizamiento era continuo con las tribus de las montañas más bajas y que los llamaban los  infieles de las montañas, los cuales saqueaban y robaba a las mujeres de los hibitos en muchas  ocasiones destruyeron los pueblos de Condormarca y del Collay.
Ante tanto peligro, los misioneros empiezan a trazar planes diferentes de conquista, civilización y evangelización de los infieles y con el permiso de la Iglesia Cristiana.
Surgiendo la expedición,  al mando de Fray Francisco Gutiérrez con un intérprete nativo hibito bautizado en la Iglesia Católica con el nombre de Manolito.
Este intérprete era todo un personaje, conocido en el Sector de Alto Huallaga, debido a que su madre fue robada  por los infieles en el Sector de Collay y este personaje tenía un padre procedente de la tribu de los infieles (amazónico jíbaro y cunibo).
Su madre regresó al pueblo de Collay con Manolito, cuando éste tenía 12 años de edad.
Cuando colaboró en la expedición de los españoles, Manolito tenía 12 años. Esta expedición peligrosa se realizó con un grupo de personas nativas con el objetivo de colonizar, evangelizar y apaciguar la zona y Fray Francisco se había dirigido hacia allí para llevar el evangelio.
Durante la caminata de tres días abrían trochas por los caminos donde los infieles transitaban, los cuales Manolito conocía perfectamente.
Fray Francisco Gutiérrez y tres nativos más se detuvieron algunos segundos como clavados en el suelo húmedo y fangoso del interior de la selva, pero solo por segundos, porque inmediatamente el temor y la inquietud que los asaltó, despertó sus sentidos adormecidos por el hambre y el cansancio.
Ahora ya no eran hombres comunes y corrientes, ahora se portaban como felinos al acecho, el ruido percibido por Manolito había delatado a un grupo de nativos que debían encontrarse por los alrededores.
Y todos ellos sabían que se trataba de aquellos infieles criminales peligrosos que estaban buscando.
Había ido hasta allí para llevarles el Evangelio a aquel grupo que tenían fama de rebeldes y que no querían saber nada con los seres de otras culturas ni con sus demás paisanos.
Y la expedición tenía que seguir adelante y enfrentarse a ellos.
Al continuar el camino por 14 días descubrieron un gran sembrío de yucas y se detuvieron para escuchar algún ruido que delatara la presencia de los infieles.
Nada, solo una extraña quietud, divisaron tres chozas grandes, pero el silencio que reinaba en el lugar seguía siendo extraño.
Fray Francisco Gutiérrez, se  dirigió decididamente hacia el grupo de chozas y peligrosamente se asomó a una de ellas, un coro de gritos se alzó dentro de la choza y sus ocupantes huyeron hacia la espesura, eran ancianos, mujeres y niños.
Manolito les gritó que no tuvieran temor, que venían en son de paz, a enseñarles el Evangelio y el Padre Fray Francisco sacó de su mochila unos regalitos  que los asustados nativos recibieron y quedaron en absoluto silencio.
Y cuando les dijeron que estaban cansados y tenían hambre, una mujer se levantó y les alcanzó un recipiente con yucas, los nativos les dieron a entender que los varones habían salido de caza para la Gran Fiesta de la Luna Llena.
Al amanecer llegaron los varones trayendo abundante carne del monte y empezaron a gritar salvajemente al ver a los intrusos, parecía que de un momento  a otro les iban a atacar porque les empezaron a rodear como fieras que iban a saltar sobre ellos.
Manolito les habló sereno: Hemos venido en paz, queremos acompañarles en la Gran Fiesta de la Luna Llena y les traemos regalos.
Y empezaron a sacar espejitos, cintas de colores y cucharitas , y empezó a entregarles.
Los nativos cautelosos fueron recibiendo cada uno su regalo y dando gritos y saltos de júbilo, porque nunca había visto esa clase de regalos.
En la noche empezó la fiesta se levantó una inmensa hoguera en el centro de la aldea y empezaron a cocinar la carne de monte que debían ofrecer a la luna.
En su rito, los nativos daban vueltas en silencio alrededor del fuego, primero lo hacían los niños, mientras todos permanecían en silencio, luego las mujeres y finalmente los varones.
Empezaron a comer mirando siempre a la luna, le ofrecían el trozo que tenían en la mano y seguían comiendo.
La nocge llegó a su fin con una soberbia borrachera a base de masato y al mediodía los nativos iban despertando.
Durante la segunda noche, Fray Francisco Gutiérrez empezó a hablarles de un Dios más grande que la luna y el sol.
Les habló de la creación, de la entrada del pecado y de la salvación.
Permanecieron dos días entre ellos, al final de los cuales regresaron a Cajamarquilla dejando en medio de la selva, la semilla de la verdad que Dios, el tiempo y la labor posterior de los nativos se encargarían de hacerlo germinar.


viernes, 21 de septiembre de 2018

PACTO EN EL CAJAMARCORCO


En Pariapuquio, un bello lugar que queda en la parte alta de Samanacruz, frente al cerro Cajamarcorco; hace mucho tiempo vivía una pareja de jóvenes, con un hijo pequeño y otro por venir; tenían poco, casi nada, de dinero. Preocupado el padre decide salir a buscar trabajo a la ciudad.
— Ya nos quedan pocos realitos, y aquí no hay trabajo, ni semilla pue’ tenemos siquiera pa’ sembrar. Voy a la ciudad tal vez caiga alguito de trabajo, viejita.
— ¿Y yo, qué pa’ hacer acá solita con el cholasho y con mi panza?
— Dile a tu mama que venga a acompañarte. Además sólo va a ser un tiempito ¿acaso me vo’a quedar?
Dejando triste a su esposa; el joven parte de madrugada, en busca de un trabajo que le ayude a sostener a su familia. A mitad de camino se encuentra con un extraño hombre a caballo, con riendas y montura muy brillosas.
— ¡Buenos días! ¿o buenas noches será todavía? ¿A dónde vas tan temprano, cumpita?— le pregunta el extraño al joven.
— ¡Buenos días, taitita! a la ciudad me voy, necesito encontrar trabajito.
— ¿Trabajo? Justo necesito un muchacho que me ayude. Yo te doy trabajo, sube, monta al caballo para ir a mi casa.
— ¡¿En serio, taitita?!— de un brinco ya estaba sobre el caballo, sonriendo como nunca.
Así lo llevó al joven en las ancas del caballo, hasta orillas del río Mashcón. El hombre le pide al joven que cierre los ojos hasta que pasen el río; y éste así lo hace, al volver a abrirlos se encuentra dentro del Cajamarcorco; vio cosas que jamás había visto… ¡Había un pueblo muy hermoso! Es ahí donde se da cuenta que el misterioso hombre, en realidad, era el diablo.
— Bueno, ya estamos aquí ¿Para cuánto tiempo quieres trabajo?— pregunta el diablo con risa burlona, mientras se arregla los bigotes— Lo único que tendrías que hacer es atenderme, y cargar el carbón a mis mulas. Eso es todo.
— Para un mes, noma’ taitita; lo he dejau a mi mujer sola con mis cholitos—responde temeroso.
— ¡Ja,ja,ja! — se carcajea el diablo— ¡verdad! No te he dicho que aquí un día es un mes; si te ausentas tanto tiempo de tu casa ya no vas a encontrar a tu mujer, y si la encuentras la encuentras con otro.
— Entonces, pa’ tres díitas noma’ deme trabajito. ¿cuánto me va’sté a pagar?— responde entre avergonzado y sorprendido.
— Por cada día te voy a dar una alforja llena de oro, con eso se acabarán tus problemas. ¡Ah! pero eso sí, tendrás diez años para disfrutar de las alforjitas, luego tu cuerpo y alma serán míos. ¿Aceptas?... aquishito firma ¿Aceptas o no? Sino ya puedes irte, a ver si por tres días de trabajo te dan todo esto.(imagina los ojos del diablo como quien mira el suculento plato que se va a devorar)
Después de un largo silencio, el muchacho… aceptó. El miedo ya se había ido, ahora la codicia lo invadía, sus ojos sólo miraban a una dirección: las alforjas.” Tres días, y todo eso será mío. ¡Qué cojudo he siu! era para decirle una semana de trabajo: una alforja de oro por día” —se decía para sus adentros.
Aunque no sabía firmar, una gota de sangre del dedo índice bastó para sellar el trato. Así empezó a trabajar para el diablo por tres días (que en realidad eran tres meses afuera). Esos días pasaron rápido, el trabajo era leve: al diablo no le importaba hacerlo trabajar duro, el trabajo sólo era un pretexto para conseguir el cuerpo y el alma del pobre infeliz.
— Bueno pues, cumpita; se acabaron los tres días. Ahí están tus tres alforjas llenas de oro. Recuerda que tenemos un trato, ah.
— Sí, sí… deme mis alforjas. Ya me voy — la codicia otra vez.
— Cálmate, son tuyas; es más: llévate una mula, te la regalo, no vas a poder cargar todo eso tú solo— le dice el diablo con su acostumbrada sonrisa burlona.
— Muchas gracias, taitita. Voyme a ver a mi mujercita y a mis cholitos, me han de estar extrañando.
— Ve, ve… ¡Espera, espera! ¡Por poco se me olvida! ja, ja, ja… Dentro de diez años, como hoy, morirás. La última noche que te velen, a medianoche, que nadie esté en tu velorio, porque iré a recoger tu cuerpo. Tu alma ya será mía desde el instante que mueras. Ahora sí, ya puedes irte. No te vayas a olvidar de lo que te dije: que nadie esté en tu velorio la última noche.
El miedo le volvió al cuerpo al saber el día de su muerte y lo que le iba a pasar; pero se le paso al poco rato, total, diez años es mucho tiempo y ahora tenía todo ese oro para gastar.
Fue a casa, sólo para llevarse a su familia a la ciudad, su casa y terreno lo regalo; ahora tenía el suficiente dinero para comprar casa en la ciudad. Y así lo hizo: se compró una tremenda casa en Cajamarca.
El tipo vivía en la opulencia, lleno de mujeres, dinero y prosperidad, sin embargo, el día anunciado ya estaba cerca: diez años pasan en un pestañeo. Es así que un día enfermó de gravedad, y cuando se suponía que debió morir, el cuerpo le aguantó un día más, así que le dio a su mujer e hijos la instrucción, que el diablo le había dado hace mucho.
Al día siguiente murió y se empezó a velar como es costumbre. La última noche de velorio poco antes de medianoche, hicieron desalojar a los presentes como pidió el finado, sin embargo un borracho se quedó dormido en la habitación y los hijos dijeron: “bueno es un borracho y está dormido, seguro ni se enterará del secreto de nuestro padre”. Así que lo dejaron en el velorio.
Esperaron que den las doce campanadas y es entonces cuando sucedió: A lo lejos se escucharon cascos de caballos, que iban aumentando la intensidad hasta que se sentían bastante cerca, también se escuchaba unas ruedas, era como un carruaje el que se sentía que se acercaba a la casa, del difunto... de pronto el sonido de los cascos e los caballos y las ruedas se detuvo: había llegado. Los acompañantes del velorio estaban hechos piedra de tremenda impresión puesto que los chismes de un pacto con el diablo y el vecino millonario, era un secreto a voces.
Muchos rezaban y otros se ocultaban, todas las velas se apagaron y se quedó todo en penumbras, se escuchó un tremendo ajetreo y gatos peleando sobre el cajón. Un grito de terror asusta a los presentes... Se volvieron a escuchar los pesados cascos de los caballos y el carruaje que se iba alejando poco a poco; mientras, ni siquiera el más valiente de los hombres se atrevía a dejar de rezar o salir de su escondite...
Acabó la alboroto todos entraron, con mucho temor, al velorio encontraron al borracho botando espuma por la boca y en un estado de terror, sólo atinaba a decir: "lo ví.. lo ví..."
El cuerpo del señor no estaba y el cajón estaba vacío. En la mañana del entierro, la gente miraba la caravana fúnebre con terror más que respeto, mientras el borracho contaba, con pocas palabras que el diablo se llevó al difunto... Se cuenta que el cajón iba relleno con piedras y paja, para que los cargadores no notaran que estaba vacío.
Así terminó la historia del pobre infeliz que por la necesidad y la codicia termino perdiendo el cuerpo y el alma.


domingo, 16 de septiembre de 2018

LA BRUJA HERIDA

RELATO DE MANUEL ZAMBRANO

En el sitio denominado Cachachi, en la parte alta de Cajabamba, había una casa muy apartada en donde vivía una mujer ya entrada en años, y que, a decir de la gente, se dedicaba a la brujería y albergaba en su casa al diablo en forma de un gato negro que siempre la acompañaba.
Por la noche un perro negro recorría los campos dando aullidos espeluznantes que sobrecogían de miedo a los humildes campesinos que vivían en el lugar; los mismos que aseguraban que el perro no era otra cosa que la figura que tomaba la bruja para ir a reunirse con otras brujas en lugares alejados.
Un noche, como a eso de las once, recorría el camino un desprevenido viajero, ignorante de lo pesado de la hora. Fue entonces que apareció, de manera súbita, un furioso perro negro de gran tamaño que atacó al viajero. En su defensa solo atinó a sacar su machete logrando acertar un golpe en la pierna del animal, ocasionándole una grave herida.
El perro adolorido, huyó con dirección al monte, en donde desapareció.
El viajero, recobrándose del susto, pudo escuchar un prolongado grito lastimero proveniente del lugar donde se perdió el perro. Temeroso, fue en busca de auxilio a una casita cercana que logró divisar. Luego de contar lo sucedido al dueño de casa, regresaron al lugar de los sucesos, y adentrándose en el monte escucharon los ayes de dolor.
El lugareño sacó un rosario, se lo puso en el pecho y acompañó al viajero hasta el lugar mismo de donde provenían los gritos, y ellos, que esperaban ver al perro, con gran sorpresa, se encontraron con una mujer desnuda que tenía una profunda herida en una de las piernas.
El dueño de la casa se sacó el rosario y trató de hacer que la mujer lo adorase, más esta, revolcándose en el suelo se negó a hacerlo; pero obligada por los hombres besó la cruz y luego manifestó a sus captores que efectivamente ella era una bruja y que podía transformarse en cualquier animal; que estas artes demoníacas las aprendió de una antepasada suya, que también se dedicaba a la brujería, y que para iniciarla le había hecho tomar caldo de cabeza de gato negro, y además que conservaba como escapulario uno de los ojos del gato.
Los hombres arrancaron el escapulario que prendía sobre el inmundo pecho de la bruja, la marcaron con la señal de la cruz en la frente y en el pecho, luego la dejaron ir, sabiendo que ya nunca más podría dedicarse a la práctica de la brujería.
En Cachachi nunca más se volvieron a escuchar aquellos horribles aullidos.