domingo, 16 de septiembre de 2018

LA BRUJA HERIDA

RELATO DE MANUEL ZAMBRANO

En el sitio denominado Cachachi, en la parte alta de Cajabamba, había una casa muy apartada en donde vivía una mujer ya entrada en años, y que, a decir de la gente, se dedicaba a la brujería y albergaba en su casa al diablo en forma de un gato negro que siempre la acompañaba.
Por la noche un perro negro recorría los campos dando aullidos espeluznantes que sobrecogían de miedo a los humildes campesinos que vivían en el lugar; los mismos que aseguraban que el perro no era otra cosa que la figura que tomaba la bruja para ir a reunirse con otras brujas en lugares alejados.
Un noche, como a eso de las once, recorría el camino un desprevenido viajero, ignorante de lo pesado de la hora. Fue entonces que apareció, de manera súbita, un furioso perro negro de gran tamaño que atacó al viajero. En su defensa solo atinó a sacar su machete logrando acertar un golpe en la pierna del animal, ocasionándole una grave herida.
El perro adolorido, huyó con dirección al monte, en donde desapareció.
El viajero, recobrándose del susto, pudo escuchar un prolongado grito lastimero proveniente del lugar donde se perdió el perro. Temeroso, fue en busca de auxilio a una casita cercana que logró divisar. Luego de contar lo sucedido al dueño de casa, regresaron al lugar de los sucesos, y adentrándose en el monte escucharon los ayes de dolor.
El lugareño sacó un rosario, se lo puso en el pecho y acompañó al viajero hasta el lugar mismo de donde provenían los gritos, y ellos, que esperaban ver al perro, con gran sorpresa, se encontraron con una mujer desnuda que tenía una profunda herida en una de las piernas.
El dueño de la casa se sacó el rosario y trató de hacer que la mujer lo adorase, más esta, revolcándose en el suelo se negó a hacerlo; pero obligada por los hombres besó la cruz y luego manifestó a sus captores que efectivamente ella era una bruja y que podía transformarse en cualquier animal; que estas artes demoníacas las aprendió de una antepasada suya, que también se dedicaba a la brujería, y que para iniciarla le había hecho tomar caldo de cabeza de gato negro, y además que conservaba como escapulario uno de los ojos del gato.
Los hombres arrancaron el escapulario que prendía sobre el inmundo pecho de la bruja, la marcaron con la señal de la cruz en la frente y en el pecho, luego la dejaron ir, sabiendo que ya nunca más podría dedicarse a la práctica de la brujería.
En Cachachi nunca más se volvieron a escuchar aquellos horribles aullidos.


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