domingo, 25 de octubre de 2015

L A G U A R D I A N A


El Puesto de Juan Cruz, “La Fortuna”, estaba a las orillas del río en el Bajo Ucayali, más de mil hás. de tierras constituían su propiedad, tenía jebe fino en el terreno inundable y plantaciones de yuca, maíz y frejol en el terreno firme.
En su almacén se apilaban sacos de arroz y azúcar, paneros de fariña, cajas con latas de salmón, carme americana, sardinas y camarones.
Y en la cocina se ahumaban carnes como la seca y rojiza de los venados, la tierna y grasosa de las huanganas y majaces.
Juan Cruz era feliz, había pasado la tormenta que estuvo a punto de aniquilarlo : la muerte de su esposa Ana María mordida por un jergón.
Juan Cruz creyó enloquecer de dolor y tuvo que sobrevivir porque tenía que educar a su tierna hija María Soledad, sino él se hubiera suicidado.
Ya en el mes de Diciembre estaba por concluir y María Soledad de 16 años, llegaría terminando sus estudios, desde Iquitos, donde había permanecido internada en el Pensionado de las Madres de Santa Ana y feliz Juan Cruz se paseaba por el largo malecón de su puerto.
De pronto, arrastrándose perezosamente la Guardiana se acercó a Juan Cruz.
¿Ya comiste, Guardiana?
Como si entendiese la pregunta, la gigantesca boa que medía ya cerca de 07 metros. de largo, frotó su cabeza oscura contra las piernas de Juan Cruz.
Hacía ya tres años que la boa era dueña y señora del puesto. Juan la había cazado cuando era muy tierna.
Caminaba un día por el bosque vigilando el trabajo de sus peones, cuando oyó un ruido apagado y vio una boa pequeña enroscada al cuerpo de un otorongo. Si la boa hubiese sido mayor, ahí terminaban las correrías del tigre, pero la boa era muy tierna y el otorongo no tardaría en destrozarla con sus garras afiladas.
Juan Cruz con un tiro certero de su rifle mató al otorongo. La boa estaba herida, Juan Cruz cogió a la boa y la llevó a su casa junto con la piel del tigre.
Con bálsamos curó las heridas de la boa y sanó.
La boa se quedó en el puesto, mansa y tranquila como un animal doméstico y en poco tiempo limpió la casa de toda clase de roedores.
Pero, ya era tiempo de librarse de tan peligrosa servidora, porque ya había desaparecido dos cerdos gordos y en ambas ocasiones la boa se ocultó y la encontraron con la barriga tremendamente gruesa, era la prueba de que ella había devorado a los cerdos.
Juan Cruz le tenía cariño al animal y no pensaba matarla. Iría con ella en una canoa y la dejaría en el bosque, era preciso hacerlo porque quién sabe si un día se le antojaba oprimir un cuerpo humano entre sus poderosos anillos.
De pronto, un peón, gritó: ¡Lancha!
Juan Cruz, dijo: ¡Es el Liberal!, en el cual, llegaba su hija María Soledad y se apresuró a bajar al puerto.
Y ahí llegaba su hija y se fundieron en un largo y apretado abrazo y se dirigieron a la casa-habitación.
Al entrar María Soledad, lanzó un grito de espanto, pues vio que una enorme boa, sujeta por la cola a una viga, se balanceaba lentamente.
No temas. Es Guardiana, un buen animal doméstico, es más mansa que una paloma.
De “La Fortuna”, río arriba, se encontraba el inmenso shiringal de don José Iturriarán, uno de los productores de goma elástica del Ucayali.
Don José Iturriarán tenía un hijo que siempre estaba mezclado en toda clase de escándalos porque derrochaba la plata de su padre.
Un día, David Iturriarán, llegó en su lancha a “La Fortuna” y al ver a María Soledad, quedó prendado de su belleza, porqué nunca se imaginó que su vecino tuviese una hija tan interesante y comenzó a enamorarla.
Desde entonces, David llegaba a “La Fortuna” con cualquier pretexto y Juan se dio cuenta de lo que ocurría en el corazón de su hija y se volvió taciturno pensando como haría para alejar a su hija de David.
Y súbitamente tomó una decisión: mandaría a su hija a Iquitos a casa de su madrina.
Y en la primera embarcación se embarcó con María Soledad, sin avisar de su partida más que a Rodolfo Peixoto, el viejo brasilero, recomendándole que si preguntaban por ellos, dijera que se habían dirigido al Alto Ucayali, ruta contraria a la que habían tomado.
Iturriarán no dejó de visitar la casa y un día su alegría fue grande al encontrar a Juan Cruz ya de regreso, pero María Soledad no estaba.
Y para consolarse viajó a Iquitos y Juan Cruz no se enteró de su partida.
Un mes después recibió una carta de la madrina de María Soledad, en ella le explicaba que su hija con pretexto salía a la calle y llegaba tarde la noche y que varias veces la había visto acompañado por Iturriarán y que inclusive iba al hotel en donde se alojaba David.
Juan Cruz llenó de gasolina su bote motor y acompañado de Peixoto con quién se turnaba en el manejo de la embarcación se dirigió a Iquitos viajando día y noche.
María Soledad quedó sorprendida al encontrarse con su padre y emprendió el regreso junto con su hija.
Había ya comenzado el trabajo de la extracción de goma y Juan Cruz todas las mañanas se iba a vigilar el trabajo y una tarde que recorría el bosque se sentía indispuesto y caminó en línea recta por el bosque, vio una embarcación, se aproximó y vio a su hija María Soledad con Iturriarán en un íntimo encuentro.
Quedó vagando por el bosque y regresó tarde a su casa, rumiando su dolor.
Un día llegó la lancha correo y un marinero le entrega algunas cartas y un paquete de periódicos.
Se puso a leer, de pronto vio en el periódico las notas sociales que decía un artículo: “Matrimonio concertado  entre el acaudalado comerciante DavId Iturriarán que se había comprometido con una de las distinguidas señoritas de la Sociedad de Iquitos y que en breve se realizaría el matrimonio”.
El diario se le cayó de las manos y gruesas lágrimas rodaron de sus ojos y pensaba que ya no tenía más que un deber ¡matar!, vengarse del hombre que se había burlado de su hija María Soledad.
De pronto escuchó un chillido lanzado por Peixoto, era la boa “La guardiana” que había clavado sus dientes en un cerdo.
Acudió Juan Cruz y con sus gritos y un palo puntiagudo obligó a la boa a soltar a la presa. La boa levantó la cabeza, furiosa, Juan Cruz la calmó haciendo que le diesen un gran cubo de leche.
Peixoto – dijo – esta boa es un peligro Don Juan, habrá que matarla.
Juan Cruz miró largamente al animal y sonriente le dijo: Ya la mataré. Por ahora haz que los peones traigan la jaula para encerrarla.
Pasaron los días, durante los cuales Iturriarán no visitó a “La Fortuna” , mientras tanto, la boa se contorsionaba dentro de la jaula haciendo esfuerzos por romper los barrotes.
¿ Por qué no lo sueltas, papá? – preguntó María Soledad. Debe estar muerta de hambre.
Ya la soltaré, por ahora está castigada. La soltaré a mi regreso de Tres Unidos.
¿Vas a ir allá? Preguntó ansiosa la muchacha.
Sí, tengo un asunto urgente que arreglar. Tú te quedarás de ama absoluta de “La Fortuna”.
A los dos días apareció David, acompañado de un empleado de su hacienda, después de unos minutos de conversación, Juan Cruz llamó a Peixoto y le ordenó que preparase la lancha para su viaje a Tres Unidos.
María Soledad y David Iturriarán cambiaron una mirada cómplice.
Luego de que David se embarca en su lancha, Juan Cruz se dirigió  a su hija y le dijo :” Mira, será mejor que me acompañes”, María Soledad pretextó que le dolía la cabeza. Su padre le dijo: Vienes conmigo, el aire del río te hará bien.
María Soledad agachó la cabeza sin responder, haciendo un gesto de disgusto.
Peixoto anunció que la embarcación estaba lista y los tres se encaminaron al embarcadero.
Al momento de partir, Juan Cruz manifestó: Caramba, he olvidado un documento importante.
Corrió a la casa, entró a la sala, se acercó a la jaula y dejó en libertad a la boa. De un salto ganó la puerta y la cerró tras de sí, mientras la boa se lanzaba para atraparlo.
La guardiana estaba furiosa y hambrienta.
Luego partieron en la embarcación aguas abajo.
En la noche llegaba en su embarcación David Iturriarán y se dirigió a la casa de Juan Cruz, hizo girar suavemente la perilla, entró y cerró la puerta, prendió su linterna y enfocó el dormitorio de María Soledad.
La luz deslumbrante la linterna, alumbró los ojos de la boa, Iturriarán se estremeció y en voz baja, y luego más alto llamó: María Soledad, María Soledad.
Ninguna respuesta y un terror inmenso se apoderaron de él y perdió la serenidad.
Y la boa como una flecha se lanzó contra él, clavándole sus colmillos en una de las piernas y luego un silencio profundo.
Peixoto oyó los gritos, pensó que era el “tunchi” y se cobijó más hasta la cabeza para librarse del maleficio del alma en pena que había entrado en la casa de sus patrones y durante el día no se aproximó a la casa.
La embarcación de Juan Cruz a las 4.00 p.m. antes de llegar al puerto, se detuvo y le dijo a María Soledad: Vamos a ver como esta ese yucal.
María Soledad contemplaba las plantas y Juan Cruz vio la embarcación de Iturriarán, desató la cadena y empujó el bote, a fin de que la corriente la llevase.
Regresó, se embarcaron, Peixoto, salía a recibirlos y lo primero que dijo fue: Oh, senhor, en la suya barraca andan almas en pena. Se oyen gritos y lamentos.
Tonterías. Tu miedo te hace oír esas cosas. So pedazo de dejado.
Se encaminaron a la casa. Todo el piso estaba cubierto de babas y la boa dormía con la barriga enormemente abultada.
María Soledad contempló con terror creciente las manchas del piso, reconoció la linterna de David y vio a la boa.
Comprendió lo que había ocurrido y se tapó la cara con las manos gritando.
Juan Cruz cogió su carabina y disparó dos tiros a la boa en la cabeza. Esta agitó su poderosa cola y luego quedó muerta.
Mientras que Juan Cruz reía con una risa estúpida.

Humberto Del Águila Arriaga

miércoles, 7 de octubre de 2015

EL ULTIMO RUGIDO

El viejo Cotomono, colgado de una rama por la cola, se balanceaba y miraba complacido a sus hembras. Sin cambiar de posición, se rascó el lomo y lanzó su aullido que se oye hasta 10 kms. a la redonda.
Cotomono estaba alegre, pero sentía la pronta llegada de las lluvias y que al inundarse la selva, los árboles se cubrirían de flores primero y luego de dulces y jugosos frutos.
Las hembras saltando de rama en rama, alegres también rodearon a Cotomono.
Cotomono no se engañó, pocos días llovió, con sus aguas turbias comenzó a subir su nivel convirtiendo en lagos y canales las tierras más bajas.
Aichatero, el robusto otorongo después de devorar el último pedazo de venado que cazara el día anterior, se encaminó majestuosamente a la restinga que se alzaba lejos. Sus patas posaban suavemente el suelo acolchado de hojas secas, sin hacer el más leve ruido y sus ojos escudriñaban el bosque.
Aichatero, sabía que en la restinga se refugiaba la más grande variedad de animales y que no tendría necesidad, sino de dar zarpazos para tener en su mandíbula la rojiza carne de un venado o la fibrosa de una sachavaca.
La gran boa. Manchada, la vieja cazadora se arrastraba también a la restinga por otra dirección porque sabía que abundaba en ese sitio los alimentos.
Manchada no tenía prisa y se enroscó a un árbol y ascendió como una espiral, hasta alcanzar una rama, se colgó de ella, sujetándose con la cola.
Manchada se sentía alegre y ágil.
Manchada y Aichatero se habían equivocado, por algún motivo la restinga estaba desierta, no había sino perdices y uno que otro añuje y todos estos animales juntos no alcanzaban para un desayuno de Manchada.
La boa desilusionada decidió lanzarse a nado en el gran bajío e ir a la gran restinga, aún cuando ahí corría el peligro de encontrarse con el hombre, que en ese lugar hacía sus cacerías.
Pero, en esto vio a la distancia pasaba un tapir, la boa encantada, irguió la cabeza, ya que un tapir es un bocado magnífico. Después de triturarlo, lo tragaría entero y dormiría una siesta de 3 o 4 días.
La boa comenzó a deslizarse en dirección de la sachavaca, de pronto éste se detuvo, alzó la trompa y agitó las orejas. Su fino olfato advirtió el peligro y emprendió veloz carrera.

Aichatero, también se había dado cuenta de la presencia de la sachavaca y precisamente iba detrás de sus huellas, cuando la sachavaca asustada comenzó a correr.
Manchada, una cazadora experimentada y paciente, sabía que las sachavacas se alimentaban de un  pasto especial.
Aichatero, también experto cazador sabía lo mismo que Manchada y esperaba a su presa sobre un árbol caído.
Pasaron las horas y cayó la noche sin que la sachavaca apareciera. La boa seguía en la misma dirección, mientras que el tigre estaba también al acecho y se quedaba adormilado.
Amanecía ya y el otorongo se desperezó y comenzó su higiene personal, lamiéndose primero las zarpas y después todo el cuerpo, desde el lomo hasta la cola.
De pronto, Aichatero, vio que lentamente, receloso, avanzaba la sachavaca a su comedero y de pronto dio un chillido y comenzó a correr.
Pero de pronto, Manchada le clavó los potentes colmillos en un anca y la sachavaca como queriendo librarse, pero la boa estaba afirmada a un árbol, se dejó estirar como si fuese de jebe, para recogerse después y atraer hacia sí a la sachavaca.
Era su manera de cazar, llegaría el momento en que la sachavaca, agotada, se dejaría caer y la boa la envolvería en sus poderosos anillos.
De pronto. Como un bólido amarillo manchado de negro, cayó sobre el lomo de la sachavaca y comenzó a correr.
La boa tuvo que soltar a su presa y la sachavaca escapó pero sobre su lomo iba el otorongo.
Manchada quedó rumiando su furia, se habían burlado de ella, quitándole una presa que era suya y aun cuando el otorongo le  desgarrase el cuerpo, tenía que cogerlo y triturarlo, porque un otorongo puede,  como alimento reemplazar a una sachavaca.
Pasaron los días, la boa permanecía en acecho, pero Aichatero era muy astuto para dejarse sorprender, porque no daba un paso sin clavar sus ojos en todas direcciones.
Manchada estaba impaciente, con la impaciencia de una boa furiosa y con hambre.
¿Se habría marchado el otorongo hacia otro lugar? Imposible, porque para irse, tendría que nadar un día entero y ningún otorongo tiene esa resistencia.
Habría que esperar y la boa volvió a adormilarse.
De pronto, Manchada se despertó y vio que el otorongo venía en línea recta hacia ella. El otorongo pasó cerca de la boa, su olfato le advirtió la presencia del reptil y dio un salto prodigioso.
Era tarde, pues la boa había clavado en el lomo sus dientes ganchudos y el tigre en su salto arrastró a la boa.
El tigre se tiró al suelo, con la barriga hacia arriba, para evitar que la boa lo envolviese en sus mortales anillos. Sus zarpas afiladas se hundieron en el cuerpo de la boa, abriéndole profundos cortes y el blanco pecho del otorongo recibió un ligero baño de sangre.
La boa pugnaba por introducir su cola debajo del cuerpo del tigre, pero éste se revolvía, daba zarpazos y clavaba sus colmillos.
El otorongo se llega a fatigar, en tanto que la boa no conoce el cansancio y así fue. En una de sus vueltas el otorongo jadeante se descuidó y la boa se enroscó a su cuerpo.
Entonces la boa, ya segura de su triunfo, ciñó otro anillo y otro… y otro. El otorongo seguía empleando sus garras y dientes.
La boa consiguió ajustar el cuerpo del tigre e inició el proceso de comprimirlo mortalmente.
El tigre dio un último rugido que salió de sus fauces junto con una bocanada de sangre roja y negra, luego dobló la cabeza y murió.
Se escuchó un crujir de huesos, la boa comenzó a desenroscarse, cubrió el cuerpo del tigre con una saliva viscosa e inició el proceso de tragárselo milímetro a milímetro el cuerpo del tigre fue perdiéndose en la boca de Manchada, la boa.
La boa con su cuerpo deformado, muy grueso en el centro, se arrastró hacia una zanja y se estiró para dormir unos cuatro días, luego de una buena brillada de pupo.

Humberto Del Águila Arriaga

jueves, 1 de octubre de 2015

EL MARAÑON O CASHO


MARAÑÓN (Anacardium occidentale)





http://www.peruecologico.com.pe/images/flo_maranon_01.jpg
Reino:
Plantae
Filo:
Angiospermae
Clase:
Dicotiledoneae
Orden:
Sapindales
Familia:
Anacardiaceae
Género:
Anacardium
Especie:
A. Occidentale





DISTRIBUCIÓN, HÁBITAT Y CULTIVO
El MARAÑÓN es un árbol que fue domesticado en el noreste de Brasil y a partir de allí se extendió hacia toda la cuenca amazónica. Se dice que fueron los primeros colonos y caucheros del siglo pasado quienes encontraron esta especie.

El 
MARAÑÓN es cultivado en zonas con clima tropical de todo el mundo, con temperaturas entre 22º y 26º C, sin heladas, con precipitaciones de 800 a 1,500 mm al año, y un tiempo de estiaje de 3 a 4 meses.

Crece en diversos tipos de suelos, desde los ácidos de baja fertilidad hasta los alcalinos de buena fertilidad, pero con buen drenaje. El 
MARAÑÓN se propaga por semillas que germinan entre los 14 y 21 días, y también mediante injertos, especialmente para las variedades comerciales.

El 
MARAÑÓN tiene ventajas de adaptación a los suelos pobres, predominantes en la Amazonía, y es una especie de usos múltiples con productos de valor industrial y alta demanda en los mercados.





MORFOLOGÍA

TAMAÑO: El MARAÑÓN es un árbol siempreverde que alcanza hasta 20 m de alto.

TRONCO: Posee un tronco corto, tortuoso y con ramificación dispersa, así como una copa amplia en edad productiva. Su corteza, de color gris a pardo claro, contiene una savia lechosa.

HOJAS: Las hojas del MARAÑÓN son simples, alternas, sin estípulas, de ápice redondeado y se encuentran agrupadas en los extremos de las ramas. Miden hasta 25 cm de longitud y 6 cm de ancho.

INFLORESCENCIAEl MARAÑÓN presenta una inflorescencia de forma panicular, con flores pequeñas de color amarillento o rosado.

PEDÚNCULO O SEUDO FRUTO: Es la parte de la planta que se consume como fruta fresca. Se trata de un pedúnculo engrosado, con forma de pera, que mide de 4 a 8 cm de largo, y posee una pulpa carnosa y jugosa. En su extremo se ubica el fruto verdadero con forma de nuez.

FRUTO: El fruto del MARAÑÓN es una nuez de color verde grisáceo que mide de 2 a 3 cm de largo, tiene forma de riñón, un pericarpio liso y brillante, un mesocarpio con contenido de aceites, y recibe el nombre de anacardo o nuez del Marañón. El aceite que se halla en la nuez, el cardol, es muy irritante para la piel y se extrae calentando las nueces. La nuez es muy cotizada y tiene buen mercado de exportación.

COMPOSICIÓNAceites esenciales, proteínas, fibras, minerales, ácido ascórbico, tiamina, caroteno, riboflavina, terpenos, politerpenos, taninos, fenoles, anacardiol y ácido anacárdico, este último causante de serias irritaciones en la piel.





USOS

MEDICINAL:
- Los seudo frutos del 
MARAÑÓN son conocidos como '' la fruta de la memoria'' porque fortalece la actividad cerebral.
- Contiene grandes cantidades de vitamina C, útil para el crecimiento y reparación de tejidos en todo el cuerpo.
- La cocción de la corteza y hojas del MARAÑÓN es usada para el tratamiento de cólicos estomacales, inflamaciones, insomnio, neuralgias, diabetes, diarrea, paludismo y hemorroides.
- La resina de esta planta sirve para curar lesiones cutáneas y para el tratamiento del cáncer.
- Entre los tunuca de Colombia el jugo exprimido es considerado muy útil para el tratamiento de la influenza.
- Algunas comunidades indígenas de Colombia utilizan las hojas y la corteza del MARAÑÓN para la curación de la tos ferina y para la diabetes.
- En Brasil, la decocción de la corteza es un remedio para los tumores de la boca.
- En la Guayana Francesa se usa el cardol o aceite del pericarpio para cauterizar las heridas en las plantas y dedos de los pies. También es empleada contra la malaria, dolores dentales y sifilis.

ANTICONCEPTIVO:
- En algunas zonas de Colombia se piensa que la decocción de las hojas bebida durante los días de menstruación evita la concepción.

ALIMENTICIO:
- El pedúnculo carnoso del 
MARAÑÓN se consume como fruta fresca o en jugos. También se le utiliza en la preparación de jaleas, compotas y almíbar.
- El zumo se consume en estado natural, y pasteurizado y filtrado es una bebida casera no alcohólica de gran demanda popular. Al fermentarlo se puede obtener un vino delicado y de excelente sabor.
- Sus semillas tostadas son muy nutritivas y contienen propiedades afrodisíacas.

TINTE:
- Del jugo del pedúnculo o seudo fruto se obtiene un tinte indeleble de color marrón.

AGROFORESTERÍA:
- Se le usa en asociación con otros cultivos tales como yuca, plátano, piña, uvilla, pijuayo, castaña y tornillo.
- También es utilizado como cerco vivo.

ADVERTENCIA:
- En dosis elevadas el consumo de la decocción de las hojas es tóxico, y puede tener consecuencias graves ya que actúa sobre el sistema nervioso central, pudiendo deprimirlo.




EL ACHIOTE

El achiote es un árbol pequeño cuyo origen se encuentra en las zonas tropicales de la zona amazónica del Perú y que se va extendiendo por Asia y África.

La palabra achiote es una castellanización del náhuatl achiotl. La etimología del nombre binomial corresponde a bixa, latinización del portugués bixa; orellana, dedicado al explorador español Francisco de Orellana.

En la etnia Asháninka, sus pobladores usan los tallos secos del achiote para iniciar el fuego por fricción. Otros pobladores como los Amahuacas usan la madera para confeccionar las puntas de sus flechas. Los shipibos utilizan sus semillas como alimento y condimento y se le atribuyen propiedades estimulantes y digestivas.

Uso medicinal:

Su uso es bastante amplio en las diferentes etnias y va desde antidiarreico hasta antimalárico, pasando por antiinflamatorio, diurético, bronquitis, amigdalitis, malestares de garganta, hígado y riñones. La infusión de las hojas es usada por las mujeres para lavados vaginales, teniendo resultados muy buenos en el control de inflamaciones producidas por hongos y bacterias.

Las hojas machacadas son consumidas para controlar vómitos y los frutos y semillas en infusión, ayudan a controlar el dolor de cabeza.

Las hojas también actúan contra malestares de garganta, afecciones respiratorias, dolores renales, inflamaciones dérmicas y vaginales, fiebre, hipertensión, vómitos sanguíneos, diarrea, hemorroides, angina, abscesos, cefalalgia, infecciones de la piel y conjuntivitis.

La raíz, por otra parte, está en discusión un grave efecto hepatotóxico, por lo que su ingesta directa, en infusiones y demás; esta totalmente contraindicada. Son absolutamente falsas las recomendaciones que sugieren un efecto beneficioso en las hepatitis.

La semilla molida es utilizada para tratar sarampión, viruela, afecciones estomacales, enfermedades del riñón, disentería y febrífugo, astringente y ligero purgante, mientras que la pulpa se usa en quemaduras y ampollas.

El extracto seco o la infusión de las hojas se usa mucho para controlar y curar la prostatitis, algo común en los adultos mayores, que de consumir frecuentemente esta panta, puede prevenir la aparición de esta dolencia, que bien puede degenerar en cáncer de próstata.

Otros principios activos en el achiote son los flavonoides, carotenoides (vitamina A), vitaminas del complejo B, C, leuteína, pectina, norbixina, glucósido de apigenina y muchos compuestos químicos más.

Esta planta se ha convertido en un recurso ancestral mágico y poderoso y el Perú es el primer exportador de achiote del mundo.  

sábado, 26 de septiembre de 2015

EL TIGRE NEGRO

EXTINGUIO AL POBLADO DEL VALLE
El sector del Valle, es un caserío que pertenece al Distrito de Campanilla, en la que los antiguos pobladores vivieron un periodo de tiempos de terror y angustia por lograr la supervivencia.
El Valle vivó  un tiempo de continuas epidemias que la azotaba, por lo que todos los pobladores decidieron abandonar sus tierras para sí poder salvar sus vidas.
Tiempo después, algunos resistiéndose a abandonar definitivamente sus hogares decidieron volver al poblado, encontrándose con la grata sorpresa que la epidemia había desaparecido y este poblado empezó a repoblarse y a surgir mediante el trabajo que realizaban en sus chacras.
Pero, al parecer, este lugar estaba afectado con una maldición, pues ya no les afectaba ningún tipo de epidemia, porque apareció algo terrorífico, eran dos tigres negros, animales muy inteligentes para capturar a sus presas.
Otros lo consideran  como un animal endemoniado por su voracidad, eran insaciables y sanguinarios que empezaron a devorar poco a poco a los pobladores de este lugar.
Las fieras sacaban a sus víctimas de lo alto de las casas y los devoraban uno a uno, sin poder hacer nada para impedirlo.
Ante tanta matanza, la población que disminuía enormemente en número, decidió protegerse de estos ataques y el único lugar seguro era la iglesia, ya que estaba construida con sólidas paredes y con una altura imposible de ser vulnerada por estos feroces animales.
Ya refugiados en la iglesia, el peligro aún no desaparecía. Si bien es cierto que estaban protegidos de los continuos ataques, pero ya no contaban con alimentos suficientes para poder subsistir más tiempo, pues estaban rodeados por estos feroces animales que cuanto más pasaba el tiempo, se veían más y más hambrientos a la espera de cualquier presa por devorar.
Ante la hambruna que pasaban, algunos de estos refugiados se proponían a salir de la iglesia en busca de alimentos, pero el que abandonaba el lugar, ya no regresaba. Era ferozmente perseguido y devorado por estas fieras´
Los pobladores se desesperaban más y más, ya que sus vidas se estaban convirtiendo en una horrible pesadilla, sin tener alimentos ni agua para poder subsistir por más tiempo.
Una ancianita, viendo el profundo sufrimiento de las personas, pensó en la posibilidad de como librarse de esta amenaza. Ella vivía en la iglesia y conocía todos los lugares y rutas de salida.
Es así que utilizó uno de estos pasadizos secretos y logró salir del lugar sin ser detectada por las dos fieras. Se marchó con rumbo a su chacra donde recolecta raíces de barbasco y se puso a machacarlos, ya con esta sustancia convertida en líquido regresó en forma cuidadosa a la iglesia.
Como había estudiado a diario el comportamiento de los tigres se dio cuenta que siempre cuando tenían sed se dirigían a un depósito de agua que estaba situado detrás de la iglesia.
Entonces, ella muy cautelosa se dirigió sin hacer notar su presencia hacia dicho recipiente, en la que vertió el líquido del barbasco y volvió a entrar a la iglesia por el mismo lugar por el que salió.
Los dos tigres, ante la disminución de la cacería y la escasez de alimento comenzaron a desesperarse, buscando por los alrededores de la iglesia una entrada para atacar a los pobladores.
Cansados los tigres, agitados por el calor se dirigieron hacia el recipiente de agua, la que ya había sido envenenada por la anciana y los dos tigres bebieron el agua, ante la atenta mirada de sus víctimas, quienes esperaban resultados de su plan, para poder salvarse.
Una vez bebido el agua del recipiente, los dos tigres regresaron al frente de la iglesia. Los pobladores no dejaban de mirarlos y con el transcurrir de las horas los tigres, se quedaron profundamente dormidos.
Llegó la noche y no se movían, amaneció y seguían inmóviles, ante esto, unos pobladores se acercaron a ver si el veneno había dado resultados.
Se acercaron temerosos a los tigres, provistos de palos y al llegar a ellos los empezaron a mover, pero ya estaba muertos los dos tigres, producto del envenenamiento con el barbasco y fue así como se libraron de estos dos tigres.
Los pobladores sobrevivientes, pese a haberse librado de los tigres, consideraron que ya habían sucedido demasiadas tragedias y decidieron alejarse para siempre de este poblado.


Oliver Tarazona Vela

viernes, 25 de septiembre de 2015

LA HISTORIA DE LAS TRES LORAS

Por Addhemar H.M. Sierralta (Perú).
 Había una vez una lora que hablaba tres idiomas. Nadie podía creer aquello hasta que una tarde fue vendida por 10,000 libras esterlinas en una casa de antigüedades, ubicada en una de las viejas callecitas de Windsor, por allí donde se dirige la mirada inmóvil de la estatua de la reina Victoria, aquella diminuta soberana de gran relevancia para los británicos. El buen anticuario Elías, dueño del animal, hizo el negocio de su vida.
Un empresario norteamericano le pagó tal suma una vez que comprobó las habilidades del plumífero. El ave lo saludó al entrar a la tienda, en inglés, español e italiano. Y luego reafirmó sus conocimientos e inteligencia cuando al mostrarle sus dedos podía decir los números en las tres lenguas.
El judío Elías, quien era sefardí y vivió en España e Italia antes de recalar en la isla anglicana, entrenó a Pam, la susodicha lora, para que pudiera saludar y despedirse, así como contar hasta diez cada vez que le enseñaba sus dedos. El gringo, maravillado por tal prodigio, no dudó en pagar las 10,000 libras y marchó a América con su valiosa compra.
Lo que no sabía el yanqui es que Elías había entrenado a tres loras, simultáneamente, para que desarrollaran tal habilidad. El las había encontrado un día en su huerta. Claro que también las vendió a otros interesados, uno procedente de Australia y el otro oriundo de Canadá. Las tres loras le dieron muy buena plata.
Como la casualidad juega como el destino, coincidencias extrañas determinaron que las tres loras se fueran a encontrar meses más tarde en un concurso para aves en Las Vegas. Los flamantes dueños de las aves trilingües –todas tenían el mismo entrenamiento y desarrollaron similares habilidades- creyendo ganar el concurso que se convocó, en la ciudad de los juegos y espectáculos inverosímiles, confiaban que sus aves era únicas. Menuda sorpresa se llevarían.
El premio de 90,000 dólares tuvo que ser repartido, puesto que fueron tres los ganadores, y luego del evento, de las carcajadas por las coincidencias increíbles, y de hacerse amigos, los dueños de las parlanchinas loras se fueron a almorzar a un restaurante a las afueras de la ciudad donde degustaron suculentos bifes preparados al estilo del oeste.
En una mesa, frente a los nuevos amigos, almorzaba un taciturno anciano quien observaba a las loras con curiosidad. De pronto se puso de pie y se acercó a las aves y las observó con detenimiento. Sus dueños sorprendidos inquirieron acerca de su actitud. El veterano con parsimonia les dijo :

-       Les doy 100,000 dólares por cada una.
-       ¿ Qué ? – respondieron al unísono el norteamericano, el canadiense y el australiano.
-       Así es, caballeros. Y tengo el dinero en efectivo.
Obviamente que la sorpresa fue mayúscula, y hasta la camarera –una guapa rubia en traje vaquero con minifalda- abrió la boca estupefacta.
La transacción se hizo al momento y el anciano salió con sus tres aves y se dirigió presto hacia la zona de la represa Hoover y de allí marchó a Arizona recorriendo desiertos y pueblitos hasta llegar a unas montañas. Al arribar a una cabaña de cuya chimenea salía un humo blanco fue una robusta y vieja mujer, de cabello cano y sonrisa amplia quien salió a recibirlo. Ambos sonrieron y se dirigieron a la sala con las tres loras.  Colocaron las jaulas en una mesa y se abrazaron emocionados hasta las lágrimas.
Luego el viejo fue a la alacena y sacó unas frutas y colocó una en cada jaula. Eran provenientes del árbol sagrado de los Mayas, aquel que crece y  se encuentra en la ciudad sagrada de Tikal. Con su cáscara verde atrajeron de inmediato a las loras quienes las devoraron. Apenas pasaron un par de minutos cuando las aves se convirtieron en tres hermosas jóvenes, una con cabello negro, la otra de pelo castaño y la tercera de cabellera rubia. Como es de suponer habían roto las jaulas y ya libres se abrazaron los cinco y era un solo de saltos, de lágrimas, besos y gritos de alegría.
El hechizo se rompió. La familia estaba unida nuevamente, después de diez años, y una intensa búsqueda del padre de las niñas –hoy bellas jovencitas- quien recorrió medio mundo siguiendo rastros ciertos y equivocados había dado sus frutos. Su fortuna le permitió hacerlo.
Cuando eran aún niñas, las hermanitas, fueron raptadas por una pareja de extraños que llegó a su pueblo. Con engaños las alejaron de su casa y con maleficios las convirtieron en loras. Así pudieron llevarlas a Europa y  cuando quisieron revertir los efectos mágicos en un momento de descuido escaparon volando. Cayeron en manos del judío quien les alimentó y cuidó, sin saber de la brujería. Aparentemente los raptores querían venderlas y obtener ganancias suculentas.
Las hermanas tenían –como aves- la disposición y facilidad de aprender. Como su circunstancial dueño viajó por motivo de sus negocios a varios países, aprendieron nuevos idiomas.
Por su parte, sus padres desesperados, vieron como las habían convertido en loras pero al tratar de alcanzar a los malvados raptores les perdieron el rastro. Acudieron donde una anciana hada que vivía entre las montañas y fue ella quien les indicó que solo con la fruta sagrada del Tikal, sus hijas, podrían recobrar su forma original.
El padre angustiado siguió a los raptores sin resultados positivos. Y cuando ya había perdido, por el paso de los años, la esperanza de hallarlas, descubrió a las loras en el concurso de marras y no se despegó de los tres nuevos dueños. Estaba seguro que eran sus hijas, su corazón no podía fallar. Felizmente tenía todavía dinero y cada cierto tiempo conseguía le enviaran desde el Tikal frutas, en espera que algún día se obrara el milagro.
Y el día llegó y la felicidad volvió a la familia. Pero lo que no sabían los padres era que los tres anteriores dueños de las loras, movidos por la curiosidad, siguieron al anciano hasta su casa y fueron testigos del reencuentro. Ellos tocaron la puerta para sumarse a la alegría de la familia y al ver de cerca a las jóvenes quedaron prendados de su belleza. Lo mismo pasó con las tres hermanas que se enamoraron de sus antiguos dueños y desde ese día floreció el amor.

Y, como en los antiguos cuentos, las tres parejas se quedaron a vivir en las  montañas y se casaron, tuvieron muchos hijos y vivieron felices por siempre.