martes, 15 de octubre de 2019

EL R U N A P U M A


Ñaupa tiempo, en la trágica selva peruana, un hombre malvado apodado Calín que era muy conocido por las autoridades que cometía con los humanos y animales del lugar.
Un día, este despiadado hombre enfurecido como una bestia, prendió fuego a su choza cuando sus dos hijos y su mujer se hallaban allí dentro, tan solo porque no le habrían preparado su comida favorita que el había pedido “ sopa de serpiente con plátanos ahumados”.
La mujer logró escapar y desaparecer para siempre en la inmensa selva.
Mientras que las criaturas se carbonizaron en el fuego adoptando la apariencia de hormigas siquisapas.
Ante este acto hermoso la “mamapacha” se enfureció mucho y mandó a su hijo, el “chullachaqui” que le diera su castigo traspasándole el corazón con una flecha envenenada y usando un pacto maligno, lleno de ira y de rabia logró transformarse en una gran puma negro, con los ojos rojos como el fuego, colmillos y garras espantosas, que el propio chullachaqui le tuvo miedo y no se atrevió a cumplir, sino que más bien huyó despavorido por las orillas del río Saposoa.
Desde entonces, hecho ya un runapuma deambula por los bosques convertido en una fiera,  atemorizando y espantando al resto de animales que habitaban en la zona.
Cuando baja a la ciudad, no, obstante lo hace en forma de hombre para poder alimentarse de la sangre y de los cerebros humanos.
En una oportunidad fue visto dentro del cementerio, sacando y devorando el cerebro y lo ojos de un cádaver que había sido sepultado recientemente y que su muerte se había sido dado por accidente en una de las tantas trochas polvorientas.
Este accidente, dijeron que cansado por el mismísimo monstruo de la selva se encontraba muy hambriento, además estaba perdiendo la visión y por eso necesitaba  comer ojos, también estaba perdiendo la memoria, por lo tanto comer un cerebro inteligente.
El vigilante del cementerio convocó a los serenazgos para atrapar a este hombre, pero al notar la presencia de los efectivos del orden se convirtió en un puma y huyó saltando el cerco del manso campamento.
Los serenazgos al ver esta espantosa metamorfosis se asustaron mucho y hasta uno de ellos quedó traumado y tuvo que acudir a ocupar los servicios de un chamán norteño para recuperar su salud.
En otra ocasión cuentan que a la ciudad de Tarapoto llegó un circo que divertía a la población.
El camión que trasladaba al mono King Kong y al loro Perico, fue asaltado por un hombre con la cara demacrada.
Este,  con una pistola en mano de inmediato chupó la sangre al gorila y después de matarlo lo tiró al suelo.
En reemplazo del gorila, en su jaula puso al chofer del carro, espués de comerle el cerebro y adaptarle la forma de puma.
Se perdió velozmente en la vegetación espesa de un bosque cercano.
El loro que había logrado esconderse de las garras de la bestia, contó con detalles este hecho y con lágrimas en los ojos impresionó a la persona que había llegado a entrevistarle.
Luego a los 07 días después de este suceso cuando un pescador se encontraba atrapando carachamas en la quebrada yanayacu, otra vez el runa puma se apareció  para hacer de las suyas.
El pescador vio acercarse una sombra oscura, volteó para ver de que se trataba y para su sorpresa era un puma negro con cabeza de hombre demacrado.
El pescador emprendió la carrera para poder escapar de las garras de esta bestia, no le importó el saco de carachamas que había obtenido, con tal de salvar su propio pellejo.
Muchos en su afán de eliminar a este animal hombre han fracasado y han sido devorados sus cerebros y sacados los ojos de sus caras.
Esta es la historia del yanapuma o runapuma, unas veces desafiante y atemorizante entre las fieras de la selva y otras veces camuflado entre la gente consentido en hombre normal.

domingo, 22 de septiembre de 2019

UN ENCUENTRO CON LA BRUJA


Cuenta don Narciso Yataco, chinchano de pura cepa, el encuentro inesperado que tuvo hace ya tiempo con la terrible “Bruja”. Su relato es el siguiente:“En el mes de marzo, cuando se cosecha la uva, yo trabajaba en una bodega. Vivía lejos de mi trabajo en el lugar llamado balconcito, en la zona de Ñoco bajo, y como tenía que caminar mucho para llegar a la bodega donde intervenía en la “pisa” de la uva, me levanté muy temprano a eso de las tres de la madrugada. Me dirigía muy tranquilo a mi trabajo cuando, de repente, oigo un grito extraño que me hizo poner la carne de gallina y los pelos de punta, al instante me acordé de la “Bruja” porque mis compañeros de pisa me habían contado que por esos lugares merodeaba.

También me habían dicho que para asustar a la “Bruja” había que enseñarle alguna cosa de acero porque ese metal lo libra a uno de las brujerías y de los “aparecidos”. Pero como yo cargaba mi “segadera” (la hoz) en la cintura, atada a una faja de tela que acostumbramos ponernos en ese tiempo, no tuve mucho miedo porque me acordé que era de acero”.

“Cuando los gritos se acercaban más y más, miré una planta de pacay que se encontraba al borde del camino y, cerca de mí, vi un inmenso animal, parecido a una ave, que tenía una horrible cara. No hay caso, es la “Bruja” pensé. Y agarrando mi “segadera” de acero le grité:”- ¡bájate, bruja maldita! pero me entró mucho miedo y casi hecho a correr cuando me respondió: -Ahí me abajo. ¡Ahorita nomás! Con los últimos restos de coraje que tenía y temblándome la mandíbula, le grité nuevamente:- ¡bájate, bruja del demonio! Casi corro cuando me contesto- Me estoy bajando. “Y dicho y hecho. Desciende del pacay y se coloca al centro del camino impidiéndome pasar. Entonces yo le arrojé mi “segadera” dándole en el brazo izquierdo. Ocurrido luego algo maravilloso y extraño, que hasta ahora me parece un sueño, pero para cerciorarme que estaba despierta me refregué los ojos.

La fea y horrible Bruja se había convertido en una muchacha muy bella, algo que nunca había visto en mi vida y como yo estaba asombrado por la transformación, ella me dijo:”-Gracias, mi buen amigo, me has salvado de quemarme en el infierno.

 Dicho esto se sonrió conmigo y se fue volando al cielo, quedándome pálido de espanto y sin poder articular una solo palabra. Después, me fue pasando el susto y continué mi marcha con dirección a la bodega. Cuando llegué le conté a mis compañeros de trabajo lo que me había sucedido pero muchos de ellos no me creyeron.



domingo, 15 de septiembre de 2019

LA CULEBRA DE ORO


Había un matrimonio campesino que era muy aficionado a comer camarones, esos riquísimos camarones que tanto abunda en el rió San Juan que forma el Valle de Chincha. La mujer, especialmente tenía “antojos” por saborear esta clase de animal de rió y el esposo, que era muy complaciente en satisfacer los deseos de su señora, no tuvo más remedio que preparar sus “ichiguas” o “izangas”, (especie de canastas alargadas que se colocan en el rio para atrapar camarones).Después de haber esperado más de tres horas, comprobó que en las “ichiguas” habían caído algunos camarones, los suficientes para preparar un buen cebiche de colitas y un sabroso chupe. Regresa a su casa y en el camino se le atraviesa una víbora. Coge una piedra y con gran puntería, aplasta la cabeza de ese repugnante animal. Contempla su hazaña y con el fin de mostrarle a su esposa la culebra, la recoge y envuelve en una hoja de papel periódico. Llega a su casa y entrega a su mujer dos paquetes, uno conteniendo los camarones y el otro la víbora, pero sin acordarse de contarle lo ocurrido. La señora toma los paquetes y con los camarones se dedica a preparar los potajes de su predilección guardando el otro envuelto en la alacena de la cocina. A la hora de la comida, después de haber hecho los honores a tan suculentos platos y haberlos remojado con una botella de vino tinto, el esposo pregunto a su mujer por el paquete que contenía la culebra, y ella le responde que estaba guardado porque tan sólo tenía una varilla de metal en forma de culebra. El marido, sorprendido, se dirige a la alacena para cerciorarse de las palabras de su señora y, en efecto, encuentra una varilla de metal, color amarillo. La culebra se había convertido en oro. Demás está decir la alegría que experimentaron, porque en esta forma solucionaron, sus problemas económicos, ya que con la venta del oro compraron una chacrita; que era la mayor ambición de su vida.

sábado, 7 de septiembre de 2019

EL MUERTO QUE SE LLEVO EL DIABLO


Era ésta persona que tuvo una vida muy desordenada y llena de pecados. Aparte de pecadores se le conocía por ser muy agresiva y poseer el dinero suficiente como para alimentarse, beber licor en abundancia y convivir con varias mujeres a la vez.
Los comentarios sobre su mal llevada vida, pasaban de boca en boca, sin que nadie se atreviera a decírselo directamente. Asimismo, era comentario general que este hombre había hecho un pacto con el Diablo, quien a cambio de su alma y su cuerpo, le proporcionaba el dinero necesario para sus vicios y diversiones con las mujeres.
Como todo ser vivo, éste tuvo que morir. El día de su fallecimiento la gente se incomodó mucho por saber si sus sospechas se confirmarían con su muerte. Todos se preguntaban que sería de su cuerpo y si era verdad que el Diablo se posesionaría de él.
Más que por curiosidad que por otra causa, varios concurrieron al velatorio; otro tanto no lo hizo por temor a que se presentara el Demonio en pleno acto a cobrar la deuda. Los asistentes estuvieron hasta altas horas de la noche. Si que nada anormal sucediera. Poco a poco se fueron retirando, hasta que al promediar las una de la madrugada solo se quedaban los familiares más cercanos, los cuales no pasaban de siete. Estas personas, muy fatigadas por las muchas horas que habían permanecido despiertas, en un momento dado, se quedaron dormidas.
Al despertar, miraron con asombro que el lugar donde ante se hallaba el cajón con el muerto, estaba vació.
¡El muerto y el cajón habían desaparecido! Asustadísimos recorrieron la casa y los lugares aledaños, tratando de ubicarlo, pero no lo hallaron ¿Dónde estaría? ¿Se lo habría llevado en realidad el Diablo, como comentaba la gente? ¿Qué harían ahora cuando estaban a escasas horas del sepelio, al mismo que habían invitado a muchas personas?.
Al no encontrar el cadáver, dieron por descontado que el Diablo se lo había llevado. Inmediatamente se dirigieron a la funeraria en busca de un nuevo ataúd, el cual reemplazaría al desaparecido. Los siete acordaron no decir nada de lo acontecido.
Consiguieron el cajón, colocaron en su interior un grueso tronco para que le de peso, y luego procedieron a cerrarlo herméticamente.
Cuando llegaron las personas para llevar el muerto al cementerio, se sorprendieron de encontrar la caja mortuoria totalmente cerrada. Entonces solicitaron les dejen ver el rostro del finado, pero tal petición les fue negada, porque naturalmente, si abrían la ventanilla lo único que verían seria un tronco seco, ya que el muerto se lo había llevado el Diablo.
Ante tal situación, volvieron a tomar fuerza los rumores ya conocidos, a pesar de ello concurrieron al entierro.
Quienes cargaron el cajón, camino al cementerio, aseguraran que el muerto estaba adentro, pues el cajón tenía peso.
¡Qué equivocados estaban los que tuvieron la oportunidad de cargar el ataúd! En lugar de una persona habían enterrado un tronco, y el muerto se hallaba en poder del Diablo, quien de esta manera saldaba cuentas con quien llevó una vida llena de diversión y pecados gracias al dinero que le proporcionaba Satanás.



lunes, 26 de agosto de 2019

EL PISHTACO (CAJAMARCA)



El Pishtaco (Cajamarca)

Este es uno de los personajes de mayor presencia en la narrativa oral andina. Se trata de un personaje prefigurado con presencia en las altas cordilleras, parajes desolados, lagunas y quebradas de los Andes. Tiene como característica primordial su gran medida corpórea y su aspecto de hombre blanco, barbudo

El Pishtaco

y rubio o pelirrojo. Algunos han observado la similitud de este personaje con los antiguos conquistadores, Mistis o hijos de los terrieros españoles o mestizos blancos que teniendo fama de sanguinarios, inmorales y de lengua no reconocible por los quechuas, hacían de este un personaje diabólico e invencible como los ichillocllo o gnomos barbados, rubios lujuriosos que pueblan puquios y manantiales.

El Pishtaco

El "Nacaj" o Pishtaco no es un simple asesino. En su raíz mítica no mata por dinero ni por diversión, sino por mandato de superiores con el fin de obtener una dotación de grasa humana. Según versiones recientes recogidas en el Cuzco por F. Kauffmann (1974) esta grasa humana sería indispensable para el funcionamiento de maquinaria fina emplazada en Lima y para mezclarla con la gasolina para hacer volar a los aviones.
El pishtaco pudo ser en tiempos pre-colombinos un comisionado oficial del sacerdocio, proveedor de material para los sacrificios.

Cerca de la cueva de un Pishtaco, un anciano instaló su choza. Allí llegaba por las tardes a dormir, acompañado de un perro cuyo nombre era Jarimán. Al Pishtaco no le gustó la vecindad del anciano y ante el temor de ser descubierto, resolvió quitarle la vida. Una noche oscura se dirigió a la choza del anciano a quien encontró masticando coca.
- viejo, la plata o la vida!!
el anciano replicó:
- notengo dinero , ¿de dónde te voy a dar nada?
- entonces pagame con la vida - concluyó el Pishtaco listo a degollarlo.
Pero el anciano imploró una gracia diciendo:
- antes de que tu me hagas nada te pido un momentito para rogar a Dios y despedirme de mi perro cantando mi tristeza.
-Bueno! pero rápido! - fue la respuesta del Pishtaco.
En efecto, el anciano se puso a cantar llorando y rogó a Dios por la buena vida de su perro con estas palabras:
- Hay Jarimán , Jarimán! Hallegado la hora de mi muerte , el fin de mi destino, me voy de esta vida , hay Jarimancito!!!
El Perro que estaba por allí cerca, al escuchar las voces de su dueño vino disimuladamente corriendo, por detrás del Pishtaco de un salto lo cogió por la garganta y lo derribó al suelo. En ese momento el anciano cogió el puñal y lo plantó en el corazón del Pishtaco , quien murió en el acto.
El anciano enterró el cadaver en lachoza y fue a la cueva del Pishtaco donde encontró oro y plata en gran cantidad. Volvio rica la ciudad y en el resto de su vida cuido bastante a su querido Jarimán que le había salvado de una muerte segura.

Carlos Velásquez Sánchez


martes, 18 de junio de 2019

EL RUNA PUMA



Carlos se bañaba en las aguas del río Huallaga en el mal paso del Vaquero cuya corriente salvaje los alejaba de su pueblo Chazuta.
A sus 14 años, joven, descendiente innato de los indios chauscasos viajaba  en aquellos remotos años con la fiebre de la siringa.
La mañana en que la bella joven Rogelia lavaba sus ropas a orillas de una cocha infestada de pirañas, sentada sobre una de las bancas de la canoa y de pronto se le resbaló el único trozo de jabón que tenía y cayó a las oscuras aguas, escena que fue observada por Carlos y entró en cólera.
Ay no, Carlos ¿Por qué pues me miras así fruncido?
Caracho, Rogelia, que cosa puedes hacer bien.
Todos, todos, Carlos, hablan la fama de que eres un rabioso.
No te metas al agua, mujer, es peligroso. Ve a la tushpa a preparar algo.
No hay nada, Carlos.
Estaban en una zona misteriosa inexplorada,  a orillas del río Huallaga, por donde atracaron,  guiados y liderados por don Cristóbal Bustamante, hacía apenas algunos días.
Era un grupo de hombres que acamparon en dicho lugar en busca de siringa.
Carlos como buen mitayero pudo reconocer a satisfacción la existencia de una collpa, pero no se lo comentó a nadie e iba marcando secretamente el camino para poder volver a cazar en tan deseado lugar por los animales.
Había árboles de capirona por todos lados en esa zona, ahí se apreciaban monos frailecillos, loros, papagayos y siringas.
Carlos miraba como su mujer golpeaba una vieja camisa suya contra los bancos de una canoa, en su afán de quitar la sucia, `pero ya no tenían jabón y se quedó pensativo.
Hey, Carlos chullachaqui ¿Por qué ya vuelta me miras así, hombre?.
Idem chullachaqui serías Rogelia. Mujer estamos sin pertrechos, solo fariñita tenemos.
¿El mejor mitayero de mi padre Cristóbal , sin pertrechos? Caracho vete a cazar Carlos.
Sí, hoy mismo lo haré Rogelia, tengo el lugar preciso. Saldré cuando se esté despidiendo el atardecer.
Tenía un inmenso mapacho entre sus labios, el humo del tabaco ahuyentaba a los mosquitos.
A  sus 54 años don Cristóbal había endurecido su carácter en el trajinar por la selva amazónica.
Había crecido entre árboles y ríos, acompañando a sus padres por todos lados, Ya que también habían sido siringueros y cuando estaba pensando, un ave vino a cantar sobre un árbol cercano a la choza y dijo:  Es el canto de  un ayapullito, y que nadie se atreva a imitar a esa ave.
¿Por qué don Cristóbal
Y recordó que cuando una vez llegaban de noche, un extranjero inglés remedó el canto del ayapullito, el matero lo miró y movió la cabeza en sentido negativo.
Aquella noche, todos los aborígenes abandonaron el campamento en balsas sin que nadie pudiera hacer nada.
Don Cristóbal apostó por la sabiduría de los aborígenes y bajó junto con ellos, solo los ingleses se quedaron en el campamento, se resistieron a abandonar el lugar puesto que habían muchas siringas que explotar aún y estas les significaban riquezas al volver a su país.
Al día siguiente volvieron el matero y don Cristóbal al campamento y a al llegar el paisaje era desolador, todos estaban muertos, les habían chupado el cerebro y cada cuerpo tenía herid as profundas ocasionadas por garras.
¡Runa puma! ¡ Runa puma! Runa puma! Gritó espantado el matero.
Enseguida colgó una shicra con tabaco en la rama de un pequeño árbol, se disculpó con la madre selva y sin volver la mirada hacia atrás , él y don Cristóbal tomaron sus canoas y se alejaron del lugar para siempre.
Ese recuerdo lo atormentó, pensó en sus hombres y en su hija Rogelia.
Se volvió a todos que lo miraban atentos y con voz preocupada les dijo-Que nadie abandone el campamento, permaneceremos todos unidos y nos iremos tan pronto amanezca.
-Pero papá, que pasa.
Carlos salió a montear.
Y la oscuridad terminaba por abrigar todo el lugar.
Buoooo, buooooo, buoooo, ululaba un búho entre la oscuridad.
Apuntó con su linterna la parte de los árboles y perturbó la tranquilidad de algunos achunis que huyen por entre las ramas.
Este es el árbol de cedro por donde debo iniciar mi bajada hacia la tahuampa- se dijo Carlos.
Caminaba atento con su retrocarga entre sus manos , llegó así hasta un árbol caído que servía de puente para cruzar una quebrada y al otro lado, apagó su linterna y caminó sigilosamente entre una pequeña maleza cercana a la collpa, esperando encontrar algún animal degustando la tierra salada.
Se acercó con cautela hasta el umbral de la collpa, estaba seguro de que por lo menos una huangana estaba a escasos metros de él, encendió su linterna, apuntó y no había nada y de pronto un ayapullito entonó su lastimero canto.
¡ Dios mío! Estoy en problemas, apagó su linterna y empezó a retroceder.
Era un excelente mitayero, había escuchado muchas historias sobre los peligros al ser acechados por los demonios de la selva y sabía que poocos se salvaban para contar sus infortunios y para sentirse mejor bebió un gran sorbo de aguardiente.
En medio de esa gran oscuridad distinguió unos ojos plateados que resplandecían, tal vez era un otorongo que buscaba el momento oportuno para cazarlo, solo que el felino estaba del alcance de su retrocarga.
El cazador se volvió hacia la presa, ahora era Carlos, quién tenía que defenderse, prendió su linterna y apuntó, se iluminó ante sus ojos una inmensa carachupa.
¡Que raro! Si fuese carachupa sus ojos no brillarían así entre la oscuridad, se dijo.
Apagó la linterna y seguía retrocediendo.
Cuando estaba por llegar al tronco caído que lo llevaría al otro lado de la quebrada, volvió a a prender su linterna y esta vez lo que vio fue un venado.
No cayó en la trampa. Apagó su linterna y aceleró su regreso y ya al otro lado de la quebrada empezó un cántico de indio chauscaso, un cántico de protección y que era la tradición de su pueblo.
Estando cerca al árbol de cedro, volvió a prender su linterna, esta vez se iluminó ante sus ojos un gran felino de cerdas oscuras, cuyos opjos plateados aran lo único que se distinguía entre la oscuridad.
Jamás mires a los ojos de un yanapuma – pensó.
Sin apagar la linterna logró llegar hasta el árbol de cedro.
Una fuerte lluvia se desató con truenos y rayos.
El ayapullito también lo estaba siguiendo, confundía su canto con los alaridos del búho.
Papá, por favor no abandonemos a Carlos.
Rogelia, ¿Dónde crees que está tu marido? En medio de esa oscuridad, esperaremos hasta el amanecer.
La tempestad que se había desatado a pesar de todo, estaba a favor de Carlos. El viento soplaba con mucha fuerza, que se escuchaba como caían los árboles por todos lados.
El cielo lanzó un destello de luz ocasionado por un rayo y en medio de esa lluvia intensa, el yanapuma se puso en dos patas y se transformó en un indio grande, de por lo menos dos mtros. de altura, que en vez de manos tenía filudas garras.
Parecía sonreír, pero no, eran grandes colmillos los que sobresalían por entre sus labios.
¡Maldito yanapuma!
¡Pobre hombre! Ni tus oraciones en quechua chauscaso te salvarán de la muerte.
Y se abalanzó sobre Carlos con un gran salto, quien en el intento de retroceder, se resbaló y el disparo de su retrocarga alcanzó el cuello del yanapuma.
¡Ahora tu y yo, maldito demonio lucharemos a la par, le respondió y llevándose una porción de tabaco a la boca, sacó su afilado sable.
Carlos no era de baja  estatura, todo lo contrario, como descendiente directo de los indios chauscasos, era de piel morena, de ojos achinados, fornido y alcanzaba un  metro noventa de estatura.
Creció además en medio de la selva, entre los ríos, árboles y los mitos de sus antepasados, uno de los cuales, aquella noche ante sus ojos, se hacía realidad : el runapuma.
Se reincorporó sangrante el runapuma, diciéndole. Alguien está orando por ti, criatura. Tu Dios te está salvando la vida.
Luego lanzó un rugido y se abalanzó nuevamente sobre Carlos, quién volvió a resbalar y logró incrustar la totalidad de su machete en aquel demonio.
Sin perder tiempo le escupió el tabaco que mascaba en sus ojos y ´
Este reaccionando logró incrustarle sus afilados colmillos en una de las piernas de Carlos, quién lanzó un desgarrador grito, cayó en medio del charco formado por la lluvia cerca de las raíces del cedro que la fuerza del viento acabó por derribarlo.
Mientras tanto en el campamento amanecía y Rogelia seguía orando arrodillada en un rincón de la choza provisional.
Rogelia rezaba con devoción durante toda la noche y de pronto el ayapullito calló.
Ya todo está consumado – dijo –don Cristóbal Bustamante y los hombres presentes se persignaron con tristeza presagiando la muerte de uno de los mejores mitayeros que hayan conocido.
De pronto un disparo de retrocarga a escasos metros de la choza despertó del letargo a todos.
Rogelia se abrió paso en medio de las ramas de los árboles caídos y con sorpresa encontró aún a Carlos con vida.
¡Mi Dios!  En verdad eres grande y poderoso. Gracias por escuchar mis oraciones – dijo – Rogelia, llorosa mientras abrazaba a Carlos.
Este hombre, medicamentos necesitar dijo Mister Mathews, quién fue el que lo curó luego que lo llevaron a su choza.
¿Quién iba a pensar? Que en medio de esa oscuridad, con testigos como el búho, los achunis y el ayapullito, con Carlos que yacía derrotado en el suelo y el runapuma, de pié dispuesto a ultimarlo, eñ árbol de cedro iba a aplastar a semejante demonio, quien atrapado entre las ramas antes de morir por el machete de Carlos, le suplicó: Mátame, indio chauscaso, mátame, pero no lleves mi cuerpo y no pesará maldición alguna sobre ti.
Así lo hizo Carlos.



viernes, 10 de mayo de 2019

LA SOMBRA DE LUNA LLENA



(NELSON IRIGOIN GALVEZ)
De loco me tratan todos, dicen que por pura lástima me enviaron  al manicomio en vez de la cárcel, pero yo sé lo que vi, estoy totalmente convencido que fue real… ese par de ojos brillantes de un fantasma aún me persiguen en sueños.
Todo empezó una noche de luna llena, yo dormía en la terraza de mi choza. Allá en mi chacra, cuando escuché algo en las ramas de un pandisho que sirve de gallinero por las noches.
Alarmado, saqué la escopeta y me puse al cuello la talega con balas y sigiloso me arrastré por el emponado hasta la esquina del techo y se podía ver con total claridad hasta más allá del maizal y la purma.
Fijé mi mirada en el follaje del árbol donde escuché el griterío de las gallinas.
De pronto: Al dián. Qué es eso. No pude contener mi asombro cuando vi que un bulto negro se descolgaba de las ramas y corría a toda velocidad por el patio.
Cuando hice el primer disparo, ya había desaparecido.
Dije: Segurito es un intuto hambriento. Bajé del terrado sin soltar mi arma y fui a ver el daño. Alawa mis gallinas, varias estaban tiradas en el piso muertas.
Extrañado observé que nada de daño tenían, ni desplumadas, ni con rasguños.
Es así, la piel posheca ídem granjina en el cuello dos puntos rojos, ashishitos que parecían heridas de colmillos.
Recién me asusté, no existe animal que pueda hacer esto, ni siquiera el oscuro piri, chupasangre nocturno y preocupado volvía a la cama.
Me levanté justo amaneciendo. Hice fuego en la tushpa con leña de capirona y dejé cocinando una olla de inguiri.
Fui al pastizal donde criaba mis únicos cuatro novillos.
La desgracia no había acabado para mí, encontré muerto a uno, igual que las gallinas, no tenían heridas abiertas, ni moretones, solo dos pequeños orificios en el cuello.
Como buen montaraz sabía que este ser dañino tenía que volver.
Esta vez iba a estar preparado y cobraría mi venganza..
Armé mi chapana en la misma terraza de mi choza , por las noches traía las reses al patio, cerca del gallinero y yo acostado, vigilaba inmóvil con la escopeta cargada.
Nadie apareció, después de dos semanas me di por  vencido.
Justo en la siguiente luna llena, otra vez me sorprendió, mis novillos seguían durmiendo en el patio.
 Un mugido me despertó, brinqué de mi cama y corrí a la esquina del terrado con el arma, no tuve tiempo para apuntar bien y disparé a quemarropa, esta vez salió huyendo el bulto negro y se perdió por el maizal.
Corrí a ver el daño y quedé sorprendido, tan solo uno estaba de pie, las otras dos yacían tirados en el piso sin vida.
Además de los pequeños orificios en el cuello, tenía el cráneo abierto. Ese bendito animal había chupado toda la sangre y los sesos de mis terneros.
Estaba dispuesto a cazarlo. Alumbrado solamente por la luna, seguí su rastro hasta la montaña, ahí se perdía. Volví con rabia e impotencia, no podía hacer nada al respecto, otra vez tuve que ahumar la carne para no echarle a perder.
Analizando, noté que el animal solo salía en luna llena y me preparé para la siguiente vez.
Cuando llegó el día señalado, tenía afilados varios machetes, algunos tramperos hechizos instalados en lugares estratégicos, la escopeta y muchas balas.
Puse de carnada a mi único ternero en esa fría noche fumando mi papacho y tomando copitas de ventisho.
A la medianoche me vino un sueño, que ya comenzaba  a cabecear, sentí un soplido caliente detrás de mí cuello,  giré la cabeza y ví brillar dos ojos amarillentos a menos de un metro de mí.
Quise gritar y correr, pero nada, no podía, estaba hipnotizado, mi adormecido cuerpo no obedecía.
Esos ojos brillantes se acercaban más y más hacia mí  y a la luz de la luna pude ver sus enormes colmillos y una lengua felina.
Mi cuerpo se dormía, hice un último esfuerzo y apreté a duras penas el gatillo de mi arma.
Salió el disparo y la gran bestia negra retrocedió, pero no huyó, se abalanzo sobre mí.
Con  una gran destreza me quité a un lado, tomé un machete mientras la fiera intentaba atraparme con sus garras, son perder tiempo logré darle un tajo por entre las patas.
Lancé al patio la escopeta y el machete, brinqué atrás, sin miedo.
No me hice daño volví a tomar las armas y esperé como todo valiente cazador y selvático dispuesto a luchar hasta el final. Solo uno debía salir vivo.
No apareció por ningún lado y me puse en el centro del patio, apuntando con el arma en distintas direcciones.
De pronto cruzó a toda velocidad delante de mí…solo quería asustarme, como si razonara, pasaba cerca de los tramperos sin activarlos.
Por fin la fiera se detuvo, entró al patio lo vi entonces… era un enorme felino totalmente negro, solo sus colmillos blanqueaban y sus ojos amarillentos como el mismo sol me miraban fijamente acercándose cada vez más.
¡Yanapuma! ¡ Yanapuma! , grité aterrado al reconocerle.
Ahora más cerca , abría las mandíbulas mostrando sus grandes colmillos ya manchados con sangre, seguramente de un ternero.
Creí que era imposible vencerlo, recordé cuando mi abuelo me contó sobre él.
Este ser maligno es un hombre malvado transformado en fiera, se alimentaba d solo de sangre y cerebros y seguramente quería comerme.
Hoy, no me comerás hijo del supay, volvía a gritarle para darme valor, pero mi voz salió quebrada y tartamudeante.
Cerré los ojos y apreté el gatillo, mientras veía que la fiera se abalanzaba sobre mí.
El yanapuma es un brujo, ya que el arma no disparó y un fuerte moquetazo me tumbó al suelo, mi cabeza chocó contra la dura tierra, se abrió una herida y comencé a sangrar.
Brillaron aún más sus ojos y se abalanzó a m i cuerpo moribundo, sentí su áspera lengua sobre mí, estaba bebiendo mi sangre.
Intenté levantarme sin lograrlo, me debilitaba rápidamente y de pronto palpé con mis manos un frío metal, deslicé mi mano y me di cuenta que era el machete.
No dudé en utilizarlo, tomé un gran impulso y le clavé en la panza a la bestia.
Levantó sus patas delanteras y dio un gran rugido que parecía quejido, no perdí tiempo, le clavé otro y otro más.
Cayó de espalda, volteó enloquecido y furioso se abalanzó contra mí, yo estaba en pie, solo que a la derecha y éste cayó en el vacío y aproveché  para hacer una carnicería en su espalda, como un loco demente continuando masacrando el lomo del yanapuma con mi afilado machete.
Empezó a sangrar verde al principio, luego rojo. Yo gritaba sin sentido mientras mi rostro se inundaba con la sangre del yanapuma.
Al fin me detuve, volví mis ojos al felino, su negro cuerpo estaba inmóvil en un charco de sangre.
Me arrastré hasta la choza, arranqué un manojo de llantén para lavar mis heridas, luego le eché resina de sangre de grado y me vendé con cuidado.
Cuando desperté al amanecer, tenía adolorido el cuerpo, ayudado por un bastón fui hasta el patio para ver mi hazaña.
Grande fue mi sorpresa cuando encontré, en vez de la enorme fiera a un hombre desnudo, de rostro pálido y canoso, tenía el cuerpo repleto bañado de sangre.
¡Maldito yanapuma! , le grité,. Mientras recogía el machete ensangrentado.
Quedé un momento pensando lo que iba a hacer con el muerto, cuando de pronto escuché el alboroto de una multitud acercándose por el camino.
Con las pocas fuerzas que me quedaban corrí a su encuentro para advertirles de los tramperos que aún seguían instalados.
Se acercaron tomando precauciones, me miraron con recelo, mientras preguntaban sobre los disparos y gritos de la medianoche.
Narré lo sucedido con detalle, primero me escucharon, luego al ver el cuerpo ensangrentado del viejo, me prendieron sin piedad, ni siquiera les importó mis heridas, ataron mis manos y confiscaron mis armas.
Fue el yanapuma , les decía, pero estos incrédulos hombres, forasteros de tierras lejanas nada saben de esto y me llevaron para juzgarme.
Yo sé lo que he visto, esos ojos amarillentos clavados en la negra sombra, aún me persiguen y torturan cuando duermo.

lunes, 29 de abril de 2019

Y A N A P U M A



El yanapuma regresó a su cueva, cogió a sus cachorros y se internó en la selva rumiando su tristeza.
Caminó por senderos agrestes, alejándose lo más que podía hasta que el cansancio la doblegó.
Enseguida rodeó a sus crías con su débil cuerpo y se quedó dormida.
Ya habían rodeado la cueva, hacía varios días que la perseguían subiendo por abismos y despeñaderos, permaneciendo escondidos entre los arbustos.
Una verdadera cacería y por fin la tenían cerca, lanzaron antorchas hacia el interior de la cueva con la intención de obligarlos a salir.
Ella estaba a punto de parir y ya no podía continuar huyendo, era necesario quedarse allí.
Entonces decide salir a enfrentarlos, sabe que la atraparán. Pero tiene como misión salvarlos y era la única esperanza de que su especie no se desaparezca, porque solo quedaban ellos.
Los hombres estaban tirados esperando a sus presas y cuando vieron que uno de ellos se asomaba a la entrada de la cueva, sus ojos se enrojecieron, revisaron su retrocarga, quitaron el seguro y dispararon.
Una bala se incrustó en una extremidad superior y otra en el lomo. La bestia intentó volver a la cueva arrastrándose y a través de su mirada suplicaba piedad, más sus cazadores no la temían.
Se acercaron presurosos y la atraparon, arrastrándola con fuertes sogas, ya era imposible escapar.
¡Lo han muerto, Felipe!  Dijo uno. No hombre está vivo, pero ya morirá.
Mañana regresaremos por el otro y ganaremos una fortuna con sus pieles, respondió alegre.
Y los tres hombres se alejaron, pero sucumbieron ante el cansancio y se durmieron.
Al día siguiente regresaron a la cueva y al no encontrar lo que ambición desmesurada buscaban, se alejaron maldiciendo el silencio del lugar.
Un brujo se acercó a la bestia, cogió a sus crías, los colocó en una alforja y a ella la cargó en la espalda y se los llevó.
Era una noche en que la luna resplandecía. Al llegar, decidió que era el momento, tenía que hacer  algo a esta especie o desaparecería.
La colocó en un lugar en donde la luna le iluminaba totalmente.
Le dio de beber una pócima, el brujo entró en trance pronunciando palabras extrañas, luego un silencio sepulcral, el conjuro ya estaba hecho.
Abrió los ojos, recorrió con su mirada el lugar, nunca había estado allí, recordó a sus crías, se levantó apresurada, aura sí. ¡Que le había sucedido, ya no era la misma. El brujo la observaba desde un rincón oscuro.
Cálmate – le dijo – No te asustes, pero que me pasó , preguntaba sorprendido.
Te has transformado, ahora eres  uno de ellos, sin embargo no te quedarás así.
Puedes volver a ser la antes cuando quieras, respondió el brujo. Ahora irás  a buscarlos y ya sabrás que hacer.
Ella comprendió. Buscó a sus cachorros, los miró tiernamente, mientras volvía a ser ella, los sujetó con la boca y se los llevó.
Ya en su guarida nuevamente los amamantó con ternura mientras limpiaba sus cuerpos y después que se durmieron partió.
Lo vio bañándose en un riachuelo cercano a la choza, donde se refugiaban, era el primero.
Se le acercó y en su mirada se reflejaba un odio disimulado, disfrazado de seducción, la tenía muy cerca y le hipnotizaba.
Lo llevó hasta la cueva, en la entrada quiso retroceder, pero era demasiado tarde, dos faros con un brillo espeluznante le miraban  le miraban fijamente, el miedo le inmovilizó, la bestia saltó sobre él, mordiéndole el cuello, le arrancó la cabeza con un odio desenfrenado y lo arrastró hacia la oscuridad, era un cuadro sangriento.
Dos cachorros tenían su primera cena con carne humana.
Felipe y Remberto esperaban angustiados la llegada de Josías, pues había salido al atardecer y decidieron ir a buscarlo.
El silencio era extraño, de pronto escucharon un rugido detrás de ellos, voltearon y lo vieron.
Era un animal descomunal, los ojos le brillaban como chispas de fuego, sus cuatro patas se aferraban al terreno rocoso.
Después dio unos pasos alrededor de ellos  con una astucia felina como hipnotizándolos, les mostró sus enormes colmillos en actitud amenazante. No hubo tregua, se lanzó sobre ellos.
Remberto logró escapar, mientras que Felipe fue atrapado en sus brutales fauces y de un violento tirón le arrancó la cabeza, el cuerpo quedó tirado en el suelo, la cabeza a un costado y la bestia se alejó.
Sabía exactamente a donde ir y a quién buscar, él era un mozo fornido y formaba parte del grupo que provocó la sangrienta cacería, le había reservado para el último, era el elegido.
Ahora, él estaba solo en el tambo intentando calmar su pánico, ella se acercaba, ingresó al lugar, bastó con mirarla, sus ojos brillaban con un rojo intenso y no tuvo tiempo de reaccionar, le rodeó con sus brazos y lo sedujo, le cogió de la mano y la siguió.
Se perdieron en la selva, cuando despertaron  se encontraba en la guarida.
La vio acercarse con su caminar contorneante y le dijo: Bebe.
De pronto entre imágenes borrosas la vio convertirse en un enorme yanapuma que venía rugiendo espantosamente mostrando sus colmillos filudos, intentó correr, sin embargo su cuerpo no se movía, la bestia le miraba y caminaba alrededor de él, lentamente, vigilándole.
Entonces Remberto empezó a transformarse, su piel ahora era de un negro intenso y aulló de una manera espeluznante, ella se acercó y ambos compartieron un rugido espantoso, ya no estaba sola.
Ahora la especie estaba asegurada.
En la quietud de la selva, dos yanapumas caminan acechando a esos seres que se internan en la selva, se miran los dos, conspiran y atacan, mientras que las dos crías esperan hambrientos la llegada de su ansiado, pero macabro alimento humano.

sábado, 20 de abril de 2019

S A N A P I Y O Q U I


                                        (MUJER LUNA)
Reydelinda se bañaba en el río con sus cuatro hermanitos
El caluroso anochecer estaba iluminado por una luna llena que invitaba a refrescarse, por lo que Reydelinda no dudó en llevarse a los niños monte Adentro, donde les esperaba una pileta natural formada por grandes rocas.
Mientras sus hermanos chapoteaban en el agua, ella subió a una piedra para peinar su larga cabellera.
Los chicos erran hijos del Apu Nahwiri Pizango que dirigía  comunidad Shawi. Por ese motivo del descubrimiento del felino causó tal revuelo en el poblado, que la noticia corrió como un reguero de pólvora por toda la zona de Papaplaya. Esa noche en el río la algarabía de los pequeños, contrastaba con la tristeza de su hermana mayor quién pensaba en Nurubé Huansi, el hombre al que dejó plantado una semana antes de su boda.
Cuando todos los preparativos estaban listos para la boda, una súbita intuición la obligó a cancelar su matrimonio.
Sin dar mayores explicaciones salvo a su madre y al novio, Reydelinda puso punto final a su historia de amor.
La noticia generó en el pueblo una ola de rumores y Pizango estaba dolido por este misterioso cambio de rumbo que tomó su hija.
Ella aún lo amaba, pero él ya no era la misma persona y llorando se lo contó a su madre. La mujer le aconsejó que lo pensara bien.
Cuando se armó de valor para comunicarle a su prometido su decisión, la reacción de éste fue terrible y furibundo prometió vengarse.
Con su violenta actitud, la joven terminó confirmando sus sospechas, su intuición no le engañaba, él se había transformado en alguien irreconocible.
Nurubé era tres años mayor que Reydelinda, sin embargo crecieron juntos, desde niños jugaban e iban a la escuela bilingüe.
Al llegar a la pubertad se volvieron inseparables, los dos se preocupaban por los problemas de su pueblo, eran muy amables con todos , ayudaban a los  niños en sus tareas escolares, atendían a los ancianos si lo requerían, participaban en las labores agrícolas y pesca de la comunidad.
Fueron años maravillosos para la comunidad shawi de Santa Sofía.
Pronto surgió el amor entre ambos y nadie se sorprendió cuando anunciaron el compromiso.
El con su porte de guerreo parecía tener la fuerza necesaria para defender a su pueblo de un ejército. Ella con su voz dulce cantaba a los niños y su anhelo era ser maestra de escuela.
El agua der río Huallaga seguía refrescando a los niños que esa noche jugaban sin parar.
De pronto Reydelinda c reyó escucha a lo lejos entre el silbido de las hojas una popular canción shawi SANAPI YOQUI, una canción que le dedicó Nurubé, el día que pidió su mano.
Buscó en el matorral, de dónde provenía esa canción, pero en medio de las sombras lo único que vio fue una mirada felina o sea los ojos del yanapuma.
Sin darle tiempo a reaccionar, el animal dio un salto ligero, apareciendo muy cerca de donde se bañaban.
Los niños dieron un grito ensordecedor, tan agudo que el murmullo lejano del pueblo de Santa Sofía calló de golpe.
Rey atrajo a los niños hacia ella, instándoles a permanecer en silencio mientras el puma negro tan negro como la noche oscura, exploraba la forma de llegar a ellos y dar el zarpazo final.
Parecía que la muerte estaba echada para los chicos y solo esperaban que el yanapuma entrara al agua.
Sin embargo un arbusto de floripondio que estaba a unos metros distrajo al felino.
Rey y sus hermanos vieron como el puma jugaba dando manotazos a la planta y comenzó a comer las flores blancas.
No pasó mucho tiempo para que el efecto alucinógeno del floripondio se hiciera presente.
El felino comenzó a retorcerse con una mezcla de placer y dolor, giraba sobre la hierba de un lado a otro, con visiones que el solo podía ver.
Fue en ese momento, que los niños aprovecharon para huir hacia la comunidad nativa, dejando atrás la amenaza que estuvo a punto de quitarles la vida.
Un año ante de esa noche de luna llena, Santa Sofía comenzó a sufrir infinidad de atropello en sus tierras.
Primero fueron unos madereros que utilizando grandes motosierras, comenzaron a talar los árboles de las chacras muy alejadas de la Comunidad.
Todo el pueblo se unió  para expulsarlos y los capturaron, los saqueadores fueron obligados a irse con las manos vacías, no sin antes recibir como escarmiento sendos latigazos.
Un día los jefes de las comunidades aledañas de Santa Rosa y San Manuel de Nashatauri, llegaron sin previo aviso a Santa Sofía.
Nahuel Maarichi con Odilio Yumbato llamaron a la vivienda de Pizango, solicitando una audiencia urgente con el padre de Reydelinda.
Pizango no se encontraba en el pueblo, estaba de viaje. Los visitantes les dijeron a los muchachos que volverían pronto con los jefes de otras comunidades Shawi, para tratar un asunto de suma gravedad.
Pasaban los días y la esperada reunión se llevó a cabo de acuerdo a lo previsto: Mariche, jefe de Santa Rosa, Yumbato jefe de San Manuel de Ñashatari, cumplieron el rol de coordinadores, trasladando a los demás jefes hasta Santa Sofía.
Llegaron los Apus de los Centros Poblados de Santa Rosa de Alto Shambira,Nuevo Nauta, Nuevo Alianza, Pijuayal, Nuevo Pizana y Nuevo San Martín.
Allí los esperaba Pizango con la comunidad en pleno, las mujeres llevaban flores en el pelo y los varones se arreglaron con sus mejores atuendos.
Después der ña bienvenida, Pizango llevó a los hombres hacia a una maloca alejada del pueblo para comenzar la reunión.
Pizango le hizo participar a Nuribé, les dijo a los jefes que el joven muy pronto sería su yerno, por lo tanto era necesario que apoyara en las decisiones de la comuna y nadie se opuso.
Rey también quiso ir, pero su padre le dijo que era una reunión de hombres.
Comenzó hablando Isidro Chanchari, apu de Santa Rosa de Alto Shambira quién estaba muy afectado por el tráfico de tierras que venían sufriendo en el Distrito de Pongo del Caynarachi.
Nuestras Comunidades Nativas no tienen Títulos de Propiedad, estamos en posesión de nuestros territorios ancestrales, pero solo tenemos reconocimiento legal.
No es justo que las tierras estén valoradas en 80 céntimos cada Há.
Me ha llegado esta notificación, Isidro mostró un papel arrugado. Hay buna Empresa Coreana “Ecoamérica” que está reclamando 72,654 Hás. de nuestro territorio a un Juez de Yurimaguas.
Cuando dijo esto, el silencio de los demás hombres se rompió. Comenzaron los sentimientos de enojo y súbitamente el miedo se apoderó de todos.
Pizango los trató de calmar, pero los cuchicheos no cesaban debido a la desconcertante noticia que acababan de recibir.
Y Nurubé con habilidad les controlaba, hablándoles con tanta afinidad, que todos los jefes le quedaron mirando.
A pesar de su juventud mostró una soberbia seguridad.
Contó de que sueño era de que los pueblos shawi es tuvieran unidos no solo cuando existan problemas.
Pizango lo quería como un hijo, por eso no dudó en apoyarle cuando planteó la creación de la Federación Regional Indígena Shawi , para hacer respetar los derechos de las Comunidades.
Cuando terminó de hablar, los apus sorprendidos vieron en él  la reencarnación de su Dios convertido en piedra: Kumpanamá.
Los apus y comuneros aceptaron el Plan de Pizango.
En uno de esos viajes a participar en reuniones con los apus, Nurubé conoció a Isael Mijahuanca, un brujo de Chazuta que lo invitó a una sesión de ayahuasca.
Le dijo que él solamente obsequiaba el brebaje a personas que lo merecían.
Isael era muy respetado y temido, sus curaciones eran milagrosas, pero se murmuraba que sus maleficios eran mortales.
Cuando lo familiares de Nurumbé, se enterarron de que estaba frecuentando al brujo, no estuvieron de acuerdo debido a su popularidad por practicar estas artes oscuras.
Rey comenzó a notar los primeros cambios en su novio, se volvió dominante y le notaba con signos de ambición por su liderazgo entre los shawis.
El brujo buscaba un heredero al cual transmitirle sus poderes y había encontrado en Nurumbé el candidato ideal.
El brujo astutamente le había convencido diciéndole que la mejor manera de luchar contra los explotadores de tierras era a través de los poderes mágicos.
Para lo cual, ambos se internan durante dos meses en el monte, con el fin de purgarlo e instruirlo en el ocultismo.
Todos en Santa Sofía estaban intrigados con la desaparición del muchacho, incluso algunos pensaban que ya no volvería.
Su familia era la única que sabía dónde se encontraba, pero advertidos por Nurumbé no revelaron el secreto.
Cuando regresó fue recibido con algarabía por el pueblo y pocos advierten su transformación, se le veía fiero, con el rostro adusto, su piel había adquirido u bronceado inusual, estaba convertido en todo un hombre.
Fue en ese momento que Rey decide cancelar la boda. Cuando estaban los dos solos, no podía recocnocerlo, parecía que se había convertido en otro hombre.
El liderazgo de Nurumbé siguió en aumento, cada vez más aguerrido, en el pueblo lo comienzan a ver como un salvador, incluso se oyen rumores malsanos en contra de Pizango.
En una de esas reuniones, persuadió a los jefes apus para invitar a los representantes de le Empresa Coreana a una reunión en Santa Sofía.
Les propuso preparar una cena y llegar a un acuerdo sobre el litigio.
Los invitados de Eco América, dos funcionarios y un abogado llegarán a la Comunidad cerca de las 7.00 p.m.
Los jefes apus los recibieron con frialdad, pero con cortesía en las instalaciones de la Escuela.
En una rápida acción aquí aprisionó a los hombres, sin que se dieran cuenta, pero antes había hecho salir a los jefes.
Los apus fueron llevados por el muchacho a la casa de Pizango, advertidos de no salir de ahí y ni se imaginaban lo que iba a ocurrir.
Nurumbé desapareció en las sombras de la noche.
Los tres hombres, al advertir que fueron abandonados en la escuela, intentaron  salir pero no podían.
La comunidad se había quedado a oscuras, porque un apagón llenó de sombras el lugar.
Por fin se dieron cuenta que la invitación había sido una trampa, se miraron inquietos y llamaban a Pizango pidiendo auxilio.
Luego lograron divisar en medio de las tinieblas unos ojos rojos como llamas, era el yanapuma que los miraba desafiante.
Y fueron brutalmente atacados, uno a uno los tres hombres murieron por certeros colmillos que se incrustaban en sus cuellos.
Todo el pueblo escuchó los gritos desgarradores provenientes de la escuela y por temor nadie se atrevió a salir de sus casas. Fue una masacre.
El puma negro después de matarles se comió sus cerebros. Algunos pobladores lo vieron salir de la escuela velozmente dejando en su caminar huellas de sangre, luego desapareció en la espesura de la selva.
Alumbrados por alcuzas, Pizango y los demás jefes corrieron a verificar lo ocurrido, el lugar estaba hecho una carnicería, desperdigados por el patio del colegio los hombres yacían desfigurados.
Buscaron a Nurumbé, creyendo que él también podría estar herido, pero no lo encontraron.
Pizango estaba muy alterado con lo ocurrido, no tenía palabras para expresar lo que significaban estas muertes en su Comunidad y podrían acusarlo de asesinato.
Después de comprobar que toda la población no había sufrido daños, dio una orden de dar con el paradero del animal y matarlo, no importaba el precio que costara, él pagaría por la cabeza de la fiera.
Rey le dijo a su padre que el animal era el mismo que le atacó a ella y a sus hermanos en el río.
Esa misma noche se armó un escuadrón que daría muerte al yanapuma.
Todos los hombres del pueblo, prepararon lanzas, machetes, algunos cargaron rifles con municiones para peinar toda la zona.
Antes de salir, el viejo chamán del pueblo les advirtió que la única forma de matar a un yanapuma era con una lanza o bala que apuntara directo a su corazón.
Fueron más de 50 hombres armados que se internaron en la selva.
Caminaron durante horas, bordeando el río, soportando picaduras de insectos y exponiéndome a la mordedura de las víboras y no había señales del animal.
Pizango e Isidro Chanchari con su grupo encontraron a la bestia, lo vieron revolcándose en la hierba de una forma juguetona y la fiera no advirtió la presencia de los hombres.
Se hicieron señas entre ellos para acorralarlo, Pizango tenía el rifle cargado así que apuntó directo a su corazón como les dijo el chamán,
Estuvo a punto de apretar el gatillo, cuando de pronto los ojos rojos del yanapuma lo avistaron.
Fueron segundos de tensión, el apu sintió que el animal lo miraba de una forma suplicante.
Cerró los ojos para no dejarse cautivar por esa fascinante mirada, disparó y se oyó un roñoso maullido.
Los hombres de los otros grupos que estaban esparcidos por toda la zona, corrieron para ver lo ocurrido.
Grande fue su sorpresa cuando encontraron en lugar del yanapuma a Nurumbé muerto de un certero balazo en el corazón.
Nadie en toda la zona de Papaplaya, Santa Sofía y lugares colindantes no creían lo sucedido.
Algunos en el pueblo pensaron que fue una equivocación, que mataron al muchacho por accidente.
La noticia no sorprendió a Reydelinda, ella si estaba segura que el yanapuma era Nurumbé Huansi, si, el hombre al que amó y que pagó con su vida su desmedida ambición.