domingo, 22 de septiembre de 2019

UN ENCUENTRO CON LA BRUJA


Cuenta don Narciso Yataco, chinchano de pura cepa, el encuentro inesperado que tuvo hace ya tiempo con la terrible “Bruja”. Su relato es el siguiente:“En el mes de marzo, cuando se cosecha la uva, yo trabajaba en una bodega. Vivía lejos de mi trabajo en el lugar llamado balconcito, en la zona de Ñoco bajo, y como tenía que caminar mucho para llegar a la bodega donde intervenía en la “pisa” de la uva, me levanté muy temprano a eso de las tres de la madrugada. Me dirigía muy tranquilo a mi trabajo cuando, de repente, oigo un grito extraño que me hizo poner la carne de gallina y los pelos de punta, al instante me acordé de la “Bruja” porque mis compañeros de pisa me habían contado que por esos lugares merodeaba.

También me habían dicho que para asustar a la “Bruja” había que enseñarle alguna cosa de acero porque ese metal lo libra a uno de las brujerías y de los “aparecidos”. Pero como yo cargaba mi “segadera” (la hoz) en la cintura, atada a una faja de tela que acostumbramos ponernos en ese tiempo, no tuve mucho miedo porque me acordé que era de acero”.

“Cuando los gritos se acercaban más y más, miré una planta de pacay que se encontraba al borde del camino y, cerca de mí, vi un inmenso animal, parecido a una ave, que tenía una horrible cara. No hay caso, es la “Bruja” pensé. Y agarrando mi “segadera” de acero le grité:”- ¡bájate, bruja maldita! pero me entró mucho miedo y casi hecho a correr cuando me respondió: -Ahí me abajo. ¡Ahorita nomás! Con los últimos restos de coraje que tenía y temblándome la mandíbula, le grité nuevamente:- ¡bájate, bruja del demonio! Casi corro cuando me contesto- Me estoy bajando. “Y dicho y hecho. Desciende del pacay y se coloca al centro del camino impidiéndome pasar. Entonces yo le arrojé mi “segadera” dándole en el brazo izquierdo. Ocurrido luego algo maravilloso y extraño, que hasta ahora me parece un sueño, pero para cerciorarme que estaba despierta me refregué los ojos.

La fea y horrible Bruja se había convertido en una muchacha muy bella, algo que nunca había visto en mi vida y como yo estaba asombrado por la transformación, ella me dijo:”-Gracias, mi buen amigo, me has salvado de quemarme en el infierno.

 Dicho esto se sonrió conmigo y se fue volando al cielo, quedándome pálido de espanto y sin poder articular una solo palabra. Después, me fue pasando el susto y continué mi marcha con dirección a la bodega. Cuando llegué le conté a mis compañeros de trabajo lo que me había sucedido pero muchos de ellos no me creyeron.



domingo, 15 de septiembre de 2019

LA CULEBRA DE ORO


Había un matrimonio campesino que era muy aficionado a comer camarones, esos riquísimos camarones que tanto abunda en el rió San Juan que forma el Valle de Chincha. La mujer, especialmente tenía “antojos” por saborear esta clase de animal de rió y el esposo, que era muy complaciente en satisfacer los deseos de su señora, no tuvo más remedio que preparar sus “ichiguas” o “izangas”, (especie de canastas alargadas que se colocan en el rio para atrapar camarones).Después de haber esperado más de tres horas, comprobó que en las “ichiguas” habían caído algunos camarones, los suficientes para preparar un buen cebiche de colitas y un sabroso chupe. Regresa a su casa y en el camino se le atraviesa una víbora. Coge una piedra y con gran puntería, aplasta la cabeza de ese repugnante animal. Contempla su hazaña y con el fin de mostrarle a su esposa la culebra, la recoge y envuelve en una hoja de papel periódico. Llega a su casa y entrega a su mujer dos paquetes, uno conteniendo los camarones y el otro la víbora, pero sin acordarse de contarle lo ocurrido. La señora toma los paquetes y con los camarones se dedica a preparar los potajes de su predilección guardando el otro envuelto en la alacena de la cocina. A la hora de la comida, después de haber hecho los honores a tan suculentos platos y haberlos remojado con una botella de vino tinto, el esposo pregunto a su mujer por el paquete que contenía la culebra, y ella le responde que estaba guardado porque tan sólo tenía una varilla de metal en forma de culebra. El marido, sorprendido, se dirige a la alacena para cerciorarse de las palabras de su señora y, en efecto, encuentra una varilla de metal, color amarillo. La culebra se había convertido en oro. Demás está decir la alegría que experimentaron, porque en esta forma solucionaron, sus problemas económicos, ya que con la venta del oro compraron una chacrita; que era la mayor ambición de su vida.

sábado, 7 de septiembre de 2019

EL MUERTO QUE SE LLEVO EL DIABLO


Era ésta persona que tuvo una vida muy desordenada y llena de pecados. Aparte de pecadores se le conocía por ser muy agresiva y poseer el dinero suficiente como para alimentarse, beber licor en abundancia y convivir con varias mujeres a la vez.
Los comentarios sobre su mal llevada vida, pasaban de boca en boca, sin que nadie se atreviera a decírselo directamente. Asimismo, era comentario general que este hombre había hecho un pacto con el Diablo, quien a cambio de su alma y su cuerpo, le proporcionaba el dinero necesario para sus vicios y diversiones con las mujeres.
Como todo ser vivo, éste tuvo que morir. El día de su fallecimiento la gente se incomodó mucho por saber si sus sospechas se confirmarían con su muerte. Todos se preguntaban que sería de su cuerpo y si era verdad que el Diablo se posesionaría de él.
Más que por curiosidad que por otra causa, varios concurrieron al velatorio; otro tanto no lo hizo por temor a que se presentara el Demonio en pleno acto a cobrar la deuda. Los asistentes estuvieron hasta altas horas de la noche. Si que nada anormal sucediera. Poco a poco se fueron retirando, hasta que al promediar las una de la madrugada solo se quedaban los familiares más cercanos, los cuales no pasaban de siete. Estas personas, muy fatigadas por las muchas horas que habían permanecido despiertas, en un momento dado, se quedaron dormidas.
Al despertar, miraron con asombro que el lugar donde ante se hallaba el cajón con el muerto, estaba vació.
¡El muerto y el cajón habían desaparecido! Asustadísimos recorrieron la casa y los lugares aledaños, tratando de ubicarlo, pero no lo hallaron ¿Dónde estaría? ¿Se lo habría llevado en realidad el Diablo, como comentaba la gente? ¿Qué harían ahora cuando estaban a escasas horas del sepelio, al mismo que habían invitado a muchas personas?.
Al no encontrar el cadáver, dieron por descontado que el Diablo se lo había llevado. Inmediatamente se dirigieron a la funeraria en busca de un nuevo ataúd, el cual reemplazaría al desaparecido. Los siete acordaron no decir nada de lo acontecido.
Consiguieron el cajón, colocaron en su interior un grueso tronco para que le de peso, y luego procedieron a cerrarlo herméticamente.
Cuando llegaron las personas para llevar el muerto al cementerio, se sorprendieron de encontrar la caja mortuoria totalmente cerrada. Entonces solicitaron les dejen ver el rostro del finado, pero tal petición les fue negada, porque naturalmente, si abrían la ventanilla lo único que verían seria un tronco seco, ya que el muerto se lo había llevado el Diablo.
Ante tal situación, volvieron a tomar fuerza los rumores ya conocidos, a pesar de ello concurrieron al entierro.
Quienes cargaron el cajón, camino al cementerio, aseguraran que el muerto estaba adentro, pues el cajón tenía peso.
¡Qué equivocados estaban los que tuvieron la oportunidad de cargar el ataúd! En lugar de una persona habían enterrado un tronco, y el muerto se hallaba en poder del Diablo, quien de esta manera saldaba cuentas con quien llevó una vida llena de diversión y pecados gracias al dinero que le proporcionaba Satanás.