Cuenta don Narciso Yataco, chinchano de pura cepa, el
encuentro inesperado que tuvo hace ya tiempo con la terrible “Bruja”. Su relato
es el siguiente:“En el mes de marzo, cuando se cosecha la uva, yo trabajaba en
una bodega. Vivía lejos de mi trabajo en el lugar llamado balconcito, en la
zona de Ñoco bajo, y como tenía que caminar mucho para llegar a la bodega donde
intervenía en la “pisa” de la uva, me levanté muy temprano a eso de las tres de
la madrugada. Me dirigía muy tranquilo a mi trabajo cuando, de repente, oigo un
grito extraño que me hizo poner la carne de gallina y los pelos de punta, al
instante me acordé de la “Bruja” porque mis compañeros de pisa me habían
contado que por esos lugares merodeaba.
También me habían dicho que para asustar a la “Bruja” había
que enseñarle alguna cosa de acero porque ese metal lo libra a uno de las
brujerías y de los “aparecidos”. Pero como yo cargaba mi “segadera” (la hoz) en
la cintura, atada a una faja de tela que acostumbramos ponernos en ese tiempo,
no tuve mucho miedo porque me acordé que era de acero”.
“Cuando los gritos se acercaban más y más, miré una planta de
pacay que se encontraba al borde del camino y, cerca de mí, vi un inmenso
animal, parecido a una ave, que tenía una horrible cara. No hay caso, es la
“Bruja” pensé. Y agarrando mi “segadera” de acero le grité:”- ¡bájate, bruja
maldita! pero me entró mucho miedo y casi hecho a correr cuando me respondió:
-Ahí me abajo. ¡Ahorita nomás! Con los últimos restos de coraje que tenía y
temblándome la mandíbula, le grité nuevamente:- ¡bájate, bruja del demonio! Casi
corro cuando me contesto- Me estoy bajando. “Y dicho y hecho. Desciende del
pacay y se coloca al centro del camino impidiéndome pasar. Entonces yo le
arrojé mi “segadera” dándole en el brazo izquierdo. Ocurrido luego algo
maravilloso y extraño, que hasta ahora me parece un sueño, pero para
cerciorarme que estaba despierta me refregué los ojos.
La fea y horrible Bruja se había convertido en una muchacha
muy bella, algo que nunca había visto en mi vida y como yo estaba asombrado por
la transformación, ella me dijo:”-Gracias, mi buen amigo, me has salvado de
quemarme en el infierno.
Dicho esto se
sonrió conmigo y se fue volando al cielo, quedándome pálido de espanto y sin
poder articular una solo palabra. Después, me fue pasando el susto y continué
mi marcha con dirección a la bodega. Cuando llegué le conté a mis compañeros de
trabajo lo que me había sucedido pero muchos de ellos no me creyeron.