martes, 17 de julio de 2012

L A P U S A N G A

Por : William Gallegos Arevalo
A sus cuarenta años, Esteban creyó llegado el momento de tomar la decisión más importante de su vida. Había descubierto que las hojas de los almanaques iban cayendo de a pocos, en la misma forma que la huimba lanza sus inflorescencias hacia el borde de los caminos.
A pesar de su apostura, jamás había tenido una enamorada, cosa que siempre lo atribuyo a su timidez, lo que significaba que nunca había estado encima de una mujer. Su drama era peor que el del Duque Fabrizio de la Salina según como nos cuenta Lampedusa en el Gatopardo y no porque le haya faltado oportunidad, puesto que su pinta era más que suficiente para que las hembras del pueblo hayan deseado acostarse con él.
La condición de célibe de Esteban no llamaba la atención de los varones, pues lo consideraban una decisión muy personal; eran las mujeres quienes se inquietaban, pues decían que un varón que no haya probado “cuchicara” era un tremendo desperdicio.
Fueron ellas las que le dieron el calificativo de “huiramazo”. Doña Cleofe, la más atrevida decía que por las puras tenía su pico e insinuaba que Esteban estaba “armado” con un poderoso pucunazo.
Esteban se sentía presionado por esa forma de crítica social y fue razón por la que se dijo que en algún momento tomaría cierta decisión. En efecto, ese momento llego una tarde de abril de cierto año cuando Esther, joven maestra recién egresada de la Escuela Normal de Mujeres, arribo a Chazuta en la tradicional balsa de treinta topas. Ese hecho fue crucial en su vida.
Esteban se enamoro de la recién llegada, pero, una vez mas , ese impulso natural de acercarse a ella chocaba con su timidez, por lo que sus “avances” terminaban en prontas retiradas y fue esta circunstancia lo que le hizo decidir para optar por un medio del que tenía dudas o sea recurriendo a la “pusanga”, arte en el que don Pishcon era un experto.
Don Pishcon Bailón había ganado fama de arreglador de entuertos con sus pócimas que se hicieron famosos en el Bajo Huallaga: era el mejor que preparaba la pusanga. Su fama de alquimista era notable y hacia maravillas con el bolaquiro para levantar muertos.
Preparar la pusanga requiere de mucho cuidado y de sus efectos conocemos algunos. A diferencia de preparados de otros brebajeros, don Pishcon obtenía un concentrado con la patita de tamrilla, el huevito de rimurucuy, el piquito de chorchochor, la alita de pucasinga y la lenguita de paujil, en una fórmula que sigue siendo un secreto. La mezcla adicionada de raíces, tiene que hervirse justo cuando canta el tatatao.
Tener la pusanga no es suficiente. La clave es untar el brebaje en el brazo de la persona amada, sin que esta se de cuenta y correr a esconderse por tres días haciendo una dieta rigurosa.
Esta comprobado que si el sujeto es visto en ese lapso, cambiara de gustos y sus combates futuros los librara con la retaguardia, lo que temia Esteban, pues le asustaba tener que dedicarse a la cosmetología.
Esteban logro untar la pusanga en el brazo de Esther y corrió al monte. Cumplido su retiro regreso al pueblo y se entero que ella estaba preguntando insistentemente y desesperadamente por el. El brebaje había surtido efecto.
Cuarenta años después me encontré con Esteban en Tarapoto,anciano y jorobado estaba, señal que había sabido recuperar el tiempo perdido subiendo al pijuayo quizás con demasiada frecuencia.
Estaba acompañado de Esther, bella , aun a pesar de los años y con ese mohín gracioso que siempre me había encantado.
La pusanga había hecho su efecto en esta pareja de esposos.

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