lunes, 8 de abril de 2013

LAS HUANGANAS

En agrupaciones que alcanzan  muchos millares, las huanganas efectúan sus recorridos por la Selva Virgen. So manadas de verdaderas fieras, agresivas y voraces.

Cada manada sigue a un trio de guías que la comanda, obedecen a los flancos que impiden el desbande y es defendida por la retaguardia la cual se bate con los tigres, que marchan casi siempre tras ellas, especialmente el audaz otorongo, ansioso de apoderarse de las crías que van quedando rezagando por el cansancio.

Son muchos los otorongos que mueren destrozados por la retaguardia, cuando desesperados por el hambre, se arrojan sobre alguna huangana no muy retrasada.

El guía principal que marca el rumbo, es un ejemplar pequeño y muy resistente. Nada hay que se oponga al paso de la manada cuando emprende un recorrido, con la mayor facilidad atraviesa ríos caudalosos, lagos, extensiones impenetrables de la jungla.

Inclusive , había ocasiones en que los vapores fluviales tenían que detener su navegación durante horas , a causa de que una masa compacta de huanganas llenaba el rio.

Nada gusta tanto a estos animales como tropezar con un pantano al cual se precipitan como si fueran un aluvión. El fango removido desde el fondo por sus fuertes hocicos constituía el blando lecho en que las huanganas descansaban y dormían plácidamente, seguras de que nadie les perturbara.

Las boas y los caimanes, dueños del pantano, huían al sentir la proximidad de la manada de  huanganas que caía sobre ellos como un huayco incontenible.

La gigantesca boa que era atrapada y cuya fuerza es capaz de convertir en una bolsa de huesos y músculos triturados, era despedazada por centenares de mandíbulas que la herían a la vez.

Y en pocos minutos solo quedaba de la boa, el animal más grande y fuerte de la selva, su piel hecha trizas, pedazos flotando sobre el fango teñido de sangre, igualmente el otorongo era despedazado, de quien solamente quedaba sus bigotes.

 

Carlos Velásquez Sánchez

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