lunes, 3 de junio de 2013

L A N I Ñ A D E L A L L U V I A


 (Haydith Vásquez Del Aguila)

Un joven profesor amaneció con la extraña sensación de no saber si lo que le había pasado era real o parte de un sueño que no quería despertar.

Iba recordando lo que le había sucedido durante la noche,  no podía creer que una joven mujer de aspecto salvaje, hubiera sido capaz de irrumpir en su cuarto, ofreciéndose, pero lo hizo y ahora él tenía que encontrarla, porque en esas horas de placer que ella le ofreció, él había descubierto el verdadero amor.

Habían transcurrido ocho meses, desde que llego a Shapaja por primera vez y era profesor de Matemáticas del Colegio Secundario.

Era natural de Trujillo u sus amigos le fastidiaban mucho y con cierta envidia le decían: ”Te vas a la mina de mujeres”, “Qué afortunado eres”, ”Provecho con las charapitas”, eran los comentarios más frecuentes, alimentados en parte por ese mito ancestral que gira en torno a las mujeres de la selva.

Su llegada al pueblo había despertado curiosidad en todos y se encontró de pronto con una realidad que no esperaba, porque las muchachas no eran tan liberales como se había imaginado: el mito era solo eso : un mito.

Ese día de su cumpleaños, estaba melancólico, pero no se imaginaba que horas más tarde, el deseo que tenía el de estar con una mujer, se convertiría en realidad.

Y poco a poco el Prof. Pablo se iba adaptando a las costumbres selváticas, había ya luchado una guerra durante meses con los mosquitos y zancudos y aun a veces perdía algunas batallas cuando no se echaba el repelente en las tardes húmedas.

“Ya se olvidaran de Ud. Profesor, solo les gusta la sangre nueva”, le decían los pobladores, riéndose.

Después de disfrutar el suculento almuerzo (juanes) preparado en su honor, el resto de la tarde y la noche lo paso en su cuarto leyendo. Tanto leyó que se quedó dormido, la luz en el pueblo se apagaba a medianoche. Cuando en esa oscuridad, aquella mujer entro en su cuarto.

-¿ Quién eres? Se despertó asustado y por la sombra llego a ver que era una mujer esbelta.

-¡Soy la sirena del Huallaga ¡ Pablo la oyó susurrar y se iba acercando con su pelo tan largo y chorreando de lluvia nocturna.

-¿ Quién eres?  Volvió a preguntar y como respuesta obtuvo un beso que le sello sus palabras.

No pudo negarse, al ser embestido de una forma tan fiera y la amo ahí mismo, amparado en la oscuridad de la noche hasta la madrugada.

Tuvo miedo de encender el lamparín de kerosene, no quería verla, no quería hablarla, sentía miedo de saber su identidad.

Ella lo entendió y se fue como llego, oculta por la oscuridad con su pelo largo y mojado y con la sabana envolviendo su delicado cuerpo.

Desde ese día el Prof. Pablo no encontró tranquilidad, buscaba un cuerpo, un cabello mojado y largo, unos ojos que no había visto. Sospechaba de todas las mujeres: profesoras, alumnas, vecinas. Se cansó de buscar y esperar que ella apareciera: nunca lo hizo, ni en noches de lluvia, ella no volvió y él ya estaba comenzando a creer que : la soñó.

-¡Ay joven Pablo¡ el espíritu de la selva te ha hechizado” reía coqueta la Sra. Luisa al verle inapetente y demacrado por el desvelo.

-“Estoy comenzando a creer en las leyendas” decía Pablo con el rostro serio.

Una mañana estallo el escándalo en el pueblo, doña Luisa le contaba a Pablo: El Juvenal casi mata a su hija a palos anoche, la huambra está preñada y lo peor es que no sabe explicar quién es el padre.

Un estremecimiento recorrió el cuerpo del Profesor. Y si era ella, la que meses había buscado. Quiso ir a verla y le rogo a doña Luisa que le llevara.

Al ver la palidez en su rostro, la señora trato de tranquilizarlo.

-No es su alumna. Joven Pablo. La huambra se atrasó, tiene 14 años y está en sexto de primaria, no creo que la conozca, pero si quiere ir, lo llevare.

-“Una niña” dijo Pablo, no puede ser, no creo que exista tanta precocidad planificada, pero aun así la duda le consumía. Decidió ir, casi temblando llego a la casa de la muchacha, había gente afuera que insultaba al desnaturalizado padre, que ahora tenía a su hija en agonía, ni siquiera tenía la intención de llevarla a la Posta, no dejaba que nadie entre en su casa.

Solo su madre le atendía y había rumores de que estaba desangrándose por el aborto provocado.

El Prof. Pablo no pudo contenerse, sus ansias por saber la verdad lo consumían, corrió y empujo a don Juvenal, reduciéndolo a golpes, era la única forma de entrar y verla.

Todo el pueblo le apoyo cuando golpeo al viejo miserable que pensaban lo hacía por una causa altruista y de humanidad.

Y entro a la vivienda, la encontró echada casi sin vida, ahogándose en su propio llanto, le suplico a la madre que los dejara solos. Quería saber, necesitaba saber.

Al mirarla descubrió su cabello largo y lacio, su delgado cuerpo, sus ojos revelando su secreto. No había duda, la niña-mujer que tenía enfrente, con todas sus penas encima era la misma que lo había amado con todas las artes del amor en esa noche de lluvia.

Lloro escondiendo el rostro en su falda, la amaba pero no podía evitar la decepción que le causo contemplarla tan joven, tan indefensa como cualquier niña.

Con la voz entrecortada, le pregunto- porque no volvió, porque desapareció de su vida con la misma facilidad con la que llego.

-Ella con la inexperiencia de sus años, no supo responder.

-La cargo y sin pronunciar palabras la llevo hasta la orilla del rio, ante la mirada horrorizada del pueblo que presenciaba este espectáculo.

Nadie decía nada, porque todos comprendieron en ese instante lo que estaba sucediendo. Era como una marcha, triste final de una historia de amor que nunca comenzó.

La coloco en la arena y los dos solo lloraban

“Siempre serás mi Sirena del Huallaga” le dijo- mientras le daba el único beso de amor que le daría a esa niña, que había llegado a cambiar su vida.

Pero, la niña-mujer murió en sus brazos.

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