sábado, 11 de junio de 2016

LA LEYENDA DEL AYAMAMAN


“Ayaymaman huischuhuarca”, canto lastimero en absoluta agonía de dos pajarillos que en lenguaje nativo quiere decir “nuestra madre ha muerto y nos abandonó”, tanta tristeza que hasta los cielos lloran al escuchar el ayaymaman.
Cuenta la leyenda, que dos huanbrillos hombre y mujer se quedaron huérfanos de madre, el padre se unió a otra mujer y los pobres chiquillos ganaron madrastra para su desgracia.
Ni una gota a los pobres niños, la madrastra quería darles, el hambre y el frío les devoraban cuando el padre no estaba.
Tan mala era que los aborrecía por nada y despiadadamente. El odio era tal que propone y convence a su marido para deshacerse de ellos.
La malvada madrastra fingiendo sufrimiento por hacer lo que tenía que hacer, le dice a a su marido para llevarlos a lo más profundo del monte y abandonarlos ahí para que no puedan regresar.
Para ello tenía que simular un paseo al campo, pero, por esas casualidades que tiene la vida, el niño que no podía dormir, escucha la conversación, lo que le hace tomar las precauciones del caso.
A escondidas comenzó a guardar piedrecillas en una talega para llevar al paseo e ir dejando por el camino y de esa manera orientarse en su regreso.
Llegad el “paseo” se encaminaron rumbo monte adentro, el niño iba dejando las piedrecillas en el camino y cuando la madrastra vio que estaban lo suficientemente lejos en el monte, les dijo que no se movieran de donde estaban, que ella y su papá tenían que buscar y cortar leña. No se muevan para nada, les dijo.
Se hizo de noche y los malvados no aparecieron y al amanecer regresaron siguiendo las piedrecillas a su casa para sorpresa y cólera de la madrastra.
Esta mala mujer al ver que había fallado, decide llevarlos a un lugar más lejos y desconocido, dando muchas vueltas y abandonarlos en lo más profundo del bosque.
Esta vez el niño desgranó maíz y los iba dejando en el camino, tal como hicieron la primera vez, pero no pudieron regresar porque los granos de maíz fueron comidos por las aves del bosque.
Toda la noche los pobres pequeños la pasaban de hambre, frío, lloraban y lloraban.
Al siguiente día no sabían que hacer, buscaban el camino por todos lados, se perdía y aparecían en el mismo lugar.
El duendecillo bueno del bosque, compadecido de los niños, para ayudarles a regresar a sus casas los convierte en pájaros.
Deciden entonces, regresar volando, llegan a su casa en una hermosa noche de luna y desde el techo empiezan a cantar melancólicamente “ayaymaman huischuhuarca”.
Así es como estos tristes pajaritos, cantan lamentando su destino y la muerte de su querida madre por toda la selva.
Si alguna vez logras escucharlos, deséales lo mejor para que cesen en su tristeza.
Carlos Velásquez Sánchez


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