sábado, 27 de agosto de 2016

EL YANAPUMA


Juan de Dios prometió volver al bosque por la piel del tigre y efectivamente así lo hizo.
Volvió al bosque en pos del tigre, no del tigrillo  o gato montés que se le encuentra de siesta y solo ataca cuando siente hambre.
¡ No! Se trata del yanapuma (tigre negro), de una agilidad asombrosa, es rayo de muerte cuando ataca y a su lado el otorongo resulta pesado y diminuto.
De nada vale el rifle para darle caza, más rápido que la bala, vuela sobre quién la acecha.
El “cuerero” al salir por ella no lleva rifle ni escopeta, media docena de lanzas de carrizo duras como el acero y punzantes como el  vidrio son su equipo a las espaldas, lleva además un kodak  bajo el brazo.
Llegando al bosque escucha el rugir ronco y sonoro de la fiera solitaria y como un soldado prepara el terreno para el duelo.
Escoge un árbol frondoso de ramas horizontales, tira una cuerda sobre una rama, la enlaza y sube.
Calcula distancias, baja por la cuerda y ubica sobre el terreno, sólidamente incrustadas cuatro lanzas de su equipo dejando dos de reserva.
Sube nuevamente al árbol, se acomoda y reta a la fiera remedando sus rugidos e imitando el silbo del mono.
Resuenan cercanos los rugidos y Juan de Dios, sereno espera el inminente salto.
Sabe muy bien que para caer sobre la presa en el tiempo que uno emplea para contar hasta tres, el tigre de tres saltos : al primero monta a un árbol, al segundo se aproxima y al tercero Dios te ampare.
Se silencian los rugidos, la pantera está a la vista ¡bella y temible!. Se pone en arco para dar el salto, Juan de Dios cuenta uno, dos y al decir tres, ilumina con el kodak la espesura.
La fiera  cegada esquiva el haz deslumbrante, procurando ganar el suelo, pasando bajo la rama, pero de encuentro las lanzas colocadas con exacto cálculo, le atraviesan las entrañas.
Resbalando por la cuerda baja al instante Juan de Dios, toma las lanzas de reserva, una en cada mano y mientras la fiera se estremece, le hunde las dos en el pecho.
Se acerca con cautela y seguro de que está muerta, la retira y conduce a un lugar cómodo para desollarla con esmero.
Es una linda piel de diseño noble, ancha en el pecho y delgada en la cintura.
La ondulante cola cual cabellera trenzada le da el aspecto de una fantástica serpiente.
La piel bien tratada es suave como la seda, los ricos la emplea como adornos de sus salas, blusas para damas y bolsas de dormir.
Con tan valiosísima piel, el “cuerero” volvió  a Iquitos en busca de un gringo americano para venderle la  piel en $ 500.00.
El “cuerero” hizo fortuna para una noche de juerga con las chucumas.

Carlos Villacorta Valles

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