viernes, 8 de junio de 2018

LA TERRIBLE RUNAMULA


                          (Lucio Córdova Mezones)
En una noche sin luna, la mujer fue despertada por el silbido del maligno, eso lo hizo salir a la calle de aquel pueblo.
Las impenetrables tinieblas no le permitían ver ni sus propias manos. El ayapullito pasaba como un dardo piando y soplándole las orejas.
Dio unos cuantos pasos y se sentó a orinar entre unos arbustos y de entre la oscuridad surgió un ser horripilante más negro que las sombras, con ojos candentes tomó a la mujer, la doblegó y la hizo revolcar sobre el barro pestilente y la poseyó en un repulsivo apareamiento entre espeluznantes carcajadas y alaridos.
La mujer con el rostro inflado y los ojos a punto de reventar, con muecas de nauseas, revolcándose con aterradores gritos comenzó a sufrir una serie de transformaciones.
En esa horrenda confusión, tambaleándose se puso de pie entre resoplidos y relinchos.
-Se convirtió en una mula.
El abominable espectro venido de las sombras, la sujetó y le colocó las bridas con frenos y riendas adornadas con hebillas de oro y plata.
La ensilló, puso sobre ella un elegante apero con bellos estribos y la montó.
La mujer convertida ahora en una runamula salió en veloz carrera, daba escalofriantes relinchos y botaba fuego por sus narices y el diabólico jinete emitía aterradoras carcajadas.
La runamula – decían en el pueblo, la gente de miedo se cobijaba, otros rezaban, agarraban sus crucifijos y estampas de santos y santas.
Fuera de la ciudad se perdieron en el bosque lanzando sus relinchos y carcajadas.
Al amanecer, los moradores vieron en la calle a una conocida vecina avanzar a paso lento, maltrecha hacia su casa.
Esa es la runamula – la acusó una anciana.
Quién más podría ser, siendo casada por la iglesia, burla a su marido con toda clase de hombres casados y solteros.
Dicen que hasta su propio yerno la hace su mujer y que a sus propios hijos los ha iniciado sexualmente. ¡Qué horror! Dios mío.
Cuentan que cuando era una huambrilla, su finado padre la violó y siguió con ella en su  adolescencia.
Su vida está llena de ira y odio y a su marido siempre le amenaza de muerte, al pobre le ha atontado con brebajes.
Y a ello se suman malvados oficios: mujeres adultas y preñadas acuden a ella para que les haga abortar.
Comentan que a los fetos que nacen vivos los mataba metiéndoles en agua hervida y que su huerta es un cementerio de abortos.
Mezcla la comida con su esputo y tierra de las tumbas y no cede espacios al amor y su vida es un laberinto de inmundicia – concluyó la mujer.
La mujer al escuchar las murmuraciones, respondió a voz en cuello-
-Sí, yo soy la runamula, mírenme, apúntenme. No se crean los santos y santas, entre Uds. también hay runamulas y runamuleros escondidos y yo los arrastraré al infierno porque hemos bebido juntos negros pecados – dijo la mujer enfurecida.
Pasaron días, meses y años y en esas noches sin luna ni estrellas los pobladores escuchaban el tenebroso relincho de la runamula y las horrendas carcajadas de su jinete.
Un día, de repente los relinchos y carcajadas se apagaron y la mujer cayó con una grave enfermedad y postrada maldecía su cruz.
Un grupo de mujeres caritativas le visitaban y le ofrecían apoyo espiritual pero ella rechazaba todo rezo.
Le ofrecieron traer al cura para que le de extremaunción, pero a pesar de estar muy cerca de la muerte vociferaba, blasfemaba y decía groserías, negándose a recibir el sacramento.
Era un esqueleto viviente, hueso y pellejo y su agonía duró muchos días.
Una noche desde su lecho gritó: Noooo puedo morirrr y los pobladores en el pueblo estaban asustados y al día siguiente al atardecer estaba atrapada por el ronquido de la muerte.
De pronto llegó un extraño personaje cabalgando en una mula muy bien aperada y en su sonrisa mostraba sus dientes de oro y no se alejaba de su mula.
De pronto surgió un grito espantoso, ronco y balbuceante, la mujer acababa de morir.
Un fuerte estremecimiento sacudió la casa, se sintió como si una bandada de aves oscuras y gigantes entraron por las puertas y ventanas, se apagaron las alcuzas y los gritos de la pobre alma congelaban a los acompañantes al velorio.
De pronto un pavo desplumado y degollado cobró vida haciendo huir atemorizados a los presentes.
El alma de la runamula salió del pavo y con gritos horribles se metió en la mula del extraño visitante, la cual relinchó, se paró en dos patas y lanzó fuego por sus narices.
El hombre la montó y emprendió velo carrera, la horrenda carcajada del jinete asustó a los pobladores.
La runamula y su jinete se perdieron para siempre en un negro pantano rodeado de un bosque de renacos malditos.
En la casa encendieron las alcuzas y se dieron con la sorpresa de que no había el cuerpo de la muerta, se lo habían llevado los espectros malignos.
El marido se recuperó de sus males, sacó sus enseres y quemó la casa.
Todos vieron que el cielo se despejó y ahora las estrellas iluminaban el firmamento.

Carlos Velásquez Sánchez





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