viernes, 23 de noviembre de 2018

LA CUDA



Contado por Vicente Salazar Flores, Valle de Conday, Cutervo.

Era una noche de feria llena de música, fuegos de artificio y globos de papel que se elevaban en el cielo, durante las acostumbradas fiestas de la Virgen de la Asunción, en agosto. Los amigos más cercanos que tenía en aquel entonces andaban planeando sus acostumbradas travesuras mientras yo, por mi parte, contemplaba el trayecto de los luminosos globos de papel que cada vez parecían alejarse más y más del pueblo. A decir verdad, los encontraba muy atractivos y empezaban a convertirse, sin duda, en lo más bonito que había visto.
Era sabido que si uno perseguía los globos, con suerte podía encontrarlos solo un poco estropeados y así se podían volver a usar. Les propuse esta idea a dos de mis amigos y ellos aceptaron con gusto, de manera que así lo hicimos.
Recorrimos un gran tramo hasta perder de vista el pueblo. No negaré que sentíamos un miedo especial por hacer esta excursión de medianoche en el campo. Sin embargo la luna
en su plenitud ofrecía la suficiente visión para andar sin tropiezos.
Avanzamos por el monte en una extenuante caminata y de repente sentimos emoción al ver un globo descender muy cerca de donde nos encontrábamos. Era el más brillante de
todos. En ese momento el aire se volvió denso y pesado y sentí que el frío nos podía helar la piel. Pude también escuchar en el viento un canto tétrico “cuda cuda”, que por segundos se repetía hasta sentirse más cercana.
Ya a pocos pasos, el globo reposó en el suelo y pude considerarme afortunado, mas el débil manto comenzó a brillar con luz propia cuando pretendí tocarlo y el papel empezó a
elevarse del piso y a retorcerse de mil formas hasta tomar la apariencia de una mujer desnuda. Era muy alta, delgada hasta los huesos, de tez pálida y demacrada, con cabellos blancos y resplandecientes que danzaban enmarañados al viento y de ojos hondos como abismos. Era terriblemente horrenda. Su rasgo más asombroso era que poseía una larga pierna exactamente igual a la de un ave. De pronto, la sangre se me heló y tenía el cuerpo totalmente paralizado. Me percaté de
que mis amigos se habían desvanecido y me encontraba solo.
El huesudo ser avanzó flotando hacia mí, profiriendo los más incomprensibles y devastadores alaridos. En un instante sentí cómo me iba desvaneciendo hasta ya no recodar más de lo que pasó. Mis amigos me encontraron momentos después y me ayudaron a llegar a casa. El encantamiento duró varias semanas, en las que estuve al borde de la muerte, pero me hicieron una “limpia” con diferentes métodos, tales como el uso de alumbre, el cuy, el huevo, el ruido de un machete acompañado con conjuros desafiantes. Fue así como consiguieron salvarme.


No hay comentarios:

Publicar un comentario