martes, 7 de mayo de 2013

MACO QUIERE SER MITAYERO


El Caserío se iba despertando con los cantos de los gallos, los peones y ayudantes llegaban silbando o cantando, eran ya las 6 de la mañana y la casa se iba llenando, la gente entraba y salía.

En la sala estaban controlando las cosas como cartuchos, fariña, medicinas, etc. En la cocina, los demás ayudantes desayunaban entre bromas y risas, pues, era la despedida de los mitayeros que iban a internarse en la espesura de la selva por unas semanas con el fin de cazar y traer rancho para la Fiesta Patronal de San Pedro y San Pablo, Patronos del Caserío.

Esta fiesta era famosa en toda la zona y se celebraba en el mes de Junio durante una semana. Esta fiesta hermanaba a los pueblos vecinos y se llevaban a cabo diferentes actividades : los niños formaban coros para celebrar las misas, los adultos se encargaban de preparar las bebidas y las señoras hacían rosquillas de almidón de yuca, las que se servían a medianoche acompañadas de una humeante taza de café.

De pronto, entraba un pequeño intruso, abriéndose a empujones, era Agustín, mi amigo y el hijo de don Rider, uno de los montaraces, ingresaba llevando una enorme mochila a cuestas y un remo en la mano y le pregunte:

-Aguchin ¿ Vas a ir tú también?

-Si, respondió-vamos cho, lindo es. Allá vamos a comer carne del monte hasta hartarnos.

-¿ Ir al monte? Tú estás loco.

-No seas zonzo, vamos o ¿ Es que tienes miedo?

Me quedé estupefacto ante su propuesta. Tiene que estar loco, me dije, pero, luego, el énfasis de sus últimas palabras impactaron profundamente en mi ser, hiriendo mi ego.

Si embargo, me lleno de temor al recordar los cuentos y leyendas que narra el Mañanero sobre los montaraces.

-Asi contaba el Mañanero , una de las leyendas.

Cuando un montaraz se interna en los montes vírgenes observa las chacras que hace el “supay” (diablo) en plena selva. Estas “supay”chacras son pedazos de monte donde crecen arboles muy extraños llenos de rugosidades y una especie de moho verdoso cubre gran parte de su tallo.

En el suelo crece un tipo de pajilla que solo se puede ver en esos lugares, aparte de esas hierbas, todo se mantiene limpio como si lo barrieran todos los días y ni las hojarascas caen dentro de la chacra.

Cuando el montaraz se encuentra con una de esas chacras, da un rodeo, por temor a despertar al Chullachaqui, quien le molestaría todo el tiempo que durase su estancia en el monte.

A veces cuando los montaraces están en su chapana, aparece este diablillo en el momento menos pensado transformada en la presa deseada y el montaraz dispara su escopeta, pero, en vano. Y eso no es nada, otras veces este endemoniado ser va más lejos. Cuando yo era muchacho,  escuchaba contar a mi abuelito que a su hermano le había robado el chullachaqui y lo dejo muerto en un renacal.

Primero le había hecho errar el camino de regreso al campamento y el hombre todo desesperado, después de varios intentos por encontrar la trocha, empezó a correr de un lado a otro abandonando su escopeta, cuando ya no pudo más y sus fuerzas se agotaron, se le apareció el chullachaqui, quien a rastras le llevo al renacal.

Allí busco el árbol más grueso con raíces muy estrechas como celdas y lo metió entre ellas, dejándolo sin vida. Después de tres días de intensa búsqueda lo encontraron, pero ya su cuerpo estaba horrible, con profundas heridas, por las que se asomaban cientos de gusanos y ya apestaba.

No le podían sacar, pues las raíces estorbaban. Además, nadie se animaba a tocar siquiera el árbol, peor  querer cortar sus raíces. Tenían miedo a que se apareciera el Shapshico o que la madre del renaco los embrujara.

Sin embargo, tenían que sacar al cadáver como sea y encomendándose a Dios para que no les sucediera nada, cortaron las raíces y así recién pudieron sacar el cuerpo.

El recuerdo de esta leyenda frenaba mis impulsos, sin embargo, mi ego pudo superar el miedo.

Entonces me dije: Si Aguchin va ¿Porque yo no puedo ir?

El no e diferente a mí, aunque en edad me gana y muy resuelto me dirigí a mi padre y le dije: Papi, quiero decirte algo.

-¿Que es Maquito, habla nomas?

-Esteeee…yo, también quiero ir al monte, papi…¿ Me das permiso?

-¿ Al monte? ¿Qué vas a hacer allí? Te come el tigre y nadie te salva. No hijito, no puedo mandarte, el monte es muy peligroso, además, solo servirías para estorbo en el camino.

Mira que allá, no vas a estar pidiendo comida a la hora que te de la gana. Al monte se va a sufrir. Allá solo van las personas mayores que saben caminar en plena montaña, porque en ella no hay caminos, solo se orientan con algunas señales que hacen en los troncos o cuando van quebrando ramitas.

Ellos saben los peligros a que se enfrentan, entre la espesura se encuentran víboras, alacranes, arañas y muchos peligros más. No hijo, vete nomas a jugar pelota y no estés pensando en cojudeces.

-¿ Y como Aguchin va a ir? Él me ha dicho que el monte es lindo.

-Así que él te ha metido esa idea en la cabeza. Este Agustín, carajo. El ira con su padre y siempre anda con él. Además él ya sabe cuidarse solo, a él le lleva su padre para que se quede en el campamento.

-Pero, alguna vez, tiene que ser la primera y que sea este pues, papi.

-No hijo, no insistas, es por demás. No te voy a mandar. Quítate esa idea loca de la cabeza y olvídate.

Con esa negativa, quede desarmado. Mis sueños estaban hecho pedazos. La ilusión de conocer por mí mismo la vida en el centro de la selva, donde me imaginaba mil aventuras y misterios por doquier cazando animales y enfrentándome al otorongo se me vinieron por los suelos. Y no me quedaba más remedio que obedecer a mi padre y llorar.

 

Carlos Velásquez Sánchez

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