jueves, 17 de octubre de 2013

EL JERGON


¡Brammm ¡ Cayo del techo, a mis pies una serpiente, que rápido se irguió en una actitud amenazadora. Estaría quien sabe cazando ratones en el techo de esa casita abandonada y en cuyo piso emponado estaba ya tendido, dando descanso a mis miembros adoloridos y protegiéndome de los rayos quemantes del sol.

Un escalofrío de terror recorrió  mi cuerpo, pues esperaba de un momento a otro la mortal mordedura de la serpiente si notaba el más leve movimiento de mi cuerpo.

El instinto me hizo quedar absolutamente quieto y la serpiente al parecer se quedo tranquila. Sentí gran alivio, pues pensé que se alejaría, pero de pronto mi angustia se hizo mortal cuando percibí su contacto frio en uno de mis tobillos.

Lo peor fue, que confundiendo la abertura inferior de mi pantalón por un hueco en el que pudiera guarecerse, empezó a deslizarse reptando por mi pierna, pronto llego al muslo y siguió avanzando, forzó paso hasta mi cintura y luego incomodada por la presión de la tela, retrocedió tratando de hacerse espacio.

Posiblemente, muy pocas veces un hombre se ha visto en un trance tan desesperado. Ese día, de seguro envejecí diez años.

No sé cuánto tiempo duro esta angustia agravada ante la certidumbre de que nada ni nadie podrían auxiliarme.

Y esa víbora que se había metido entre mis pantalones, confundiéndolos con un madero hueco y al menor movimiento que yo hiciera, me clavaria los colmillos inyectándome todo su veneno. Todo mi cuerpo temblaba interiormente.

De pronto, escuché una voz :¡Joven!...¿ Se ha quedado dormido?. Oí el ruido de sus pasos que penetraban a la casucha y apareció ante mí un hombre que se detuvo a mirarme asombrado. Y el movimiento de mis pantalones le revelo mi tragedia.

¡Estese quieto! ¡No te muevas! Me dijo.

Seguidamente prendió un enorme cigarro y comenzó a envolverme con densas bocanadas de humo. La víbora se tranquilizo y poco a poco fue extendiéndose hasta quedar casi inmóvil.

El hombre continuaba la fumigación con más fuerza y decía:”No tardara en quedarse muerta. Esta es la cosa más rara e inexplicable que puede  acontecer en la selva. Sin duda, se trata de víbora enloquecida o debe ser viejísima y ciega por la edad.

Confundir los pantalones de un hombre con un tronco hueco. Inexplicable. Un momento mas y quedara Ud. libre. Todavía le palpita la cola.

De repente dio un fuerte tirón, la víbora fue sacada de golpe y fue a revolcarse a cierta distancia con la boca blanquecina mordiendo en el vacío.

¡Ya era tiempo! Cuando me levante empapado en sudor frio, la cabeza me dolía terriblemente. Ahí estaba la víbora revolcándose en el emponado y el hombre provisto de un palo le remato de un certero golpe en la cabeza, mientras decía:”Hubiera sido más fácil vencerle con la música, pues, no hay cosa que guste más a estas víboras que la música de una quena.

Ha llegado a tiempo para salvarme la vida- le dije-agradecido.

La víbora tiene el color cenizo de la vejez y hasta podría asegurar que era miope y milagrosamente esta víbora ha vivido hasta ahora sin ser atrapada por un gavilán,

Es un jergón, verdaderamente ha vuelto Ud. a nacer.

Me llamo Barcas…Abel Barcas- volvía a interrumpirle. Recién en ese momento se dio cuenta el hombre de que le estaba hablando.

Mucho gusto, joven… me contesto…mi nombre es…la gente de por acá me llaman el Mañanero.

Pero y esto téngale muy presente, en la selva nada vale el nombre.

Y le dije agradecido : Gracias Mañanero.

Carlos Velásquez Sánchez

3 comentarios:

  1. Chesu, llegué a casa como a las 10 de la noche, y dijeron había una serpiente. Pucha Cho, era una jergon.

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