jueves, 19 de junio de 2014

EL TUNCHI LERDO


En tiempos lejanos en los pueblos de la amazonia enterraban a sus muertos agregando a la mortaja del cadáver un cordón grueso que daba la vuelta en la cintura y se prolongaba hasta los pies.
Pues, Toribio, , tras haberse paseado con mucha liberalidad noctambula, retornaba a su domicilio a las dos de la madrugada, en circunstancias en que  el “fin fin”  de un tunche se escuchaba en el trecho  que le faltaba recorrer.
Para eludirlo, desvia su ruta por una calle transversal, pero increíblemente al difunto se le escuchaba mas adelante. Toribio retrocede y agarra otra calle, mas el alma nuevamente estaba silbando enfrente, con disposición de cortarle el paso.
Luego de varios correteos de idas y vueltas, tratando de burlar el asedio, nuestro aturdido trasnochador, rápidamente desplazándose entra en un chiquero, donde numerosos chanchos dormían profundamente.
El tunchi apresuradamente corriendo o volando, se desplaza yendo y viniendo por todos los lados del lugar donde a Toribio le perdiera el rastro. Por fin en su loca desesperación entra al chiquero y se para sobre uno de los chanchos gordos que rozaba su cuerpo con el de Toribio, desde donde en voz alta y nasal a preguntarse por el paradero de su perseguido, que ya se había orinado copiosamente de miedo.
Toribio, entonces hallo ocasión para afilar el animo en contra de su adversario y cogiendo con mucha delicadeza y total silencio el cordon de su blanca vestimenta, lo amarra en el rabo de un chancho.
Enseguida gritando como loco  espanta a los animales que aterrorizados y soplando trompas salen disparados y llevándose al difunto, a quien lo arrastraba y golpeándose la cabeza en el suelo y pidiendo que lo suelten.
Toribio al llegar a su casa les cuenta a su esposa y a sus hijos.,
Ahora no tienes que dormir si no quieres que el tunchi te fastidie en tus sueños, le dijo el mayor de sus hijos.
No, que duerma en medio de nosotros, recomendó la esposa.
En un cuarto y en el suelo, Toribio acepto dormir en  medio de su mujer y de sus seis hijos, pero antes pusieron en la parte inferior de la puerta , un lazo para atrapar al difunto.
El difunto no tardo en llegar y de pronto parándose al pie de ellos, que simulaban dormir, se encontró con el problema de identificar  a Toribio.
En unos instantes mas , pensó que la solución estaba en descobijarlos y cuando se disponía a agarrar la anchísima frazada, todos se levantaron haciendo un gran alboroto.
En su loco afán de escapar, ata un pie en la celada que le urdieron y cae  estrepitosamente sobre las sillas.
Entonces hubiera estado ya a merced de sufrir la segunda atrapada si a sus aturdidos contrarios no les paralizaba excepcional pánico.
El alma que también quedara anímicamente debilitada, se desamarra rápidamente y luego parte por un sendero desconocido.
-Ese tunchi no ha sido inteligente- dijo la esposa.
-Si fue un difunto lerdo, como lo fuera su dueño de vivo.
-Como sabes papa, le dijo uno de sus hijos.
- Me ha hecho soñar, ha sido uno de mis promociones de estudios.
- O sea que los difuntos heredan, le dijo el winsho.
- Si son exactamente,  como fueron las personas en vida unos lerdos.

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