miércoles, 15 de julio de 2015

LA LEYENDA DEL SACHARUNA

En una mañana espléndida de verano, Sebas, viajaba muy contento e ilusionado de vacaciones de final de año con rumbo a la Amazonia ecuatoriana en compañía de sus padres. Iban admirando el paisaje andino, sus nevados que despejados permitían ver hacia el infinito del horizonte. Disfrutaban del silbido del viento que se perdía entre el pajonal y de su movimiento que daba la impresión de ser unos verdaderos rebaños al mover con cadencia a la paja del páramo. Por ventura tuvieron la oportunidad de mirar el vuelo majestuoso de un cóndor muy cerca de un cerro de roca negra que se levanta junto a la orilla de la carretera. No faltaron los comentarios a favor de la naturaleza y del paisaje serraniego, no dejaron de haber expresiones emotivas al ver el cruce veloz de un venado que se perdía entre la espesa vegetación.
De vez en cuando, el joven viajero emitía gritos emotivos al experimentar los virajes del coche en las curvas agudas de la vía. Todo evento era causa de comentarios, de risas y de carcajadas de los alegres excursionistas.
Luego de iniciar el descenso por la cordillera oriental, enclavada en el nacimiento de una elevación propia del inicio de la región selvática, encontraron una pequeña población de colonos y en ella un comedor que ofrecía los servicios de desayuno con caldo de gallina criolla y café con tortillas de maíz. Como era ya la hora, luego de discernir sobre el asunto, decidieron hacer la primera parada para disfrutar del olor agradable sobre todo del café fresco, tostado en tiesto de barro y molido en molino de mano. Continuando con el optimista viaje, iban disfrutando del sinuoso riachuelo que paralelo a la vía se deslizaba entre piedras de varios tamaños y colores. Pasaron varios estrechos puentes y abismos espantosos. Comenzaron a sentir el calor húmedo del sector que les obligó a sacarse las chompas que llevaban puestos.
El joven viajero se había quedado profundamente dormido, especialmente por el estrago de tantas curvas y de pronto el coche fue a dar en lo mas profundo de la quebrada debido a una mala maniobra del chofer. A causa de este accidente, la pareja murió y Sebas que se había puesto el cinturón de seguridad, fue arrastrado muy bien sentado en el asiento por la corriente del río hasta una pequeña playa junto a una copiosa vegetación. Cuando despertó a causa del calor y del zumbido de muchos mosquitos, su actitud fue de lo más natural y normal puesto que había recibido algunos golpes especialmente en su cabeza, así no experimentó desorientación ni desesperación. Sin embargo al sentirse solo comenzó a gritar y de inmediato vino en su ayuda una hermosa y elegante orangután que se le acercó sigilosamente al observar a un extraño ser que se parecía a sus parientes de la selva. Ella no sabía que hacer frente a ésta tan delicada situación y rascándose la cabeza empezó a llamar a los suyos que asistieron con la velocidad de un rayo. Eran muchos simios que no desconcertó al infeliz peregrino, y que más bien seguía actuando con naturalidad.
Cuando empezaron a caer las sombras de la noche, la hermosa orangután le trajo dos papayas de mico, frutas que se veían muy amarillas que despertó el apetito del exótico varón y que sin pensarlo dos veces se sirvió tan exquisito manjar. Acto seguido, bien escoltado se dirigió a la orilla del rio en pos de unos bocados de agua que lo necesitaba para reponerse de la deshidratación. Siempre estuvo custodiado por la primate que a medida que pasaban las horas le asistía de acuerdo al cambio climatológico de la espesa vegetación.
A la hora de dormir, la esbelta y comedida orangután le guió bajo una roca muy grande que hacía de techo muy seguro durante las copiosas lluvias. Este dormitorio estaba protegido por unas inmensas telas de araña que impedían el ingreso de mosquitos y zancudos sedientos de sangre fresca para su alimentación. En la mañana siguiente y en las demás de su estadía en la selva, cumplía estrictamente con las mismas rutinas: recolección de frutas para el desayuno, búsqueda de raíces y hojas para el almuerzo, baño en el vado del río junto a monos y saínos para refrescarse en el calor selvático.
Siempre estuvo acompañado de la musicalidad que le ofrecían patos, loros y papagayos. En las madrugadas se despertaba por el armonioso y repetido cántico del gallo de la peña que dormía precisamente sobre la roca de su dormitorio. Sus días eran aprovechados para recorrer por las mangas de las guantas, por los senderos de saínos; para subir a los árboles gigantescos que le permitían mirar al infinito de la región selvática, para tomar un poco de rayos del sol o para llamar a sus amigos que siempre estaban pendientes de los peligros propios de la selva.
Con el paso de los meses y de los años, de tanto caminar y trajinar en la espesa selva, su vestido se había convertido en verdaderos harapos; de sus zapatos de muy elegante citadino no quedaban más que los recuerdos. Sus pies se habían crecido y endurecido de acuerdo a la dureza del suelo, de las piedras del río y de las raíces del boscaje. Su pelo y su barba habían crecido tanto, de tal manera que su rostro estuvo tan bien protegido de las inclemencias de tan rudo ambiente. Apenas se veían sus ojos y el blanco marfil de su dentadura. Para sus compañeros de la selva no causaba sorpresa alguna, era uno más de ellos con características diferentes bajo las mismas condiciones climáticas. Era el sacha runa, que integraba la comarca de los libres de la selva.Como su protectora siempre estuvo pendiente del sacha runa, aprovechando que a la otra orilla del gran boscaje habían matado a un inmenso oso y lo habían abandonado los cazadores, luego de que las aves de rapiña vaciaran su piel, ella con mucho esfuerzo la trasladó para elaborar un gran traje para su protegido. La lavó durante varios días en el río, cuando estuvo seca y sin mal olor, la untó con semillas de higuerilla machacadas con piedras para que sea mas suave y agradable y la cubrió su cuerpo, creando así un personaje único, rústico y bien protegido ante el ataque de sobre todo de las abejas que se defendían cuando les robaba la miel para su alimentación.
Durante su vida selvática, jamás causó desorden alguno. Era amigo de todos y de todas, su tiempo lo dedicó al cuidado y a la protección de la pacha mama, a vivir su vida en un mundo de armonía y de libertad, de respeto y de sometimiento a las leyes de la selva.
A los nativos del lugar que recorrían la región en pos de cacería o de pesca, los vigilaba con sigilo y discreta reverencia. Entendía que eran parte integrante del inmenso boscaje y que su existencia dependía de lo que la selva les podía ofrecer. Por su parte ellos que lo habían visto alguna vez bañándose en el río bajo la luz de una luna inmensa y redonda en una noche de verano, lo reverenciaban, imaginando que era algo supremo, lejano pero semejante. Es que era el Sacha runa, es decir el hombre de la selva al igual que ellos que deambulaban día y noche por ella en pos de la supervivencia.
Por su parte, el Sacha runa, el personaje mítico de la selva jamás dejó de custodiar a sus árboles que corrían el riesgo de ser destruidos por los colonos hambrientos y sedientos de dinero que no escatimaban esfuerzo alguno y que con sus hachas bien filudas querían hacer de los milenarios, centenarios e indefensos árboles: tablas, tablones o madera para vender a extraños comerciantes inescrupulosos que no tienen la mínima conciencia de los efectos negativos de la destrucción del entorno ecológico.
Cada vez que escuchaba el sonido destructor de una hacha asesina, el Sacha runa en compañía de sus amigos de la selva acudían al sitio mismo de la destrucción para hacerles espantar y provocar el retiro pavorosos del lugar.
Los colonos conocían por conversaciones de sus colegas mas viejos que vivieron experiencias pasadas, que el Sacha runa les quitaba las herramientas, que les ortigaba y les hacía bañar en la cascada de la muerte. Con estos antecedentes los leñadores, siempre estaban a la defensiva y trataban de no acercarse al sitio peligroso y peor talar los árboles codiciados por los habitantes de la selva. Sin embargo, cuando llegaban los comerciantes sentían la tentación de ir un pos de uno de ellos, pero cuando recordaban la versión de la existencia del Sacha runa, se detenían al solo imaginar tan tremendo castigo.
Es así como el personaje de la selva, el Sacha runa, se convirtió en una leyenda para la gente de la zona. El gran boscaje, gracias a su presencia se mantiene frondoso, lleno de árboles gigantes y majestuosos, de plantas de diversa índole, con hojas de las mil formas y variados colores que ofrecen diversos usos, especialmente curativos al igual que sus raíces.
En la fresca y acogedora selva, hay miles de seres vivos que disfrutan de su riqueza alimentaria, del calor y de la humedad, del agua pura y cristalina sin ninguna contaminación. Ahí disfrutan a las anchas desde los seres más diminutos como los hongos y las bacterias hasta los más grandes y voraces carnívoros dentro de la cadena alimentaria. Están las simpáticas hormigas, las llamadas arrieras, las culonas, las saca calzón y otras mas que realizan actividades sin descanso. Están también, los termes y los comejenes que aprovechan al máximo las ramas caídas y podridas. Viven también las lagartijas, las iguanas y los camaleones que siempre están ocupados en la cacería de insectos descuidados que deambulan a toda libertad; los sapos, las ranas, los grillos y las cigarras que en las tardes luego de afinar sus instrumentos musicales ensayan una larga sinfonía nocturna dedicada a la madre naturaleza.
En este inmenso boscaje, no faltan las culebras, las anacondas y más serpientes que se dejan acoger por la fresca hojarasca en las noches frías emitiendo verdaderos silbidos para comunicarse entre la parentela. Están también ratones, conejos, los cuyes de monte y más diminutos mamíferos que están siempre atentos a la presencia de algún enemigo natural. También están los traviesos y aulladores monos, micos y mas parientes cercanos haciendo en las ramas verdaderos circos para distracción de elevados loros, pericos, papagayos, carpinteros y un sin número de pájaros de mil colores que gorjean sin cesar anunciando la llegada del día durante todas las madrugadas. Están presentes también los atractivos pavos reales cortejando y protegiendo a sus parejas; los búhos, lechuzas y muchísimos pájaros nocturnos dueños y señores de la oscuridad, en donde hacen de las suyas para su supervivencia.
Viven más de ocho mil variedades de bungas, abejorros y abejas: melíferas, meliponas y trigonas que visitan sin cesar a miles de flores para recolectar el néctar para elaborar la miel para su alimentación al igual que el polen y realizar a la vez la polinización para asegurar la producción y la perpetuación de las especies vegetales a través de sus semillas.
Que inmensa maravilla es el conjunto de la vida en la inmensidad selvática.
Que grande y gigantesca es la existencia del planeta tierra.
Si el ecosistema sufre desequilibrio a causa de la destrucción de sus elementos, de verdad se pone en riesgo la existencia toda.

Carlos Velásquez Sánchez


1 comentario:

  1. ¡Gracias mañanero! se nota todo su amor a la madre naturaleza.
    Creo que sus cuentos son una manera de ayudar al mundo, a, amar a nuestra dadora de cobiJo: pachamama Gaia. creo tambien que nada se pierde y todo sirve, y que si no se empieza el cambio por uno mismo, el cambio no se producirá nunca. bendiciones maestro

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