sábado, 30 de septiembre de 2017

EL ANILLO

                             ( WERNER BARTRA PADILLA )
Julio Mariño sintió por primera vez que el escalofrió recorría su cuerpo, se controló y ante sus ojos tenía el ataúd cubierto de tierra.
Dio un golpe con la pala y el cajón no se abrió.
La viuda que yacía dentro, había vivido cerca al cementerio. Su amigo le dijo que se fijara en el dedo anular derecho.
Julio bajo la mirada hacia sus manos y descubrió lo que buscaba. Era cierto, allí estaba, un anillo de oro puro con incrustaciones de rubíes y esmeraldas.
Quizás la única extravagancia de la mujer había sido su pedido de que la enterraran con ese anillo y Julio pensó de que con ese anillo, vendiéndolo, podría arreglar su mototaxi y salir de la pobreza de una vez por todas.
Dio otro golpe con la pala en la parte superior del ataúd y un olor nauseabundo salía por la rajadura que hizo la pala.
Mierda, dijo Julio.
Le dio náuseas y uso su pañuelo para cubrirse la nariz. Abrió por completo el ataúd y vio que el rostro de la mujer estaba lleno de gusanos.
Algunos de ellos salían por sus ojos, sin embargo el resto del cuerpo no se había corrompido todavía.
Se apreciaba el cabello intacto y sin perder el tiempo, dominando el asco que la escena le provocaba, se inclinó e intento arrancar el anillo.
Jalo con fuerza y no lo consiguió, volvió a jalar el anillo y nada.
Tomo la pala y con un golpe seco cerceno el dedo del cadáver.
El dedo con el anillo rodaron por un costado, cogió el dedo y arranco el anillo.
Lo guardo sin limpiar las castras de carne que aun estaban adheridas al anillo.
Luego tapo la tumba y huyo.
No fue difícil vender la joya en el mercado negro y con lo que le dieron compro las medicinas que su hija necesitaba para no morir, también pudo arreglar su mototaxi en el que trabajaba por las calles de Iquitos.
Transcurrieron dos años de este hecho y de pronto en la intersección de la Av. Tacna con el Jr. Putumayo, una señora le alzo la mano solicitándole servicio de mototaxi.
Eran ya las doce de la noche y Julio no se inmuto al ver a la mujer vestida como una novia y el velo le tapaban parte de la cara.
La señora se subió al vehículo y ni siquiera negocio el precio del pasaje. ¡Lléveme al cementerio! le dijo la mujer.
Su voz era normal y la orden no era absurda, porque el cementerio se ubicaba en zona urbana.
Lo lamentable para  Julio, era que el tramo no estaba muy alejado y pensó que podría cobrar el doble del pasaje normal.
Llegaron a inmediaciones del cementerio y su pasajero le dijo: ¡Pare aquí!
Estaban exactamente frente a la puerta de ingreso del cementerio y la mujer pregunto por el precio del pasaje y Julio le cobro el doble.
Ella sonrió y le dijo : ¡Debería darte vergüenza cobrarme, porque yo te di mucho mas!.
Julio iba responder, cuando la vio levantar la mano derecha, percatándose de que no tenía el dedo anular, al mismo que ella se reía en una forma sobrenatural y pavorosa, desapareciendo para siempre por los barrotes de la puerta de fierro.
Al día siguiente en la madrugada un vagabundo se detuvo un instante a contemplar a un chofer que dormía sobre el timón de su mototaxi.
Se acercó y se dio cuenta de que estaba muerto y por su boca le salía una sustancia blanquecina como espuma.
El vagabundo no se asustó y comenzó a buscarle en los bolsillos y no encontró nada.
De pronto vio en su mano derecha, en el dedo anular tenia un anillo de oro puro con incrustaciones de rubíes y esmeraldas.
Quiso arrancarlo pero no pudo y saco de su pantalón una navaja y de un solo tajo le corto el dedo.



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