martes, 23 de octubre de 2012

El Bufeo Colorado

En uno de los tantos pueblos de la selva, se festejaba la fiesta de San Juan. La orquesta contratada para la ocasión está causando furor en los presentes con las notas tropicales de las pandillas, cumbias y changanacuys.
De repente en pleno repunte de la fiesta se presenta un grupo de gringos. El más simpático, dice llamarse Shinaan. Se dirige al bar y compra toda la existencia de licor y ofrece a beber   a todos los presentes.  Los lugareños  muy contentos simpatizan con el forastero y sus amigos  ofreciéndoles sus jóvenes hijas para bailar. 

Shinaan hace gala de su destreza en la danza. Baila con todas las chicas del lugar y no tarda en conquistar a una de  las más bellas, quién impresionada por sus  dotes de bailarín y galanteador se enamora del forastero desde que bailo la primera pieza, y no pierde  ocasión de estar a su lado por el resto de la noche. Antes del amanecer se sirve el banquete de juanes, caldo de gallina y chilcano de pescado  para todos los presentes pagado también por el forastero. La gente lo vitorea a más no poder. Antes del alba se despide de los presentes, ofreciéndoles que regresará para la próxima fiesta.
En tanto Yara, la bella joven,  queda profundamente enamorada de Shinaan.  Lo recuerda y sueña. En sus sueños la colma de   regalos: preciosos vestidos y joyas en oro y diamantes. En una de aquellas noches, que lo deseaba con toda su alma, no lo  puede creer cuando al despertarse la encuentra  acostado a su lado prodigándole sublimes caricias. Aprovechando de la tranquilidad de la noche, juntos recorren las orillas y las aguas del río. Allí, viven un romance perfecto bajo un cándido cielo poblado de estrellas,  y un plenilunio  que destella de felicidad. Allí en las frescas aguas, Yara apaga la pasión que arde en su candoroso cuerpo juvenil en los brazos de Shinaan.
Los padres de Yara observan un extraño comportamiento en su hija. No se explican por que la joven duerme de día y pasa las noches  en el  río. El padre decide seguirlo a escondidas para descubrir el secreto. Se queda atónito y no puede creer lo que ven sus ojos. La joven completamente desnuda está dando piruetas en el río abrazada al cuerpo de un Bufeo Colorado y de vez en cuando los ve desaparecer. El Bufeo Colorado  transporta a la joven a las profundidades donde le muestra su reino con sus  majestuosos castillos adornados de oro y diamantes, sus mesas servidas de exóticos manjares. La regresa a la superficie solamente al amanecer. La joven agotada cae en profundo sueño de la que se niega a despertar.

El padre desde su puesto de observación recuerda, una vieja leyenda Shipiba que cuenta que: "Hace muchos años, una tribu entera de humanos fue convertida en delfines de río (Bufeo Colorado) por no haber querido entronar a una vieja hechicera. Desde entonces los descendientes de este pueblo habitan alegremente las caudalosas aguas del río Ucayali y otros ríos de la Amazonía. y que cuando hay fiestas ribereñas acuden disfrazados de gringos para no ser descubiertos. Uno de ellos es Shinaan que viene por su amada humana Panshin. Y al contrario de lo que se pudiera creer, ellos están muy contentos de la hechicera por haberlos hecho diversos de los humanos, quienes son culpables de muchas cosas desagradables que ocurren en el mundo"
Pero para él, esto era solo  leyenda y no puede creer que esto le esté sucediendo a su querida Yara, y en pleno siglo XXI.
Piensa para sí -  Ahora me  explico por que aquel gringo nos dio de beber y comer gratis en la fiesta. Y su nombre coincide con el de la leyenda. No era tal, sino un Bufeo Colorado - Maldito sea.
Siguiendo el consejo de la leyenda se interna en la selva a buscar un  curandero, para que le preparare el antídoto, para recuperar a su hija antes de que termine por ahogarse en el río en sus intentos de convivir con su quimérico enamorado. Ojala, que cuando regrese con el remedio, no sea demasiado tarde.
 
De vuelta le confía a su esposa del extraño descubrimiento  y del encuentro con el curandero que le ha preparado un brebaje y una oración en Shipibo. Mientras duerme Yara las primeras horas del sueño, la madre vierte el brebaje  con cuidado, humedeciéndole los labios  y la boca. El  padre arrodillado a la cabecera del lecho repite fervorosamente la oración aprendida para la ocasión.
Al amanecer, los cálidos rayos de sol se filtran por la ventana y despiertan a la bella Yara. Que recuerda de haber tenido un mágico sueño. Al ver a sus padres felices, su rostro juvenil se  ilumina en una diáfana sonrisa de gratitud.
Carlos Velásquez Sánchez

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