miércoles, 8 de mayo de 2013

E L B R U J O P E L A Y O


Este  hombre rehuía las miradas, caminaba sin mirar a nadie. Sus ojos rojos que parecían huayruros daban la sensación de ser los ojos de una chicua, ave de bellísimo plumaje pero de mal agüero. Calzaba sus pies con ojotas confeccionadas con cuero doble de sachavaca. En ese momento alguien grito al reconocerlo.

¡ Escóndanse, es el brujo Pelayo!

Tontos, como si en otros tiempos no me habrían necesitado, son malagradecidos, me avergüenzo de ser uno más de ellos. Yo creo que los animales a quienes denominan irracionales, son mejores y más reconocidos que ellos. Cierto que soy brujo y puedo dialogar con los animales, ellos me narran muchas anécdotas, me piden consejos y también me aconsejan.

Yo tengo un burro que le puse nombre “Municipal” y un día cuando este burro haragán no quería caminar, pues vio amarrada a una mula y quiso salirse del camino, rebuzna que rebuzna, como no me hacía caso, cogí una rama delgada. El burro rebuznaba fuertemente, pero esta vez de dolor y olía a pelo chamuscado. Revise la vara, le pase el dedo y algo me quemo. Era ácido sulfúrico, con razón le quemo las cerdas a mi burrito y tuve que llevarlo rápidamente a un rio cercano. Saque los bultos que cargaba y a él lo arroje al agua.

Luego salió y me grito: ”Me castigaste como lo hizo Dios con las cebras, desde allí que ellas tienen sus vestidos  a rayas”.

-¿ Cómo es eso? A ver cuéntame “Municipal”, no seas malo, le dije intentando disimular la risa que me daba verlo con aquellas pintas negras en su piel blanca.

Antes, en los tiempos de Dios Padre, con la creación de Adán y Eva, los puso en el paraíso. Ellos desobedecieron y comieron el fruto prohibido y Dios los  castigo por su desobediencia. Algo parecido fue lo que sucedió con las cebras hembra y macho. Dios los puso junto a otros animales: roedores, rumiantes, mejor dicho a todos los que nos alimentamos con pastos de la Pradera de la Abundancia.

Dios dijo: ”De todas las variedades de pasto que hay aquí, comeréis, pero habréis de respetar la variedad del raciocinio que se encuentra al pie de aquella colina.

Y en esta oportunidad, no fue la víbora que hizo desobedecer a la cebra, fue el erizo(casha cushillo), que en ese entonces no tenía espinas.

-Cebrita, le dijo: ”Come del pasto prohibido y tendrás uso de razón.

-No puedo, el Señor nos lo prohibió y debemos obedecer.

Pero tanto, insistió el erizo que la convenció. Ella hizo comer a su compañero y de pronto se dieron cuenta que estaban desnudos. Se ocultaron ante la presencia del Creador y fue grande la ira del Divino Hacedor que quemo a los animales, dejándoles como castigo aquellas pintas negras por todo el cuerpo y al erizo le puso espinas en todo el cuerpo, para que nunca se acercara a ningún animal y seguidamente los expulso de la Pradera de la Abundancia.

Bien, seguimos caminando y casi al llegar a una choza en plena selva, en un riachuelo, un animal pedía auxilio y me acerque, era un perezoso agarrado a una rama de cetico seco.

¡ Suéltate! Y nada hasta aquí- le dije.

-No puedo, soy muy lento y el rio me arrastraría y me ahogaría- me contesto.

Y no tuve más remedio que meterme al agua y rescatar al perezoso, le saque a la orilla, me agradeció y comenzamos a dialogar, le narre lo sucedido a mi burro y él me dijo:

-Nosotros en la antigüedad no éramos lentos ni perezosos, esta apariencia nos la dio el Señor en castigo, porque nuestros primeros padres también desobedecieron sus órdenes. Ellos eran muy veloces y gustaban quitarles a los demás animales sus comidas y se daban a la fuga.

Nadie les podía alcanzar.  Los demás animales, enviaron memoriales y presentaron sus quejas ante la máxima autoridad, quien al comprobar esto, les condeno a la vida arborícola e hizo que les nacieran estas garras prensoras, que ahora llevamos.

Un guacamayo desde una rama había escuchado la conversación y les dijo: ¿ Acaso Uds. no saben por qué nosotros y los de nuestra especie tenemos el pico curvo?

-Por entrometido pues, te metes donde no fuiste  invitado, le contesto “Municipal”, con un rebuzno.

-No lo trates así, dejémoslo participar en la conversación, algo nuevo aprenderemos de él.

-Bien hombre, gracias por permitirme unirme a Uds. en su conversación. Fue en los mismos tiempos de Dios Padre, nos contaron nuestros abuelos que nuestros primeros padres poseían hermosos picos largos y puntiagudos. A ellos también les prohibió el Divino Hacedor unos jugosos frutos del Árbol de la Razón. Y nadie se acercaba a este árbol.

El pájaro carpintero les dijo a los dos inocentes primeros padres nuestros que el ya los había comido y que nada le había pasado, al contrario ahora podía razonar perfectamente y ya podía distinguir el bien del mal.

Yo cabeceare duramente una rama y caerán algunos frutos, Uds. podrán comerlos en el suelo, les ofreció el pájaro carpintero. Y el ave cabeceo una pequeña rama y con recelo mis antecesores comenzaron a picotearlos.

Una sorpresa que se llevaron, los frutos no se podían despegar de sus picos, intentaban librarse de ellos sin resultado, mas bien por el peso de los frutos, sus picos que antes eran su orgullo, esta vez, se doblaron hacia abajo quedando como lo tenemos hoy.

Cuando llego Dios, los arrojo para siempre de allí y como castigo nuestros picos quedaron curvos y condeno al pájaro carpintero a vivir golpeando con su pico a los árboles secos.

-Amigos, hablo nuevamente el hombre. Uds. tienen la suerte de ser unidos, no conocen la traición, la desidia, la envidia, la maldad, tampoco son mal agradecidos. Deberían llamarse seres irracionales.

-Ahora les contare mi historia. Soy descendiente de una casta pura de brujos, conozco el remedio a muchos males y también podría hacer maldad, pero, nunca lo hare. Tengo que salir del Caserío de Shimbillo casi huyendo, no de miedo, sino por no convertirles a aquellos chiquillos molestosos en sapos.

-Te odian sin razón en ese poblado-dijo el burro.

-Así es amigo, no tuve la culpa que el Agente Municipal muriera. Fueron a verme cuando ya era demasiado tarde, él fue embrujado, sus restos de comida los junto su propio primo y los llevo donde el lupunero Adolfo. El, para poder hacer su trabajo, puso aquellas sobras de comida en una árbol de lupuna, lo introdujo en el interior del árbol que es hueco solamente en el lugar que forma una especie de barriga, encendió algunas velas y oro allí como si en aquel árbol había enterrado al agente municipal, incluso hasta lloro, luego cerro el hueco abierto con abundante barro.

Luego días después, las gentes veían asombrados como le crecía la barriga al agente.

¿ Qué es lo que le pasa a Hugo? Se preguntaban, buchisapa se está volviendo, parece que estuviera preñado y le llevaron a Lima, intentando encontrar remedio a su mal, no saben que a la brujería de la lupuna no lo cura nadie. Solo yo puedo hacerlo, pero a su tiempo, antes de que el mal avance demasiado. Los médicos le decían que era hidropesía y lo operaron.

Desahuciado lo regresaron, me fueron a ver, para curarle, intente sanarle, ya lo iba logrando, pero el pobre murió pudriéndose a consecuencia de la operación, no le habían puesto ya las ampolletas que le receto el médico.

Es por eso que no tengo la culpa y desde allí me odian, piensan que soy mal brujo.

-Ellos no se acuerdan que curaste a la Ruperta-dijo- el burro “Municipal” muy amargo.

¿ Cómo fue aquello? Pregunto el guacamayo.

-Llego de Pucallpa un jovencito, era trabajador y honrado, tuvo la desgracia de conocer a la chica que les menciono “Municipal”, se enamoró perdidamente de ella, la hembra no le daba importancia, porque era feo, tenía la nariz chueca y achatada, su pelo parecía de sajino y sus piernas parecían alicates y por eso la chica no le hacía caso.

El hombre enamorado, dijo que ella iba a ser suya, aunque no la quisiera. Los hermanos de la chica al enterarse de la amenaza que hacia el galán, le dieron una golpiza.

Una vez que se recuperó, bajo a su pueblo, pero antes le robo a la joven una prenda interior y visito a un brujo. Este hizo un buen amarre. Al pasar los días, la chica se alocaba por ver al “simpático” pretendiente. Cuando el llego, no podía estar ni un momento sin su presencia. Los familiares intentaban hacerla entrar en razón, pero no les hacía caso. Un día escapo de su casa con el enamorado y los hermanos le hicieron regresar. Ella lloraba día y noche. Entonces, su padre llego a consultarme, la trajeron a mi presencia, le tome el pulso y supe la causa de aquel enamoramiento repentino.

Habían unido su ropa interior al del joven con un hilo negro de seda. Una domestica de su padre, recibió veinte soles del enamorado, abrió una almohada de la chica y puso en el interior las prendas que habían sido trabajadas de antemano por mi colega ucayalino, luego cerro la almohada. Esta es la mejor pusanga que existe.

Hable con su padre, fijamos el precio de la curación y en presencia de él, saque de la almohada las dos prendas. Los separe con cuidado, luego las queme en diferentes fogatas hechas con carbón del árbol de guayaba. A las cenizas eche agua bendita, las junte separadamente y arroje la primera en el rio Huallaga, la segunda o sea del hombre la arroje a un  silo, para así separarlos definitivamente.

Y así termino el enamoramiento. La chica avergonzada pedía disculpas a su padre.

Después tuve otro caso: Había una señora, la Peta Chistama , era una viuda, con 4 hijos, el mayor era un vago sin remedio. Su pobre madre tenía que trabajar muy duro lavando ropa ajena para mantenerlo. El solamente vivía durmiendo, pela y huela, como dicen las abuelitas.

Doña Peta lavaba la ropa de Teocho, la viuda se enamoró de el viéndolo trabajador, pepón y buena gente. Es el marido ideal, se decía a si misma, tiene que ser mío, como sea o dejo de llamarme Peta Chistama.

Un dia llego el hombre borracho a recoger sus prendas de vestir, para esto la vieja en una de las ropas interiores de Teocho había encontrado una “sherda”. Seguidamente ella se sacó una” sherda” y unió los dos haciéndoles un nudo y los escondió en el botapie del pantalón de Teocho, que ella lo había descosturado y lo cosió allí para que no cayera este secreto. Y después velo a San Antonio con las fotografías de Teocho y de ella.

Teocho, no sabía porque pensaba tanto en la Peta, la soñaba mucho y llevaba regalos a sus hijos, hasta para su haragán. Y se declaró a ella.

-Teochito, yo te quiero, quizás más que tu, pero como puedes ver, tengo 4 hijos que mantener, es por eso, que no puedo aceptarte.

-Eso, no tiene nada, yo también tengo mi mujer que vive en Saposoa y un hijo de dos años de edad. A tus hijos los voy a querer, trabajaremos los dos, nada nos va a faltar. Bien sabes, que quien compra la vaca compra la ternera.

De esa manera, bien pusangueado, fue a vivir en casa de Peta. Su sueldo ya no le alcanzaba para enviar a su esposa en Saposoa. Casi a los 5 meses, llego está a ver que era lo que pasaba. Y se dio con la sorpresa de encontrar a su esposo con otra mujer, con 4 entenados y lo peor, la Peta estaba en estado de 3 meses y fue a hablar con él.

-Mira, Lucha, no sé como es que deje de quererte, la verdad, es que ya no siento nada por ti. Espero que me sepas perdonar, a quien amo es a Peta Chistama.

-Si es que no me quieres, no me importa, pero al menos debes acordarte de esta criatura que llevo en brazos, es sangre de tu sangre y no estar adulando a los vagos que tienes por entenados.

-Compréndeme, Lucha, lo que gano no me alcanza para nada, ya te enviare algo el próximo mes.

-Ahora es cuando me vas a dar mi pasaje de ida y vuelta a mi tierra, porque me prestaron para venir a verte y además la pensión de tu hijo.

-Hoy no puedo, no tengo dinero.

-En el Juzgado arreglaremos, ya lo veras desgraciado. Y al llegar al Juzgado, le conto todo al Juez y este le dijo: Señora, cuanto siento lo que está pasando, pero la gente comenta este caso, dicen que ella atrapo a tu esposo con cochinadas. Antes que le demandes, te voy a dar un consejo. Visita al brujo Pelayo, de repente el soluciona tu problema.

Y la señora Lucha me visito y le prepare un antídoto contra las cochinadas que le hizo doña Petra a su esposo.

-Esto tiene que hacerle beber señora, además, debes de alguna manera quemar separadamente las “sherdas”(vellos púbicos) que escondió en el botapie del pantalón de su esposo, esa mala mujer.

Y con el pretexto de arreglar su problema, ella le cito en un bar, allí en un descuido echo en el vaso de su esposo el remedio. Y en menos de tres días el hombre fue a buscarla para pedirle perdón.

Ella le comento lo que esa mujer le había hecho para que se olvidara por completo de ella y para mayor constancia le descosturo el botapie del pantalón y comprobaron sorprendidos que todo era cierto. Desde allí, me tenían  mucho respeto en el pueblo.

Quien llego a odiarme era Doña Peta, que juró vengarse de mí. Lo que después hizo ella, fue tomar el caldo de semilla de palta con ruda para abortar, seguidamente tomo 3 pastillas de mejoral y viendo que no le hacía efecto, fue donde el sanitario Chumbiaica, especialista en bajadas de motor.

A la semana siguiente, la mujer se moría víctima de una fuerte infección. Me llamaron demasiado tarde y nada pude hacer para salvarle la vida. Hoy todo el pueblo me odia porque dicen que yo la mate, Eso no es nada, su hijo el vago, para vengarse según el de la muerte de su madre.

Un día aprovechando que yo no estaba, el vago saco de mi alforja, mi pretina con mis iniciales y un cuchillo filudo que siempre hacia andar y no me di cuenta de nada.

Al día siguiente encontraron en el camino, muerta a la “Sholeca” Barrientos, amarrada las manos con mi pretina y el cuchillo a un costado de la finada y me culparon del crimen. Vino una patrulla de guardias a llevarme y me encerraron en un cuartucho pestilente. Esa noche me palearon para hacerme declarar y me dejaron tirado en el suelo todo adolorido.

Yo juraba que me vengaría y cuando juro no lo hago en vano. En sueños visite al vago, le asuste, dándole pesadillas.

Y al día siguiente, el vago fue a tocar la puerta al Sargento Machaguay Chupa Chupa, le decían así porque todos los días estaba borracho.

-Sargento, vengo a entregarme, yo mate a la “Sholeca”, suelten al brujo Pelayo, es inocente. Quise que le culparan para vengarme por lo que le hizo a mi madre.

Y los guardias me pidieron disculpas. Y les dije, lo que Uds. me hicieron no va a quedar así, abusivos. Les voy a hacer hinchar las barrigas, a sus talegas también les voy a hacer hinchar, chanchos capones van a quedar.

-Por favor, don Pelayito, no nos hagas daño, me rogaban. Y un día, todos ellos fueron a mi casa, llevándome de regalo un par de “cuchinillos”(chanchitos), uno era verraco y la otra hembrita.

Y como ya me había pasado la cólera les perdone a todos.

 

Carlos Velásquez Sánchez

1 comentario:

  1. Hola mañanero .gracias de nuevo por sus cuentos tan lindos,pintorescos y costumbristas. un abrazo .
    siempre me los leo a todos. Me encantan todos los saberes de la selva, cosas tan lejanas a mi realidad ,que toman corporeidad al leerlo .

    ResponderEliminar