jueves, 29 de marzo de 2018

PASION Y MUERTE DE UNA RUNA MULA QUE AME


(WERNER BARTRA PADILLA)
El marido conjuntamente con tres policías más, irrumpió arma en mano en la oficina donde la tenía ya desmayada en mis brazos.
Era la mujer más hermosa, que la gente de Santa Rosa  había visto en años.
La policía me detuvo acusándome del delito de lesiones graves y a ella la llevaron al hospital de Tarapoto, donde a los cinco días falleció víctima de laceraciones múltiples producidas por golpes continuos con arma punzocortante.
Cuando murió, la Fiscalía cambió la acusación por el de lesiones graves seguida de muerte.
La población sospechaba que ella era una runamula, pero estoy convencido de que sí era una runamula y el diablo con sus golpes la mató.
Esa noche, aproximadamente a la 1.00 a.m. oí unos relinchos continuos y tuve la sensación de que esos alaridos decían mi nombre.
Yo estaba mirando por la ventana, agazapado, vi que parecía un caballo montado por un jinete con la melena alborotada, que golpeaba con el látigo el lomo del animal. Mientras que de la boca de éste parecía brotar chispas de fuego.
Ahora sé que no era un caballo sino una mula. Fue todo lo que vi.
Al día siguiente en uno de esos encuentros furtivos e intensos, ella me contó que se sentía mal, que no entendía porque tenía esos moretones en el cuerpo.
Estaba revisándola, cuando de pronto se cambió de ropa y me dijo que se iba.
Al momento de despedirla se desmayó en mis brazos, luego llegaron los cuatro policías que me empapelaron y por lo que estoy hablando con Uds. Señores jueces.
Pero me parece para que Uds. crean en mi inocencia, debo empezar desde el principio.
El domingo que la conocí de cerca, me acerqué a ella, no logré ver su rostro, porque en este pueblo todavía las mujeres usan velos cuando van a misa, pero percibí su olor que lo tuve en mi nariz casi una semana.
Era una mezcla  de perfume de rosas con olor a animal de monte, a venada, fuerte, casi embriagador.
Desde que llegué a Santa Rosa, los feligreses no hacían más que hablar de la extraordinaria belleza de doña Ludovica del Cisne Murayari, esposa del guardia civil Valentín Del Águila .
Al domingo siguiente, valiéndome de mi cargo, la hice comparecer frente a mí. La verdad que era bonita, pero lo que a mí me encantó fue su conversación.
Tenía 05 años de casada con el policía Valentín.
En esa selva había escuchado muchas historias de demonios, por lo que según ella necesitaba hablar de esas cosas para olvidarlas y convenimos un nuevo encuentro para el próximo martes luego de la catequesis.
Hablamos de varios temas y empezó a encandilarme de nuevo, la forma de conversar, de argumentar y empecé a fijarme en sus labios, en sus ojos, sus cejas y su coquetería y por la naturaleza del cargo que yo ostentaba estaba inmunizado a cualquier situación que implicara algún tipo de acercamiento a una mujer.
Fue una trampa en la que caí sin ningún tipo de previsión, terminé pensando en ella todo momento y esperando con ansia casi enfermiza la siguiente reunión de afianzamiento de su fe, pero lo que estaba sucediendo era que yo estaba perdiendo, casi por completo mi fe.
Mi naturaleza de hombre se reveló y ella se dio cuenta desde el principio y yo no le era indiferente.
Al principio fueron agarradas de mano como una cosa de amistad y de fuerza solidaria.
Luego una tarde hablamos de tantas cosas, la abracé y ella se dejó.
Poco a poco con mis manos agarré su cabeza y dirigí su rostro hacia el mío, yo no sabía qué hacer y la besé, sentí su lengua rozando con la mía, diciéndome: porque, porque, porque.
Después la situación se hizo incontrolable cada vez que ella iba al centro parroquial, si la veía corría a su encuentro para tener nuestros encuentros amorosos.
Nunca me rechazó, pero huía, volteaba y me sonreía haciendo un despido amoroso.
Un día ella acudió a la parroquia, terminamos abrazados y cansados, fue como una explosión de felicidad que nunca olvidaré.
Luego se volvió una relación seria, doblemente prohibida por mi condición de sacerdote y por estar ella casada.
Es cierto, fue una relación con sus picos máximos de felicidad, pero también con sus peleas y reconciliaciones.
Fue lo mejor que me pasó en la vida, así que Uds. señores jueces ¿Creen que yo sería capaz de golpearla y producir su muerte como dice la población?
Nunca por nunca, por eso odio al maldito jinete que se le pasó la mano con sus latigazos.
El maldito demonio que una vez más me arrebatara algo fundamental de mi existencia.
Primero lo hizo con mi fé y luego con el amor de mi vida.
Por eso señores jueces, en verdad me da lo mismo que crean o no en mi inocencia. Estoy convencido que dirán que en pleno siglo XXI este curita de pueblo nos quiere engañar con la historia de la runamula.
No me importa, porque al fin y al cabo con su muerte, además de mi amor y mi fe, también mi razón de vivir se fue con ella.
Gracias señores jueces, ya no tengo nada que decir. Muchas gracias.

Carlos Velásquez Sánchez

1 comentario:

  1. Mañanero, que paso con el curita?
    Que castigo recibió de los jueces?
    Me encantó la história pero me quede con estas interrogantes

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