Al amanecer del 28 de Diciembre (Dìa de los Inocentes) se escuchaba un lastimero griterío de los chanchos en todo el pueblo de Saposoa. Ocurre, que los chanchos, con afilados cuchillos cortaban los rabos a los cerdos y lo colocaban en las aldabas o chapas de las puertas de las casas, evocando, dicen en esa forma la degollación de niños ordenada por Herodes según el relato bíblico. Asimismo, también en el Día de los Difuntos, solían colocar en mesitas a las puertas de sus casas: potajes que gustaron a sus parientes muertos y quienes comían o recogían esas viandas eran grupos de muchachos que guiados por uno que representaba un ángel con alas de cartón, recorrían en ese afán la población, gritando: ¡Chiàn! ¡Chiàn!¡Chiàn!.
Habría que mencionar también a los tradicionales “responseros”, que eran personas a falta de curas, eran expertos en decir ”responsos” por los muertos, que, entran en las casas y pronuncian sus oraciones.
Otro hecho, antes en Saposoa, eran las tétricas escenas de los animeros o sacadores de almas y el tolentòn, acto alegórico en las calles de ángeles, diablos y muertos. Ambos con ocasión de los Días de todos los Santos y de los Difuntos el 1ro. Y 02 de Noviembre. Un demonio con túnica negra hasta la cabeza, largo cordòn, arco y flecha, perseguìa a cuatro almas, con túnicas blancas y también con cordones colgantes, a quienes trataba de defender un àngel con tùnica y alas blancas y un pendòn igualmente blanco. Cuando el diablo atacaba a las almas, el àngel se interponía entre aquel y ellas agitando el perdón. Iban asì por las calles con un violinista que tocaba y canta lúgubremente:Que quieres hombre perdidovivir sumido en el pecadomira que el mundo te engañaY en el Infierno seràs quemadoY las almas respondìan:TolentònTolentòn. El demonio a veces, salìa del grupo y simulaba flechar a los espectadores y azotarlos con el cordòn (que generalmente lo hacìa porque se encontraba borracho), los niños se apretujaban a sus madres llenos de temor.Miedo, temor, que aumentaba con la noche. Al caer èsta, el Grupo del Tolentòn, se dirigìa a la casa del Mayordomo, donde se velaba al Cristo de la Agonìa y calaveras humanas.
El conjunto fúnebre volvìa a recorrer las calles, seguido a corta distancia por mujeres con negras mantas hasta la cabeza y lamparitas de aceite rezando con un gangoso murmullo. Estas mujeres representaban a las ànimas bajadas del Purgatorio. Precisamente, esa noche de todos los santos, vìspera del Dìa de los Difuntos, noche siempre tormentosa con relámpagos y truenos, los animeros, ciertos hombres màs valientes del lugar (se dedicaban a sacar almas del cementerio o de cualquier paraje tenebroso como barrancos, bosques, invocàndoles y tañendo una campanilla y un violìn.Levàntense almas benditas a rezar un Padre Nuestro y un Ave Marìa por las almas del Purgatorio.Y las almas salìan con un extraño rumor, los animeros con ellas detràs, rezando y tañendo la campanilla y el violìn recorrìan las calles de la población provocando un cierrapuertas general de espanto, siendo las almas finalmente devueltas a sus lugares de origen después de rezar un momento en la casa del Mayordomo, donde entonces se apagaban todas las luces de las lamparitas de aceite.
Uno de los animeros todos los años era el ciego violinista Lizardo Hoyos, guiado por un lazarillo.Hay un hecho muy curioso vinculado al Tolentòn que sucediò en Saposoa: los tolentones estaban muy borrachos y al pasar frente a la Sub Prefectura se acordaron de los abusos que cometìa el SubPrefecto y entraron violentamente danzando a la oficina y le dieron azotes hasta en el suelo al Sub Prefecto, quièn luego les hizo perseguir con un gendarme malazo que habìa, los tolentones en su fuga como estaban borrachìsimos, a la altura del Barrio Chontamuyo, se enredaron en sus tùnicas largas cayendo a una zanja, allì los apresò el gendarme y a espadazos los llevò a la càrcel. Parece que desde ese incidente se suprimiò el Tolentòn en Saposoa.En Piscoyacu, tambièn se celebraba el Tolentòn, pero los piscoyaquinos le decìan el Tolintòn. Un devoto o cabezón (Mayordomo) organiza la velaciòn de los difuntos en su casa, con abundantes licores y panecillos típicos, comidas preparadas de aves de corral. Se vela al Cristo de la Agonìa en un altar donde hay extendida una manta negra con blancas imàgenes de calaveras y huesos humanos.
La noche del 31 de Octubre danzan los concurrentes frente al altar, al son de un violìn y un didìa (tamborcito y quena) consumiendo a su vez los licores y las comidas. A las 12 de la noche para el baile salen, los concurrentes a recorrer el pueblo, bailando, luego regresan a la casa del devoto a continuar la velada hasta las 6.00 a.m. del dìa 1ro. de Noviembre, estos exhaustos se ponen a descansar, mientras que los niños de 2 a 12 años se reunen en la casa del cabezón y van en grupos a visitar las demàs casas del pueblo, gritando: Angeles, Angeles, Angeles, los moradores les lanzas bolsas de manì, maìz tostado, humitas, tamales, en la creencia de que sus muertos recibiràn gracias divinas por esa acciòn. Y a las 4.00 p.m de ese mismo dìa 1ro.de Noviembre de la casa del cabezón salen los tolentones: 6 ù 8 personas envueltas en sàbanas blancas, con cordones colgados de la cintura, con màscaras o pintarrajeados los rostros y generalmente llevan un bastòn, palo labrado o rama con un bodoque de trapo o fruto de huingo amarrado en el extremo superior con el que golpean en la cabeza a los muchachos en las calles, a todos los que encuentran, a los adultos, ademàs les encaran todos sus pecados y van cantando:El tiempo que yo he vividomi cabeza me ha dolidoTolintònTolintònEsta tonadilla esa acompañada por un violinista con mùsica fúnebre.
Los tolentones representan a las almas que estàn penando en el Purgatorio, de donde bajan en la vìspera del Dìa de los Difuntos a la tierra para asustar a los vivientes.
Carlos Velásquez Sànchez
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