EL AGUARUNA QUE SE TRANSFORMO EN HUANGANA
Los antiguos aguarunas y huambisas se retiraban a descansar apenas el sol se perdía en el horizonte. A las 7.00 p.m. los nativos del Alto Marañón dormían en sus rústicas viviendas.
A las 2.00 a.m. se levantaban, enjuagaban sus muelas con agua limpia, tomaban una ligera comida consistente en yuca cocinada y algún huevo cocido.
A las 4.00 a.m. salían con sus perros por delante, su pucuna al hombro repleta de flechas envenenadas y su bolsa tejida de hilos de chambira. El antiguo aguaruna bien temprano se va a montear en busca de mitayo y por trochas especiales para cazadores en busca de algún animal comestible como el majaz, añuje, carachupa, sajino, huangana o monos nocturnos y cuando no encontraban ninguna presa el aguaruna dedicaba su tiempo a matar aves como el paujil, pucacunga, palomas y pavas de monte,etc.
Así pues, un aguaruna que había salido a mitayear al monte, encontró en su camino gran cantidad de huellas de huanganas y comenzó a seguir sus huellas. De repente, el aguaruna escuchó un grito ensordecedor que iba aumentando por momentos, retumbaba todo el bosque, el aguaruna, pensó,una manada de huanganas viene corriendo hacia acá, es peligroso porque todo lo destrozan a su paso, así que será mejor que me suba a un árbol.
Y el mitayero trepó a un árbol y al poco tiempo más de cincuenta huanganas aparecieron corriendo y se les notaba enfurecidas, seguramente habrían notado la presencia de un ser humano, levantaban el hocico olfateando nerviosamente el ambiente. El aguaruna se dio cuenta de que no eran vulgares huanganas, como el estaba acostumbrado a matar y comer, eran unas huanganas diferentes nunca vistos anteriormente, les llamaban “hombres huanganas”. El aguaruna se dio cuenta de que dentro de la manada sobresalía una sobre todas las demás.
Esta huangana era como el Jefe, guiaba a las demás, les hablaba, les reunía, les daba órdenes. El aguaruna no se atrevía a bajar del árbol, se hizo de noche y se disponía a dormir acomodándose lo mejor que pudo en la rama de un árbol y de pronto observó asombrado que las huanganas se convertían en gente. Parecían personas, hablaban como hombres, hacían chistes y tomaban masato.
El mitayero, por un momento creyó que estaba soñando y de pronto escuchó la voz de una persona que desde abajo le llamaba: ”Hermano, que haces allí arriba sentado sobre una rama como un pajarito. Baja amigo, te convido mi masato”.
El aguaruna no se daba cuenta de que le estaba hablando el Jefe de las huanganas y creyendo que era una persona, bajó para tomar su masato. Luego el Jefe de las huanganas le dijo: ”Hermano, te invito a mi casa, acompáñame” Se fueron juntos y al llegar a cierto lugar, la huangana se quitó el vestido típico de los aguarunas y lo dejó bien dobladito sobre un palo caído, dejó su pucuna y su aljaba pegada a un árbol y amarrados con una soguita para que no se cayeran, luego invitó al aguaruna a que hiciera lo mismo. El mitayero se marchó con las huanganas y no regresó a casa varios días. Por eso, su mujercita, sus hijos, familiares y amigos lloraban todo el día, pensando que algo malo le había pasado y salieron en su búsqueda, pero no le hallaban. Al día siguiente, encontraron sobre un palo su vestido, su pucuna y su aljaba. Extrañados vieron huellas del aguaruna y huellas de las huanganas que se entremezclaban, le siguieron hasta que se perdieron, porque la lluvia les había borrado y todos regresaron tristes y llorando a su casa, dándole por muerto.
Mientras tanto, las huanganas se llevaron al mitayero por los cerros, le hacían caminar por lugares peligrosos llenos de espinas, él se caía al barro, poco a poco se iba acostumbrando a la vida de las huanganas.
Cuando encontraban algún árbol de frutas silvestres como: shimbillo, chambira, pijuayo le obligaban a subir y le decían que cortase con su muela para que cortase la rama de shimbillo o de cualquier árbol frutal. Y así el aguaruna fue aprendiendo la vida y las costumbres de las huanganas y él no se daba cuenta que se iba convirtiendo en huangana. Pues, ya le habían salido pelos largos endurecidos, puntiagudos semejantes a las espinas del huicungo y corría ya igual que las huanganas, o sea se había transformado en una HUANGANA.
Carlos Velásquez Sánchez
Los antiguos aguarunas y huambisas se retiraban a descansar apenas el sol se perdía en el horizonte. A las 7.00 p.m. los nativos del Alto Marañón dormían en sus rústicas viviendas.
A las 2.00 a.m. se levantaban, enjuagaban sus muelas con agua limpia, tomaban una ligera comida consistente en yuca cocinada y algún huevo cocido.
A las 4.00 a.m. salían con sus perros por delante, su pucuna al hombro repleta de flechas envenenadas y su bolsa tejida de hilos de chambira. El antiguo aguaruna bien temprano se va a montear en busca de mitayo y por trochas especiales para cazadores en busca de algún animal comestible como el majaz, añuje, carachupa, sajino, huangana o monos nocturnos y cuando no encontraban ninguna presa el aguaruna dedicaba su tiempo a matar aves como el paujil, pucacunga, palomas y pavas de monte,etc.
Así pues, un aguaruna que había salido a mitayear al monte, encontró en su camino gran cantidad de huellas de huanganas y comenzó a seguir sus huellas. De repente, el aguaruna escuchó un grito ensordecedor que iba aumentando por momentos, retumbaba todo el bosque, el aguaruna, pensó,una manada de huanganas viene corriendo hacia acá, es peligroso porque todo lo destrozan a su paso, así que será mejor que me suba a un árbol.
Y el mitayero trepó a un árbol y al poco tiempo más de cincuenta huanganas aparecieron corriendo y se les notaba enfurecidas, seguramente habrían notado la presencia de un ser humano, levantaban el hocico olfateando nerviosamente el ambiente. El aguaruna se dio cuenta de que no eran vulgares huanganas, como el estaba acostumbrado a matar y comer, eran unas huanganas diferentes nunca vistos anteriormente, les llamaban “hombres huanganas”. El aguaruna se dio cuenta de que dentro de la manada sobresalía una sobre todas las demás.
Esta huangana era como el Jefe, guiaba a las demás, les hablaba, les reunía, les daba órdenes. El aguaruna no se atrevía a bajar del árbol, se hizo de noche y se disponía a dormir acomodándose lo mejor que pudo en la rama de un árbol y de pronto observó asombrado que las huanganas se convertían en gente. Parecían personas, hablaban como hombres, hacían chistes y tomaban masato.
El mitayero, por un momento creyó que estaba soñando y de pronto escuchó la voz de una persona que desde abajo le llamaba: ”Hermano, que haces allí arriba sentado sobre una rama como un pajarito. Baja amigo, te convido mi masato”.
El aguaruna no se daba cuenta de que le estaba hablando el Jefe de las huanganas y creyendo que era una persona, bajó para tomar su masato. Luego el Jefe de las huanganas le dijo: ”Hermano, te invito a mi casa, acompáñame” Se fueron juntos y al llegar a cierto lugar, la huangana se quitó el vestido típico de los aguarunas y lo dejó bien dobladito sobre un palo caído, dejó su pucuna y su aljaba pegada a un árbol y amarrados con una soguita para que no se cayeran, luego invitó al aguaruna a que hiciera lo mismo. El mitayero se marchó con las huanganas y no regresó a casa varios días. Por eso, su mujercita, sus hijos, familiares y amigos lloraban todo el día, pensando que algo malo le había pasado y salieron en su búsqueda, pero no le hallaban. Al día siguiente, encontraron sobre un palo su vestido, su pucuna y su aljaba. Extrañados vieron huellas del aguaruna y huellas de las huanganas que se entremezclaban, le siguieron hasta que se perdieron, porque la lluvia les había borrado y todos regresaron tristes y llorando a su casa, dándole por muerto.
Mientras tanto, las huanganas se llevaron al mitayero por los cerros, le hacían caminar por lugares peligrosos llenos de espinas, él se caía al barro, poco a poco se iba acostumbrando a la vida de las huanganas.
Cuando encontraban algún árbol de frutas silvestres como: shimbillo, chambira, pijuayo le obligaban a subir y le decían que cortase con su muela para que cortase la rama de shimbillo o de cualquier árbol frutal. Y así el aguaruna fue aprendiendo la vida y las costumbres de las huanganas y él no se daba cuenta que se iba convirtiendo en huangana. Pues, ya le habían salido pelos largos endurecidos, puntiagudos semejantes a las espinas del huicungo y corría ya igual que las huanganas, o sea se había transformado en una HUANGANA.
Carlos Velásquez Sánchez
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