jueves, 17 de enero de 2013

L A L E Y E N D A D E L A Y A Y M A M A N

                      ( El Mundo es ancho y ajeno : Ciro Alegría )

Porque en el fondo del bosque tropical, mientras la luna platea las copas de los enormes árboles y las aguas de los ríos inmensos, el “ayaymama” canta larga y desoladamente. Parece decir : "“Ay, ay, mama”.

Es un pájaro al que nadie ha visto y solo es conocido por su canto. Y ello se debe al maleficio del “chullachaqui”. Sucedió así.

Hace tiempo, mucho tiempo, vivía en las márgenes de un afluente del Napo, rio que avanza selva adentro para desembocar en el Amazonas, la tribu secoya del Cacique Coranke.

El tenía como todos los indígenas, una cabaña de tallos de palmera, techada con hojas de la misma planta. Allí estaba con su mujer que se llamaba Nara y su hijita.

Nara era tan bella y hacendosa como Coranke, fuerte y valiente. La hijita, muy pequeña aun, crecía con el vigor de Coranke y la belleza de Nara y era como una hermosa flor de la selva.

Pero, he allí que el chullachaqui se había de entrometer. Es el genio malo de la selva, con figura de hombre, pero que se diferencia en que tiene un pie humano y una pata de cabra o de venado. No hay ser más perverso.

El chullachaqui los ahoga en lagunas o ríos, los extravía en la intrincada inmensidad de la floresta o los ataca por medio de las fieras. Es malo cruzarse en su camino, pero resulta peor , que el se cruce en el de uno.

Cierto día, el chullachaqui paso por las inmediaciones de la cabaña del Cacique y distinguió a Nara. Verla y quedarse enamorado de ella fue todo uno. Y como puede tomar la forma del animal que se le antoje, se transformaba algunas veces en pájaro y otras en insecto para estar cerca de ella y contemplarla a su gusto sin que se alarmara.

Más pronto se cansó y quiso llevarse consigo a Nara. Se internó entonces en la espesura, recupero su forma y para no presentarse desnudo, consiguió cubrirse matando a un pobre indio que estaba por allí de caza, robándole la túnica que era larga y le ocultaba la pata de venado.

Fue bogando hasta llegar a la casa del Cacique, que estaba en una de las riberas.

-Nara, hermosa, Nara, mujer del Cacique Coranke-dijo- mientras arribaba- soy un viajero hambriento. Dame de comer.

La hermosa Nara le sirvió en la mitad de una calabaza, yucas y choclos cocidos y también plátanos. Sentado a la puerta de la cabaña, comió lentamente el chullachaqui, mirando a Nara y después dijo :

-Hermosa Nara, no soy un viajero hambriento, como has podido creer y he venido únicamente por ti. Adoro tu belleza y no puedo vivir lejos de ella. Ven conmigo…

Nara le respondió :

-No puedo dejar al Cacique Coranke…

Y entonces el chullachaqui se puso a rogar y a llorar, llorar y a rogar para que Nara se fuera con él.

-No dejare al Cacique Coranke-dijo-por último Nara.

El chullachaqui fue hacia la canoa, muy triste, muy tiste, subió a ella y se perdió en la lejanía bogando rio abajo.

Nara se fijó en el rastro que el visitante había dejado al caminar por la arena de la ribera y al advertir una huella de hombre y otra de venado, exclamo : Es el chullachaqui. Pero callo el hecho al Cacique Coranke, cuando este volvió de sus correrías, para evitar que se expusiera a las iras del Malo.

Y pasaron seis meses y al caer la tarde del último día de los seis meses, un potentado atraco su gran canoa frente a la cabaña. Vestía un rica túnica y se adornaba la cabeza con vistosas plumas y el cuello con grandes collares.

-Nara, hermosa,Nara-dijo saliendo a tierra y mostrando mil regalos, ya veras por esto que soy poderoso. Tengo la selva a mi merced. Ven conmigo y todo ser tuyo.

Y estaban ante el todas las mas bellas flores del bosque y todos los mas dulces frutos del bosque y todos los mas hermosos objetos: mantas, vasijas, hamacas, túnicas, collares de dientes y semillas- que fabrican todas las tribus del bosque.

En una mano del chullachaqui se posaba un guacamayo blanco y en la otra un paujil del color de la noche.

Veo y se que eres poderoso- respondió Nara, después de echar un vistazo a la huella, que confirmo sus sospechas- pero por nada del mundo dejare al Cacique Coranke.

Entonces el chullachaqui dio un grito y salió la anaconda del rio, dio otro grito y salió el otorongo del bosque. Y la anaconda enrosco su enorme y elástico cuerpo a un lado y el otorongo enarco su lomo felino, al otro.

-¿ Ves ahora? Dijo el chullachaqui-mando en toda la selva y a  los animales de la selva. Te hare morir sino vienes conmigo.

-No me importa- respondió Nara.

-Hare morir al Cacique Coranke- replico el chullachaqui.

-El preferirá morir-replico Nara.

Podría llevarte a la fuerza, pero no quiero que vivas triste conmigo, pues eso sería desagradable. Retornare como ahora dentro de seis meses y si rehúsas acompañarme te daré el más duro castigo.

Cuando Coranke retorno de la cacería, Nara le refirió todo, pues era imprescindible que lo hiciera y el Cacique resolvió quedarse en su casa para el tiempo en que el chullachaqui ofreció regresar a fin de defender a Nara y a su hija.

Así lo hizo, Coranke templo su arco con nueva cuerda, aguzo mucho las flechas y estuvo rondando por los contornos de la cabaña todos esos días. Y una tarde en que Nara se encontraba en su chacra de maíz, se le presento de improviso el chullachaqui.

-Ven conmigo- le dijo el chullachaqui- es la última vez que te lo pido. Sino vienes, convertiré a tu hija en un pájaro que se quejara eternamente en el bosque y será tan arisca que nadie podrá verla, pues el día en que sea visto, el maleficio acabara, tornando a ser humana.. Ven, ven conmigo, te lo pido por última vez, sino…

Pero Nara, sobreponiéndose a la impresión que le amenaza le produjo, en vez de ir con él, se puso a llamar:

-Coranke, Coranke…

El Cacique llego rápidamente, pero el chullachaqui ya había desaparecido en la espesura.

Corrieron los padres hacia el lugar donde dormía su hijita y encontraron la hamaca vacía. Y desde la tumorosa verdura de la selva les llego por primera vez el doliente alarido :”Ay, ay, mama” que dio nombre al ave hechizada.

Nara y Coranke envejecieron pronto y murieron de pena oyendo la voz triste de su hijita, convertido en un arisco pájaro inalcanzable aun con la mirada.

El ayaymama ha seguido cantando, sobre todo en las noches de luna y los hombres del bosque acechan siempre la espesura con la esperanza de liberar a ese desgraciado ser humano. Y es bien triste que nadie haya logrado verlo todavía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario