viernes, 6 de septiembre de 2013

EL RENACAL


El renaco, planta que crece en los lugares muy húmedos o en los pantanos donde forma compactos bosques. De sus primeras ramas surgen raíces que se desarrollan hacia abajo buscando la tierra, pero si cerca de ellos hay un árbol de otra especie se extiende hasta dar con él, se enrosca una o varias veces en el tallo y sigue su trayecto hacia la tierra.

Desde entonces el renaco enroscado como una larga serpiente va ajustando sus anillos estrangulando al árbol y lo divide hasta echarlo a tierra. Esta operación la ejecuta con todos los arboles que tiene cerca y termina por quedarse sola.

Poco a poco el renaco va formando bosques donde no permite la existencia de ninguna otra clase de arboles. E n los lugares muy pantanosos, donde no existen condiciones para que pueda prosperar hundiendo sus raíces, el renaco se amolda y logra desarrollarse admirablemente.

Sus ramas y raíces se entretejen y cubren la fangosa superficie con un tupido y fortísimo enrejado, bajo el cual viven boas de extraordinario tamaño.

                                       L A S    B O A S

Continuamos por la orilla, examinando a cada paso el bosque de renacos, llegamos al borde de un riachuelo de aguas tranquilas y claras que se perdían bajo el renacal. Allí, nos detuvimos, en efecto, con bastante equilibrio, agilidad y suerte, podía intentarse vadear por ese sitio.

Pasamos allí la noche y al día siguiente provistos de largas y fuertes cañas, saltábamos sobre el enrejado de raíces que cubrían el agua fangosa. Bajo nuestro peso temblaba todo el renacal, era difícil el avance, cada paso de uno ponía en peligro a los otros.

Nos internamos sobre esa gigantesca red de raíces, apoyándonos en las cañas y en los troncos y de entre las raíces comenzaron a salir innumerables cabezas de boas, que daban gritos horripilantes y para defendernos, las heríamos con las agudas puntas de nuestras cañas.

De pronto, Sangama que iba adelante, nos grito que nos detuviéramos y al mirarle, vimos que disparaba contra una boa que venía hacia nosotros. El efecto del disparo si bien suprimió de pronto la amenaza, resulto pavoroso, porque centenares de serpientes salieron de todas partes amenazantes.

Felizmente todas estaban un tanto alejadas de nosotros y poco a poco se iban acercando pesadamente con sus cuerpos ondulantes que nos iban  cercando. Ante situación crítica, solo nos quedaba subir a los renacos y Sangama nos aconsejaba subir.

Cuando mire hacia abajo, me encontré con una boa que se enroscaba en el tronco donde yo estaba y le di varios lanzazos que la hirieron, entonces la boa se desprendió adolorida.

Sangama nos llamaba del otro renaco que era mas corpulento y viejo y por las ramas pasamos al otro renaco de Sangama y pudimos ver que se habían aglomerado muchas boas con las cabezas levantadas pugnando por enroscarse y subir para darnos caza.

Sangama nos dijo .” Hemos caído en el más grande vivero de boas del Amazonas”. De pronto sentimos que el árbol se hundía. “Ahora sí, que no escapamos” grite lleno de espanto.

El matero agarrado a una rama decía:” María Santísima, nos hundimos, vamos a caer directamente en las bocas de las boas”. Cuando de pronto, Sangama, usando la nariz empezó a imitar los gritos de las mismas boas. Mientras nos decía:”Agárrense bien y no se muevan” . Y observamos con asombro que las boas se aquietaban lentamente y detuvieron su avance y se dejaron caer en los charcos.

El renaco, libre del enorme peso de las boas, recobro su posición. Y quisimos dispara a las boas y Sangama nos advirtió:” Si disparan, vendrán más boas y se alborotara todo el renacal”.

Sangama seguía imitando la gangosa sinfonía infernal de las boas, permanecían allí quietas y adormecidas sin tener cuando alejarse.

El matero dándome un codazo, me dijo :” Si no se van, estamos en lo mismo”. Sangama nos dijo :” Solo un milagro nos salvara” y de pronto, el milagro se produjo, el renacal se lleno de gritos, las boas despertaron asustadas y huyeron, al rato no quedaba ni una boa.

Las huanganas, las huanganas, gritaba el matero alegre y Sangama dijo : “ Es lo que me falto imitar el grito de las huanganas”.

Carlos Velásquez Sánchez

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