L A Y A C U M A M A
En quechua, significa Madre del Agua. Es una boa gigante que vive en las profundidades de los ríos y cochas, saliendo raras veces a la superficie y es en estas pocas ocasiones que puede causar daños irreparables en las embarcaciones y sus pasajeros ,haciéndoles naufragar y perecer, bien sea ahogados o atrapados por el monstruo.
Se dice que al salir el animal produce un inmenso remolino y gran oleaje, poco comunes en los ríos y cochas, dejando al descubierto su descomunal cabeza, que descansa sobre un cuello erguido que sobresale del agua a una altura de 2 a 3 mtrs., desplazándose en esta forma por el centro del río o de la cocha, zambulléndose de trecho en trecho, hasta que al final se sumerge para no volver a aparecer más. Otras veces sale a la superficie y permanece a flor de agua, atravesada de banda a banda del río, causando el efecto de un árbol gigantesco caído que represa el agua, formando fuertes correntadas que impiden a las embarcaciones menores a pasar por este sitio sin peligro de naufragar.
CUENTO
Cierta vez, Mañanero estaba tratando de arponear un paiche, que hacía más de una hora se le iba escapando porque se movía con rapidez de un sitio a otro sin darle oportunidad de lanzar el arpón.
Se encontraba en una cocha extensa, de aguas negras tranquilas muy profundas, a la que acudía desde su niñez a pescar. En su frágil canoa se desplazaba lentamente en círculo, observando las burbujas de aquí y de allá que iba dejando el paiche .
Con la mano derecha sostenía la lanza de pié, listo para arrojarla y con la izquierda manejaba el remo sin hacer ruido como se acostumbra en estos casos. Detuvo su canoa y se quedó quieto un momento, siguiendo con su mirada al paiche, para esto se sostenía con el remo en un inmenso tronco que sobresalía en parte del agua, así continuó pegado al palo por largo rato, hasta que vio que el paiche se le escapaba.
Impaciente, picó el tronco con fuerza con la punta del remo en forma casi inconsciente y entonces le pareció raro notar un ligerísimo movimiento y es así cuando volvió a mirar detenidamente al tronco y lo que vio, lo dejó paralizado y sin aliento.
El supuesto árbol caído mostraba unas grandes y gruesas escamas que cubrían su cuerpo en vez de corteza. Era, pues, una gigantesca boa con la cabeza y cola sumergidas, dormía plácidamente recibiendo la calentura de los rayos solares sobre el lomo que salía a manera de un tronco flotando en el agua y lo calculó en unos veinte metros la parte que se veía.
Reaccionando de inmediato, se dio cuenta del grave peligro que corría, si el monstruo se despertaba en ese momento, por lo que Mañanero se alejó ràpidamente del lugar, sin causar el menor ruido y no paró de bogar desesperadamente hasta alcanzar la orilla, donde amarró su canoa y saltó a tierra para esconderse entre la vegetación hasta que viniera alguien en su auxilio o que viera que la yacumama había desaparecido. Desde su escondite siguió vigilando al monstruo, que se distinguía claramente por su colosal tamaño, hasta que a eso de las cuatro de la tarde, notó que las aguas se agitaban con violencia, enseguida se abrió un tremendo remolino y el monstruo desapareció, levantando un gran oleaje.
Mañanero, se quedó asustado, cuando de pronto vio que las aguas volvían a agitarse y en medio de un gran remolino, salió la monstruosa cabeza y el enorme cuello de la yacumama con movimientos rápidos iba volteando la cabeza a uno y otro lado, como si buscara algo, avanzó y produciendo un gran oleaje, volvió a sumergirse para no aparecer más. Mañanero, no se atrevió a meterse en su canoa para volver a su casa y prefirió caminar por el monte, para de allí ir directamente a su Caserío.
Carlos Velásquez Sánchez
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