( Hildebrando García Velásquez )
En un rincón de la selva peruana, vivía un habilidoso chamán, que se dedicaba a sanar enfermos y a embrujar a los sanos. Es el caso, que en una oportunidad, un alcohólico consumado que vivía en un centro poblado, para sofocar el calor que le ocasionaba el exceso del alcohol en su organismo, fue a zambullirse en el río cercano y no fue encontrado.
Ese día, confundido con la alarmada población en la ribera, el chamán realizaba sus ritos brujeriles para indagar la razón de la desaparición del humilde borrachito. Por la noche, el chamán se acercó a la casa de la mujer del infortunado para decirle que su marido había sido capturado por los yacurunas (duendes del agua). La infeliz lloró lastimeramente, siendo consolada por el curandero, indicándole que el hará todo lo posible para devolverle a su marido sano y salvo de las garras de los yacurunas.
Los días pasaban sin resultados favorables y toda la comunidad se mantenía espectante. La mujer lloraba día y noche por la ausencia de su borrachito, que así como era, le hacía mucha falta.
Una tarde, el chamán le anunció que de acuerdo a sus ritos brujeriles, el borrachito llegará a su casa en altas horas de la noche, advirtiéndole a la mujer que la mantuviera sin luz y con la puerta del dormitorio un poco abierta. Era medianoche, la Antuca dormía profundamente después de larga vigilia, cuando sintió un cuerpo frío y desnudo que se acostó en su cama, y al mismo tiempo escuchó la voz de su marido que le dijo: Me he convertido en un yacuruna, he venido tan solo por un momento, pero siempre vendré a visitarte”. Conversaron un buen rato, hicieron el amor, después, el yacu, desapareció en la oscuridad de la noche diciéndole: “Voyá”
La pobre mujer, hasta el amanecer no pudo dormir, pensó y pensó, percibiendo un olor a lodo de río y sintiendo un frío en el vientre. Ya amanecía, cuando una gallina colorada corría y corría alborozada en el corral escapándose de un gallo carioco, y es cuando la Antuca confirmaba su sospecha que la cuestión de la noche, fue del malvado chamán.
Carlos Velásquez Sánchez
No hay comentarios:
Publicar un comentario